Marzo 06, 2025 -H-

De pobres a qamiris, la lógica alteña que permite el éxito económico


Jueves 6 de Marzo de 2025, 10:45am






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El Alto, 06 de marzo (Grecia Torrez, Urgente.bo).- Juan y Cecilia empezaron con un modesto puesto de venta de carnicería en El Alto; hoy ambos dirigen una empresa de distribución de carne y producción de embutidos que es de referencia nacional. Gladys aprendió las mejores lecciones de su madre, abrió una galería y hoy es una de las modistas alteñas más importantes. Carlos hizo de todo para sobrevivir, incluso vendió mascotas en la feria 16 de julio y actualmente es importador de productos de ultramar y un empresario dedicado a la construcción.

Las tres historias tienen elementos coincidentes: Cada uno de ellos empezaron en el comercio, cada proyecto fue cimentado por la familia, la diversificación en la actividad económica fue determinante para el progreso, la perseverancia y el trabajo sin límite de tiempo es otra de las normas del éxito, la oferta de los servicios o productos en las ferias, como la gigante 16 de julio, facilitan el crecimiento. Así, quienes fueron comerciantes o microempresarios hoy son exitosos empresarios. El Alto, que cumple 40 años como municipio autónomo, es fértil para los emprendedores, quienes, proyecto tras proyecto, aplican reglas comunes que se ha convertido en patrones del desarrollo alteño.

“La ciudad está impulsada por una lógica del trabajo muy particular. La gente aquí, ya sean emprendedores o comerciantes, tiene una ética de trabajo que no conoce de descansos largos, sino que se dedica a la actividad productiva con una intensidad que se ha heredado de las comunidades rurales y mineras”, explica el sociólogo Gustavo Calle.

El experto señala que el 60% de créditos que adquiere los alteños del sistema financiero, son destinados a emprendimientos como la industria manufacturera o para actividades comerciales. Y bajo la lógica de “cero descanso” se destacan como clientes de los diferentes bancos.

El trabajo del alteño no se limita al horario convencional o a la formalidad, más bien “el trabajo aquí es sagrado. La gente trabaja mucho y descansa poco, solo en momentos de festividad. Es una lógica que está muy vinculada a las fiestas, que son los únicos momentos de descanso, y que a su vez activan la economía”.

Por otro lado, con una población en crecimiento, la Universidad Pública de El Alto (UPEA) se ha convertido en un territorio de alta importancia para el impulso de nuevos proyectos económicos. Cada vez más jóvenes se profesionalizan y contribuyen a la reconfiguración de la clase media en la ciudad”, señaló el sociólogo alteño.

Calle destaca que en esta reconfiguración es importante la llamada economía informal, “porque es un pilar en la economía alteña, y aunque no se puede negar su impacto negativo, tampoco se puede ignorar que permite la movilidad económica en sectores que de otro modo no tendrían acceso al mercado", señaló.

Sin embargo, el experto también destaca los emprendimientos formales, en los que los profesionales de las familias (abogados, arquitectos y profesores) se unen al proyecto para invertir y emprender proyectos en la construcción y otros sectores.

“El Alto ha logrado diversificar su economía a través de la formalización de los negocios familiares, que permiten tanto el crecimiento individual como el colectivo”, agregó.

La evolución del comercio alteño

Para el politólogo Teófilo Choque, la clave del éxito de la economía alteña es la tenacidad y creatividad de su gente, especialmente los descendientes ce los aymaras y quechuas.

“En El Alto, los habitantes han logrado transformar un terreno árido y difícil en un espacio productivo. Desde tiempos ancestrales, los pueblos originarios han trabajado la tierra y utilizado los recursos a su alcance para generar riqueza. Esta tradición continúa en la ciudad, donde la gente ha encontrado formas innovadoras de ganarse la vida, a veces comenzando con un metro cuadrado de calle que convierten en un medio de producción, generando riqueza a partir del comercio informal”, explica Choque.

Lo que comenzó con ventas en la calle, en ferias itinerantes, se convirtió en tiendas más grandes, galerías, y finalmente enlos famosos cholets, construcciones que reflejan tanto el ascenso económico de los alteños como su identidad cultural.

“Este modelo de construcción ha sido impulsado por la gente misma, sin recurrir a créditos del Estado o instituciones financieras. La riqueza que se genera es endógena, es decir, proviene directamente de las propias capacidades y esfuerzos de las familias, de sus líderes.  

Para Choque, este modelo productivo es una continuación de las tradiciones de los pueblos originarios, que siempre han buscado la autosuficiencia e independencia, adaptándose a su entorno y utilizando lo que tienen para generar recursos.

Según el académico y escritor, Pablo Mamani, la ciudad alteña continúa en crecimiento pese a la crisis económica de Bolivia, su avance se distingue por la economía de subsistencia, basada en el ahorro y la resistencia, y por la economía de acumulación que es lenta y segura.

Y las dos formas económicas se encuentran en los mercados y ferias, principalmente en la feria 16 de julio, que cada jueves y domingo mueve millones de bolivianos. Algunos emprendedores lo hacen con sus pequeños puestos de venta y otros, con visión empresarial, con mega propuestas. “Esta forma cultural económica de ahorro, sacrificio, entrega al trabajo, pese a los malos vientos, hace parte de una actitud culturalmente extendida en el mundo aymara en general, tanto urbana y rural, una cultura sumamente ahorrativa, muy distinta a la del oriente (...) puede sonar como autoexplotación también, como parte, por supuesto, de mantener capital en un caso o mantener la vida”, dice Mamani.

