La Paz, 23 de junio (Urgentebo) .- Hace 50 años, la madrugada del 24 de junio de 1967, el movimiento sindical boliviano y los sectores populares fueron atacados por el gobierno de turno. Con la orden del entonces dictador René Barrientos Ortuño, militares intervinieron en los centros mineros de Catavi y Siglo XX y perpretraron la "Masacre de San Juan".
El ataque militar ocurrió cuando las familias mineras se fueron a dormir después de haber festejado el solsticio de invierno alrededor de las fogatas con ponches de alcohol, comidas típicas, coca, cigarrillos, cachorros de dinamita y cuetillos.
Mientras esto sucedía en la población civil de Llallagua y los campamentos de Siglo XX, las tropas del regimiento Ranger y Camacho, que horas antes habían tendido un cerco al amparo de la noche, abrieron fuego desde todos los ángulos, dejando un saldo de una veintena de muertos y setenta heridos.
Esto sucedió debido a que el dictador René Barrientos Ortuño consideraba que en los centros mineros se estaba gestando un nuevo movimiento guerrillero similar al del Che Guevara. El gobernante consideró que la masacre era el camino para anular la guerrilla en Bolivia. A tal efecto decide junto a su alto mando tomar por sorpresa los centros mineros .
Los soldados ingresaron por la zona norte entre las nueve y once de la noche, partieron en trenes desde Oruro. El sereno de la tranca intentó informar a los dirigentes del sindicato pero fue intimidado por los oficiales que prosiguieron su marcha.
Los mineros fueron sorprendidos por un tiroteo en la zona de Llallagua y La Salvadora, confundidos por la fiesta, y creyeron que se trataba de dinamitazos o cohetillos usados en fiestas similares.
Sin embargo, los gritos desesperados de mujeres, el llanto de los niños y el lamento de los heridos los sacaron de su error. Las viviendas de los mineros fueron atacadas por soldados del ejército. Las mayores víctimas se registraron en el campamento denominado La Salvadora, cerca de la estación ferroviaria de Cancañiri.
A la masacre siguió la represión y el despido de los “agitadores” de sus fuentes de trabajo. Unos fueron a dar en las mazmorras y otros en el exilio, las viudas y los huérfanos fueron expulsados del campamento sin indemnización ni derecho a nada y la masacre de San Juan quedó en la impunidad.
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