El reconocido escritor y columnista Jorge Patiño Sarcinelli ha lanzado hace unos días su nueva novela, Olivia, con el sello de Plural, la casa editorial con la que él ha lanzado otros libros en el pasado: La vida era solo una hipótesis (2021), Coda al diccionario (2004) y Supersticiones (2004).
Patiño nació en Rio de Janeiro en 1954, hijo de padre boliviano y madre brasileña. Hizo el colegio en La Paz, la universidad en Brasil y el pos grado en Estados Unidos. En Bolivia trabajó en los sectores financiero y eléctrico hasta 2004, año en que se fue a trabajar a Brasil, para después asumir la dirección ejecutiva del Toronto Leadership Centre en Canadá en 2006. En 2014 vuelve a Bolivia. Escribe en los periódicos nacionales desde 1987, como columnista en La Razón, Pulso y Página Siete sobre temas sociales, políticos y literarios. Su primer libro es El dilema del campanero de 1995.
P. Su carrera literaria comienza con un libro de textos cortos, El dilema del campanero, después viene ese libro imposible de clasificar, Coda al diccionario, y dos libros de cuentos, Supersticiones y La vida era solo una hipótesis. ¿Qué lo lleva a escribir una novela después de tantos años dedicado a la prosa corta?
R. Comencé esta novela como un desafío. ¿Sería capaz de escribir una novela? Sentía que mi ritmo natural se inclinaba hacia el cuento y el ensayo, y la novela me parecía un desafío enorme. De hecho, han pasado más de doce años desde que escribí las primeras líneas. En medio camino la he abandonado muchas veces antes de lograr algo que me satisficiera. Espero que lector crea que valió la pena el empeño.
P. ¿Cuáles considera que son sus principales referencias e influencias literarias como escritor?
Soy un lector desordenado. Me gustan muchos autores, y seguramente he aprendido de muchos, pero no sabría señalar una influencia determinante. En esta novela el modelo que me ha guiado es sin duda Contrapunto de Aldous Huxley.
P. ¿Por qué debería alguien leer su novela?
R. En primer lugar, por placer, evidentemente. Por el placer de leer una buena prosa, por divertirse con diálogos con chispa, por exponerse a reflexionar sobre política y sobre la existencia y finalmente, por saborear una buena historia contada de un modo poco canónico.
Olivia
Olivia es una novela política ambientada en la ciudad de La Paz de hoy que hace referencia a cuestiones actuales, usando personajes ficticios, algunos quizá fuera de lo común, pero lo suficientemente realistas como para sospechar que todos viven en algún rincón de La Paz.
La novela pone en oposición narrativa a dos mundos de esta ciudad: un círculo de burgueses acomodados y un grupo de jóvenes idealistas. Estos mundos entran en contrapunto y tensión a través de dos historias que sirven de rieles sobre las que se arma la novela, cobran vida los personajes y sus temas: política, poesía y pensamiento.
Las dos historias son un amor imposible que va creciendo y un secuestro. Ambas se desarrollan en escenas en las que el lector conoce a los personajes a través de diálogos, descripciones y reflexiones.
La heroína de la novela es Olivia, una de las jóvenes del grupo y de alguna manera su líder natural por la fuerza de su carácter y sus convicciones inflexibles.
Las tramas complementarias que componen la novela están inmersas en escenas en las que el tiempo de la novela transcurre de manera implícita. El tiempo, los sentimientos y las personalidades deben ser percibidos por el lector. El lector debe sentir que dos personajes se están enamorando, en lugar de que el autor tenga que señalarlo de manera explícita. Algo similar sucede con el tiempo. El lector percibe que el tiempo de las dos tramas ha transcurrido porque las realidades han cambiado, sin que haya una cronología explícita. El tiempo de la novela no es el del calendario sino el de su propia dinámica.
Un amor imposible, un secuestro; un grupo de jóvenes idealistas, desencantados con el rumbo del país hoy, los dilemas existenciales de quienes no tienen que vender delirios para comer, los sucios juegos del poder con el dinero.
Esta novela, donde el tiempo se mueve en estampas, pone en oposición narrativa a dos mundos de la ciudad de La Paz poblados de personajes cautivadores. Olivia es la heroína aguerrida y consecuente, Simón, un burgués con veleidades literarias; Petra, una joven alemana que ha venido a hacer la revolución que en su país ya es quimérica; el inescrupuloso abogado Gallardo; el excéntrico Píndaro, que vive en su peculiar mundo filosófico. Flavia cuyo segundo hogar es el Malabar, Valeria que disfruta su doble vida hasta que la trama decide otra cosa; Rudy el nuevo banquero, Rafo, el periodista que descubre el vínculo que da un vuelco a la historia; Camargo el poeta y Pascal el matemático que se suman al grupo de jóvenes idealistas para salir de sus burbujas. Y, como ornamentos de la narrativa, están los personajes de corta, pero no por eso menos memorable aparición: el hábil detective Huanca, Rigoberto Aproximado, unos de los fijos del Vaticano, el bar donde se reúnen los jóvenes y Jack Turbing, borracho consuetudinario que ha enloquecido leyendo novelas rusas.
Estos y otros personajes entran en contra juego en esta intensa novela poética, picante y filosófica, que lleva al lector a través de escenas en las que se desarrolla una doble trama de amor y política, que se encuentran en un final sorprendente.
Quizá a algún lector la cantidad de personajes le dé la impresión de una novela rusa, pero debe dejarse llevar, ingresar a un mundo. ¿Quién puede mostrar un mundo si no es a través de sus habitantes?
El lector disfrutará de esta obra si se embarca en la novela, predispuesto a conocer personajes y dejarse llevar por diálogos –algunos divertidos, picantes o metafísicos- y reflexiones, más que ansioso de conocer finales. El lector verá su paciencia premiada con un final inesperado.
La novela envuelve la trama en tres temas principales: lo político actual, el amor con ingredientes de intensidad y de lo prohibido, y el existencial; y usa para desarrollarlos tres modos narrativos: el diálogo, profusamente, la descripción y la introspección del diario de un personaje.
La novela juega con opiniones diversas y deja que los personajes expresen posiciones, dejando al lector que mantenga las propias o las cuestione, pero nunca ofreciendo una respuesta que haga que la opinión de un personaje se imponga al lector en detrimento de la de otro. En algunos diálogos ni siquiera importa quién dijo qué, sino que el lector sienta el flujo algunas veces entretenido, otras veces reflexivo de la conversación.
La novela huye sin duda al esquema tradicional de la novela que lleva al lector a través del desarrollo cronológico de una trama o más de una. En el caso de esta novela, si bien, como señalamos, hay dos tramas paralelas, ellas van a un ritmo implícito, sutil, con escenas que no tienen un lugar en el tiempo, pero complementan perfectamente el desarrollo de las historias.
Es probable que cada lector encuentre en Olivia una novela distinta. Unos quizá vea en ella una historia política, otros la historia de un amor imposible, otros una caricatura de una clase social, otros finalmente un encuentro con personajes que provocan reflexiones. Suponemos, naturalmente, que el autor ha querido que sean todas esas cosas a la vez.
No se puede dejar de resaltar como méritos literarios de la novela la elegancia de suprosa y el sorpresivo final, que quizá lleve a más de uno a leer la novela por segunda vez con los ojos que da la clave final.
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