Empero, Calle señala que hay una enorme disparidad económica entre las clases sociales. En un recorrido por la ciudad, uno puede observar cómo conviven grandes construcciones como los cholets o los transformers junto a pequeñas viviendas de adobe. “El Alto es un claro reflejo de la polarización económica. No existen barrios exclusivos para los ricos. Los ricos están dispersos por toda la ciudad, y a veces en zonas que recién se están urbanizando”, reflexiona.

Mamani también reconoce la existencia de marginalidad extrema, la falta de servicios básicos como agua, luz y salud. A pesar de ello, el analista resalta la fortaleza de las juntas vecinales y las organizaciones comunitarias en la protección de sus habitantes más pobres.

“El control territorial de parte de las juntas vecinales hace que el barrio sea un cuerpo cohesionado, fuerte, una especie de hermandad para protegerse. Si alguien tiene que salir a la calle a pedir limosna, prefieren no hacer eso, sino hacer cualquier cosa posible para trabajar, para apoyarlos en primera instancia”, puntualiza.

Los “Qamiris” de El Alto

El resultado de la aplicación permanente de los factores señalados arriba da lugar a la nueva clase social emergente en El Alto: los “qamiris”, emprendedores que han pasado de la pobreza a acumular importantes capitales económicos. Algunos de ellos incluso manejan inversiones millonarias en la ganadería, la construcción y el comercio internacional.

“El 50% de los qamiris que entrevistamos eran huérfanos. Su experiencia de vida, marcada por el sacrificio y la perseverancia, los llevó a superar adversidades extremas”, explica Mamani. A pesar de su éxito, mantienen fuertes lazos culturales y familiares. Las fiestas, el apadrinamiento y otros eventos sociales son espacios donde redistribuyen simbólicamente su riqueza.

A nivel territorial, Mamani subraya que no existe un solo lugar específico donde se concentren los nuevos empresarios emergentes de El Alto. Los "qamiris" están dispersos por diferentes zonas, desde el comercio en la zona de Bolívar D, Ciudad Satélite, Villa Adela, hasta la zona 16 de Julio, Río Seco o lugares alejados.

Sus negocios y relaciones se extienden más allá de El Alto, alcanzando a Santa Cruz, La Paz y hasta a nivel internacional, con conexiones familiares y comerciales que abarcan varios continentes y con cada vez más frecuencia con Asia.

La Estancia, sinónimo de determinación y calidad

La Estancia, líder en elaboración y comercialización de carnes y embutidos, es una empresa nacida en El Alto que combina tradición, esfuerzo y visión emprendedora. Fundada por Juan Payahuanca y Cecilia Olori, su historia es un reflejo del trabajo arduo, las dificultades superadas y el compromiso con la calidad en productos cárnicos.

Juan, oriundo de La Paz, comenzó su trayectoria en el rubro de la carne tras cumplir el servicio militar. “Empecé a aprender la carnicería a los 18 años. Fue una necesidad, ya que debía sostener a mi madre y a mis hermanos tras la pérdida de mi padre”, contó. Por su parte, Cecilia, quien estudiaba enfermería, se unió al negocio al lado de su esposo, dejando de lado su carrera para emprender juntos un sueño: La Estancia.

El inicio no fue sencillo. “Nuestra primera tiendita estaba en la casa de mi abuelo, en una calle poco visible”, relata Cecilia. Con perseverancia, lograron mudarse a un lugar más estratégico de la zona 16 de Julio, lo que disparó sus ventas y permitió que el negocio comenzara a consolidarse. Este cambio marcó un antes y un después.

Con el tiempo, la pareja decidió incursionar en la elaboración de embutidos, gracias al apoyo de Giovanni Mita, un amigo experto en recetas alemanas.  “Aprendimos a producir chorizos, queso de chancho y otros productos”, señaló Juan. Las recetas de La Estancia combinan influencias europeas y bolivianas, se han convertido en la base de su éxito.

Juan y Cecilia enfrentaron momentos críticos que pusieron a prueba su determinación. “Hubo una época en la que pensábamos cerrar el negocio”, confiesa Cecilia, pero decidieron confiar en sus productos y en la dedicación al trabajo.

Hoy en día, La Estancia es una marca reconocida a nivel nacional. Con puntos de distribución en mercados de La Paz y El Alto, y proyecta expandirse a otros departamentos. Además, trabajan con carne de alta calidad proveniente de Santa Cruz.

“Nosotros traemos nuestra carne directamente del matadero y garantizamos su calidad. No todas las empresas pueden decir eso”, aseguras Juan.

Actualmente, la empresa cuenta con 30 trabajadores, a quienes consideran parte de la familia. “Les damos desayuno, mesa puesta, y buscamos que se sientan como en casa. Creemos que un trabajador feliz rinde mejor”, agregó Cecilia.

Este 2025, La Estancia cumple 31 años de trayectoria y continúa creciendo con miras a ampliar su presencia en Bolivia y llevar sus productos a más hogares.

“Queremos que la gente conozca nuestro trabajo y disfrute de nuestros embutidos, que combinan recetas internacionales con ingredientes de calidad boliviana”, concluye Juan.

Para los alteños, La Estancia, representa no sólo calidad, sino también el orgullo de consumir productos elaborados con esfuerzo local.

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