Hablar de ciudades del futuro, o inteligentes y que utilicen tecnología para mejorar su gestión y uso de la energía a veces resulta mágico pero la gente dejó de criticar a los “futuristas” porque se dio cuenta el rápido avance de la tecnología que prácticamente llegó para mejorar la vida de los ciudadanos. Además porque es la gente la que está usando desde app para mejorar condiciones de control de sus sistemas de electricidad hasta para monitoreo de sus propias casas. Entonces la tecnología está ya presente en la cotidianeidad.
Ciudades inteligentes, resilencia de las ciudades, energía renovable y domótica no sólo son conceptos bien armados, sino son acciones que se requieren para seguir construyendo mejores ambientes urbanos para vivir: ciudades inteligentes, casas con domótica y energía renovable: ecuación complicada de lograr pero el camino a ello está plateado y es, casi, irreversible.
Siempre hemos comentado y nos hemos suscrito a la visión de lo que pueden ser las ciudades inteligentes, que no es otro cosa que la transformación de las actuales ciudades y la implementación creativa, innovadora y profunda de sistemas de gestión tecnológica como, por ejemplo, el uso eficiente de la electricidad lo que permitirá, entre otros, el estímulo de nuevas industrias y la explosión de la creatividad: ya comentamos en otras columnas: la innovación en nuevas empresas de servicios de construcción de softwareque mejora condiciones de gestión de empresas, ciudades y domicilios en el uso de energía.
La ciudad inteligente va de la mano de la enegía. Es otra perogrullada. Y tiene que ver con temas transversales: resolver la movilidad urbana. Resolver la iluminación pública y privada. Y consejos sobre el particular hay muchos, y varios ejemplos de ciudades que ya aplican sistemas de mejora del uso de la electricidad dando paso a eso que hemos estado fastidiando mucho: la eficiencia energética. Pero smart citieses también: resolver la calidad ambiental, la seguridad y crear las condiciones de productividad, inclusión y calidad de vida.
Algunos elementos que siempre subrayamos: el alumbrado público representa un costo fijo muy alto a las entidades municipales a su cargo, además de alto consumo de electricidad (normalmente generada a gas natural o a fósiles y muy poco a renovables). Por ello la insistencia en que entidades municipales de principales ciudades latinoamericanas impulsen políticas de uso de sistemas LED sumado a sistemas inteligentes de gestión de iluminación obviamente con generación vía renovable. Ello significará una varadera política pública de largo plazo para liberar, por ejemplo, volúmenes de gas ahora destinados a generación eléctrica para ciudades y dedicar ese gas, por ejemplo, a sistemas industriales.
Esas acciones van a permitir, como también ya se tiene analizado en otras columnas, reducir drásticamente los costos de energía urbana y lo más importante: disminuir emisiones de CO2 logrando establecer nuevos modelos de gestión de la electricidad tanto pública como privada; en sencillo: cuidar el costo y reducir facturas!.
Si bien es cierto hay muchos datos y estudios no es menos cierto que el ahorro de electricidad, vía uso de LED, a nivel global podría fácilmente alcanzar entre 10 - 20 millones de kWhaño: siempre y cuando se imponga la ecuación: alumbrado público y privado LED, mejores métodos de uso, ahorro y eficiencia y generación vía renovable. Siempre cito el exitoso ejemplo de Buenos Aires que renovó casi la totalidad de su sistema de alumbrado público con tecnología LED, logrando importantes ahorros de dinero y de energía a la ciudad.
La reflexión final pasa por el mismo punto: el estado debe ser un facilitador y evitar poner trabas a la innovación y a la industria y consolidación de los servicios de tipo LED y de tecnologías que contribuyan a hacer de la ciudad una ciudad inteligente. Mientras menos estado mejor oportunidad habrá para que las ciudades latinoamericanas estén a tono con las asiáticas, norteamericanas o europeas. Menos regulación y más estímulo.
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