Que inconforme me siento al no poder ordenar mis ideas y que estas, amigo lector, no sean claras al momento de escribir esta columna de opinión y expresarle a usted un criterio objetivo sobre lo que pueda pasar con la Selección Boliviana hoy frente a Venezuela en El Alto y la semana próxima visitando a Chile en Santiago.
Se reanudan las clasificatorias a la Copa del Mundo y debo confesar mi escepticismo por el rendimiento del cuadro nacional en Villa Ingenio. Y es que desde que Bolivia terminó su participación en la Copa América de EEUU, me quedé con ese sabor amargo de un nivel paupérrimo, jugando a nada y peor aún, sin poder de reacción o argumento que haga pensar que este pésimo nivel del fútbol boliviano, podría cambiar de cara a estas nuevas fechas de eliminatoria.
No pretendo afirmar algo malo, solo quiero opinar sobre lo que vi anteriormente, que no fue nada positivo y lo que me marcó el nivel tan bajo de nuestra Selección, jugando tan mal, como no lo había hecho los últimos 50 años internacionalmente. Una decepción total y una dura realidad que nos sumerge en una suerte depresiva, que no avizora recuperación mediática. Difícil encontrar el paliativo eficaz que sirva de cura para purgar de cara a los siguientes compromisos del torneo.
Este escepticismo que siento es en definitiva una tendencia o postura que me lleva a cuestionar los resultados y la pobre producción vista por nuestro equipo en Eliminatoria y Copa América, que me impide pensar que puede haber una recuperación milagrosa, hoy con nuevo técnico, algunos jugadores más jóvenes en la convocatoria, un cambio de ciudad y otro escenario deportivo. La apuesta más que interesante, me parece disfuncional; más será el resultado que se genere ante Venezuela lo que nos dé la primera respuesta.
Hoy nadie sabe nada, todos esperan algo bueno sin estar seguros qué selección vamos a ver. No hay parámetro alguno que nos de cierta seguridad de buen juego, fútbol intenso, velocidad, manejo y tenencia de balón. Jugadores concentrados en ser precisos, rápidos, contundentes y sin cometer errores de concepto futbolístico; aprovechando todas las jugadas que generen a nivel colectivo, individual y lo que se trabaje en la estrategia de la pelota detenida.
Ahora también me siento pesimista; este estado de ánimo degenerativo, me causó ver a la Selección Boliviana y sus últimas campañas: sin norte, sin mejora en ningún sentido, sin jugadores con ambición de superación personal. Nada los motiva, menos jugar partidos oficiales a nivel internacional y en torneos importantes como la Eliminatoria Mundialista, que representa la vitrina más representativa, donde se puede mostrar lo mejor del talento deportivo y exportar el mismo a países donde el nivel es más competitivo y superior desde todo punto de vista.
Este “bajón anímico” que hoy invade mi raciocinio, me hace ver que vivimos en el peor de los mundos posibles dentro del fútbol de alta competencia. Una realidad donde el dolor parece ser perpetuo y nuestro destino es tratar de tener lo que nunca tendremos. Este pesimismo que vivo con el fútbol boliviano, me niega de momento ver una luz al final del túnel. En otras palabras, estoy propenso a ver y juzgar el juego de la Selección por el lado más desfavorable. Es cierto, todo puede empezar a cambiar esta tarde si Bolivia le gana a Venezuela; para ello, primero tiene que darse el resultado positivo. De pasar lo contrario, seguramente este estado de ánimo será aún más negativo, sin olvidar, además, que en los siguientes días, nuestra Selección deberá visitar a Chile en Santiago, otro cotejo muy complicado y que implícitamente nos denota una presión extra, por connotaciones ya conocidas, que no siempre tienen que ver con el deporte. Un orgullo hasta de identidad nacional. Usted me entiende. Solo espero que este pesimismo me haga más fuerte.
En lo estrictamente futbolístico, la Selección Boliviana cuenta para estas 2 fechas de eliminatoria con jugadores titulares en sus equipos, que son exactamente 4 y los demás, suplentes. Una verdad que no se puede discutir, mucho más si debemos analizar rendimiento y evaluar a quienes formarán parte del equipo que hoy salga a la cancha en Villa Ingenio.
Esa diferencia no debe pasar desapercibida, no es un detalle menor. Lamentablemente es otra de las crudas realidades de nuestro fútbol y el nivel por el que pasa. Los jugadores más importantes de los clubes nacionales son extranjeros, titulares indiscutibles que se han ganado un lugar en cada plantel y son relevantes, sobre todo si tenemos que hablar del medio campo y del ataque.
En Bolivia definitivamente hay carencia de volantes ofensivos y los delanteros, prácticamente han desaparecido. Ningún joven talento boliviano aspira a ser goleador y trabaja en su formación futbolística para ser destacado en ese puesto, el más importante y representativo de un equipo. Los goleadores, son los referentes del fútbol. Aquí en Bolivia no los tenemos, lastimosamente. Los equipos bolivianos, no cuentan con ellos, por ende, la Selección Nacional, no tiene delanteros, no cuenta con referentes y no hace goles. Nadie marca la diferencia, es una pobreza de atacantes total.
Los goles cuestan mucho dinero, los delanteros cobran más que cualquier otro jugador y si son eficientes, le dan jerarquía al equipo y sus nombres sobresalen al resto de sus compañeros, sobre todo a nivel internacional.
En Bolivia hay tanto conformismo, pues todos ganan bien, que ya no necesitan aspirar a algo más. Lo poco que hacen o lo mínimo que aportan en el juego, les alcanza para estar bien, sin esforzarse demasiado. Muchos, no todos, se niegan a mejorar, no quieren superación y ganar realmente mejor, tampoco los motiva. No ven la necesidad de ir al exterior y entrar en el fútbol de la alta competencia. No tienen la ambición de pasar a ganar millones; a ellos les basta ganar lo que les da el esfuerzo mínimo y la mediocridad. Repito, no todos, pero si una gran mayoría.
Cierro la columna, deseando salir de este estado de desánimo personal y esperando un triunfo de la Selección Boliviana hoy frente a Venezuela. Hay que exigirle a nuestro equipo victorias. El fútbol es resultadista y la competencia deportiva quiere y demanda triunfos de La Verde, mucho más cuando hay una afición de por medio necesitada de festejos y alegrías.
Mientras eso no ocurra, seguiré entre el escepticismo y el pesimismo por el fútbol boliviano.
///