4 de marzo (Urgente.bo).- En las calles bulliciosas de El Alto, uno no puede evitar toparse con los humeantes puestos donde los comensales disfrutan de uno de los platos insignia de la ciudad: el fiambre. Pero ¿alguna vez te has detenido a preguntarte sobre la historia detrás de cada vendedora, detrás de cada deliciosa porción que sirven con dedicación y esmero?
Lidia Mamani, una mujer con más de 27 años de experiencia en este oficio, se levanta cada madrugada con diligencia para preparar los ingredientes de su famoso fiambre. “(Salgo a las) dos de la mañana […] estoy llegando (a mi puesto) a las ocho de la mañana”, cuenta doña Lidia, quien vive en lejana San Roque. Su objetivo es claro: cumplirles a sus clientes, quienes buscan disfrutar de su tradicional plato antes de comenzar su jornada laboral. Aunque ella lleva vendiendo sus productos por más de dos décadas, es desde hace 22 años que se encuentra en su puesto en el puente de La Ceja, un lugar concurrido de la ciudad alteña.
Los inicios de Lidia fueron como los de muchos, una joven vendedora proveniente de una provincia yungueña, que migró a El Alto en busca de un mejor futuro. Ella comenzó con un modesto puesto ambulante por las calles de La Paz, donde era fácil encontrarla en lugares como la Pérez Velasco, El Tejar y el Cementerio General.
“Más antes ambulaba y (por ello) me cansaba y me enfermé del pie”, recordó. No obstante, conforme El Alto crecía y más gente se asentaba en la ciudad, Lidia decidió establecerse en La Ceja, específicamente en el puente, donde continúa deleitando a sus clientes con su exquisito fiambre.
Su fiambre es muy diferente a otros que pueden encontrarse por el área. Ella recurre a un ingrediente especial que la destaca, la yuca. Desde su perspectiva, el fiambre no solo es un alimento propio del alteño, sino también de Los Yungas.
El tra
icional fiambre de El Alto suele llevar papas, chuño, queso, carne, huevo duro y fideo. No obstante, el fiambre de doña Lidia está conformado por una yuca, queso y una milanesa de carne. Además, ella suele acompañar sus platos con un ají retostado o una llajua.
Si uno se remonta a los orígenes del fiambre, este tiene una raíz en el apthapi, una práctica en la que cada persona aporta productos de su tierra o que representen la herencia de sus pueblos. Por ende, el fiambre de Lidia es un reflejo de su origen que comparte con sus clientes, quienes consumen gustosos sus platos. “Ahora (las personas) consumen más yuca, porque es natural”, destacó.
Al mismo tiempo, ella no se queja de las ventas. Para ella, “a veces hay venta y a veces no” y dependiendo de la situación ella suele quedarse unas horas más de lo establecido o irse temprano.
Doña Lidia es madre de cinco hijos, todos alteños, y señala que ellos han sido los que la motivaron a seguir trabajando duró. “Como no hay trabajo para los esposos, la mujer siempre se enfrenta con el trabajo por las wawas, por la cual tenemos que levantarnos tempranito”, mencionó.
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