13 de mayo (Soledad Mena, Urgentebo.com).- El doctor Jhiery Fernández no solo cura los males del cuerpo, sino que ayuda a aliviar los dolores del alma. El médico que injustamente estuvo detenido en el penal de San Pedro, ahora se dedica desde el hospital de municipal de Cotahuma ayudar a la gente incluso en los momentos de desastres, como el que ocurrió en San Jorge Kantutani.
Desde el 10 de octubre del año pasado, el médico Fernández recupera el tiempo perdido, se concentra en su profesión, con la diferencia de que ahora lo hace con mayor compromiso, tras el apoyo que recibió de la población parque se haga justicia.
En el hospital municipal de Cotahuma atiende a más de 24 pacientes al día entre niños, jóvenes y adultos. Para la mayoría de los pacientes es una víctima de la justicia y héroe a la vez.
“Un señora de la tercera edad me hizo reír y sonrojar, me pidió que firmara un cuaderno, dijo que quería mi autógrafo. Ese tipo de apoyo he recibido de muchas personas, pero también hay unas dos personas que me acusan”, dijo sonriendo.
En su labor como médico del hospital municipal salió a las calles para atender a los damnificados del deslizamiento del relleno sanitario de Alpacoma y de las zonas Kantutani, San Jorge e Inmaculada Concepción, donde no solo brindo ayuda física, sino también emocional y de aliento.
“He hecho un juramento como médico, el objetivo es atenderles, colaborarles, ayudarles, brindar apoyo físico y porque no también apoyo emocional y psicológico, a veces las personas simplemente tratan de desahogarse y el único apoyo que están pidiendo es que les escuchen”, dijo.
Estando en la cárcel se acercó más a Dios, fortaleció su fe. Antes de dejar el penal hizo un compromiso junto a sus compañeros de celda, de volver al lugar, pero esta vez para brindar ayuda espiritual a los reos dando a conocer su situación como prueba de fe.
“No fui todavía, pero lo voy hacer, hay un compromiso con los compañeros. He conocido a todo tipo de personas, hemos tenido muchas fe y hemos hecho un juramento para hablar de la palabra de Dios, tratar de sembrar esa fe para que no dejen de creer y seguir adelante”, recordó.
No todo fue malo en la cárcel. Durante los cuatro años aprendió de todo. Ocupó todo su tiempo en pasar cursos de capacitación técnica en electricidad, repostería e informática. Conocimientos que hoy en día los pone en práctica en su casa junto a su familia y amigos reparando y cocinando.
“En la cárcel tenía necesidades. Comenzamos a vender muchas masitas: rollos de queso, pizza y queques. Nos fue bien, tenía un compañero que me ayudaba en todo”, dijo.
Cada fin de semana, excepto cuando esta de turno, viaja a Oruro para estar con su familia, quiere recuperar el tiempo perdido.
Se mete a la cocina junto a su mamá para preparar un thimpu orureño; para hornear un queque de naranja como postre. También aprovecha para estar junto a su papá ayudando en su taller de costura. .
“Soy hogareño me gusta cocinar, hornear, ordenar, hacer algo de albañilería, carpintería, electricidad (...) Jugar futbol, wally y volibol, lo importante es reír y compartir con ellos”, expresó.
Agradece el apoyo incondicional de su familia y de su pareja que le ayudó a resistir los momentos difíciles que atravesó en su vida.
Puede trabajar, pero aún tiene un proceso judicial pendiente que no le deja dormir. Sobre él pesa una sentencia de 20 años. Aún queda una audiencia apelación que se llevará muy pronto. Los jueces podrían ratificar su sentencia penal, podrían decidir repetir nuevamente todo el proceso del juicio o simplemente declarar la absolución que es lo que espera él.
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