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Doña Lidia, 30 años embelleciendo a las alteñas


Lunes 5 de Abril de 2021, 9:30am






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5 de abril (Urgente.bo).- Es muy creyente en Dios y muy optimista. Sus clientes la conocen como doña Lidia, una mujer muy amigable, agradable, calurosa, amable y tierna.

En menos de 30 años logró tener prestigio y es reconocida por muchos alteños por el trabajo que realiza con mucha dedicación, esmero y sobre todo por vocación. Su salón de belleza está ubicado en la zona de Extranca de Ríos Seco.

En su infancia, cuando tenía ocho años, tuvo un trágico accidente que ocasionó que perdiera el ojo izquierdo y la movilidad en sus piernas. Afortunadamente, después de cinco años pudo volver a caminar.

“Me acuerdo que de muy niña cuando me accidenté, he debido tener mis ocho años, porque empecé a caminar otra vez, porque estaba postrada en cama muchos años, como unos cinco años he estado postrado en una cama”, rememoró doña Lidia.

Contó que siempre quiso seguir la carrera de peinadora, siempre mostró indicios de tener vocación en esa profesión. Recordó que, tras su accidente, cuando se recuperaba en un hospital llegaban personas heridas, entre ellas unas mujeres cochalas.

Tenía sus manos vendadas y no podía peinarse pedía a Lidia, en idioma quechua, que la ayudara a trenzarse el cabello. “Ellas me llamaban, en quechua me decían que las trence, entonces yo iba agarrándome de las camas porque había aprendido de nuevo a caminar. Ahí fue que creo que siempre tenía esa tendencia, porque andaba mirando observando, porque yo veía en una peluquería cómo hacían los cortes, llegaba a casa y a mi hermanita le practicaba, le hacía desastres y mi mamá me azotaba”, comentó Lidia.

Inició a sus 17 años

A sus 17 años, Lidia ya sabía lo que quería y nada la haría cambiar de opinión. Muy segura de lo que haría desde ahí en adelante, se inscribió en una academia pública para estudiar peinador, recordó que se llamaba “IBA” y estaba en Ciudad Satélite de la urbe alteña.

Mientras estudiaba, paralelamente trabajaba en un salón de belleza, cuya propietaria era una conocida de su mamá.

No inició haciendo peinados, porque aún estudiaba, en ese salón solo ayudaba a preparar el almuerzo de las peinadoras, lavaba las toallas, hacía trabajos de limpieza.

“Yo inicio muy jovencita, a mis 17 años me voy a trabajar donde una conocida de mi mamá en una peluquería, pero no de peinadora, sino tenía que hacer limpieza del salón y cocinar para las peinadoras, ese era mi trabajo, o sea limpiar, lavar la toalla y ayudar en lo que se pudiera en el salón, yo no era peinadora, obviamente. Ahí me enamoré de esta carrera, aunque siempre tenía esa tendencia de querer peinar”, relató.

Agregó que estudiando y viendo el trabajo que realizaban las peinadoras, ella quedó muy sorprendida y cada vez se enamoró más de la profesión.

“Me pareció fantástico como una persona entraba de una manera y salía de otra, wau, dije esto es lo que me gusta, esto es lo mío”, expresó recordando aquellos años en los que solo veía el trabajo de otras peinadoras.

Tras concluir sus estudios, inició a trabajar en un salón de belleza ubicado en la 12 de Octubre, del municipio alteño. Trabajó unos tres años en aquel lugar y luego decidió emprender su propio negocio y la zona escogida era Extranca de Río Seco, también en la urbe alteña.

“Tenía miedo porque creo que nunca valoré lo suficiente mi trabajo, porque decía no creo que lo haga bien, pero mi esposo me decía ‘tú puedes, haces bonitos (peinados)’”, recordó Lidia.

Tras emprender su negocio, un posible problema era que en esa zona la mayoría de los ciudadanos eran cholitas, no había presencia de señoritas.

Su decisión fue arrancar con cortes a varones y con el pasar de los años, la situación cambió, muchas señoritas acudían a su salón. “De poco a poco los varones fueron desapareciendo porque no les gusta compartir con las señoritas el lugar, entonces ya me puse a atender pura jovencitas”, relató Lidia.

“A mí me encanta arreglar a las señoritas porque es como enviar un poco de mí. Es como que mando mi hermosura con ellas. Como me he accidentado nunca he podido sentirme bella, bella físicamente, pero también entiendo que lo bello de lo físico no es lo último, sino lo importante es cómo eres dentro de ti, eso lo he aprendido cuando he conocido al señor Jesucrito”, continuó expresando.

En tres décadas no solo embelleció a las alteñas, salvó vidas

Lidia sostuvo que está muy conforme con el trabajo que hizo y hace, en los 30 años no solo “regaló belleza a las alteñas”, también vivió muchas anécdotas.

Una vez salvó del suicidio a una joven con capacidades diferentes. “En una ocasión me pasó algo muy terrible, de pronto entro de un golpe terrible y una señorita con las muñecas cortadas. No he hecho más que sujetarle las heridas y decirle ¿qué hiciste?”, relató.

La joven era sordomuda, había entrado en crisis porque su familia no la comprendía. “La he empezado a curar y le dije yo te amo, eres importante para mí, no hagas esto. Entonces la señorita se calmó y en secreto fui a hablar con su mamá, ella no se enteró”, cuenta Lidia.

Según el relato, los padres de la joven eran de provincia y tras enterarse de lo sucedido, mostraron una actitud molesta y aún no la comprendían a la muchacha. Esperaban reprenderla en casa e incluso castigarla haciéndole hacer trabajos en el campo.

Doña Lidia finaliza comentando que siempre realizó su trabajo con el alma y el corazón, porque hizo lo que desde la infancia quiso realizar.

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