La Policía Boliviana informó de 67 muertes en el país durante el Carnaval 2017, un 29% más que lo reportado en el Carnaval 2016. Fueron 7 homicidios, 3 feminicidios, 2 suicidios, 1 asesinato, 41 muertos en accidentes de tránsito y 13 muertes por otros motivos, dio cuenta la Agencia de Noticias Fides – ANF (1.3.17).
Un día antes del Carnaval, queriendo advertir del peligro, divulgué este reporte oficial: “El Carnaval 2016 dejó un saldo de 52 muertos. Santa Cruz, La Paz y Tarija fueron los Departamentos donde más se consumió bebidas alcohólicas".
¿Dirá algo ahora quien osó publicar un letrero que decía “si frotando alcohol en las manos usted queda inmune a varias bacterias, bebiéndolo es casi inmortal”? Claramente, no siendo el hombre tal, el beber por demás implica el riesgo de morir bacterias y todo, y provocar muertes también.
Las denuncias no faltaron, sin respetar estratos sociales, pues a la hora del desenfreno el alcohol no hace distingo de nadie. Se reportaron 80 casos de violencia intrafamiliar solo en Santa Cruz, algo que debe llamar a la reflexión por la vulnerabilidad de niños, mujeres y ancianos, opinó el Corresponsal de ABI, Herbert Herrera. Sin embargo, el problema es generalizado.
Lo que se supone debía ser una fiesta religiosa acabó en borrachera, reclamaba Ivana Mallo luego de lo visto en su natal Oruro, siendo respaldada por muchos a la luz de fotos de intoxicados registradas por la prensa nacional. “Bolivia: ¿país de alcohólicos, con necesidad de terapia?”, cuestionaba alguien.
Respecto al informe policial, Juan José Toro, Director del periódico El Potosí, dio cuenta que dos de esas muertes se produjeron en Toro Toro, provincia Charcas, Potosí: Una niña de solo siete años fue brutalmente violada y asesinada, y un joven de 16 años -acusado del horrendo crimen- fue arrebatado de la custodia policial por la población enardecida, y quemado vivo…
Siendo que el Carnaval tiene connotaciones económicas, culturales, humanas y sociales, para el abogado cruceño, Carlos Hugo Molina, una solución parcial no resuelve el asunto. Pero yo añadiría algo más que pocos quieren ver. Siendo el problema el consumo de bebidas espirituosas ¿no se dan cuenta que el meollo de la cuestión es de orden espiritual?
Es que, cuando el hombre no tiene a Dios en su corazón experimenta un vacío que trata intentará llenar de diferentes formas, una de las más peligrosas, con alcohol y drogas. Las consecuencias saltan a la vista -sangre, dolor, muerte- y todo, por no tener a Dios...
(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional
Santa Cruz, 8 de marzo de 2017