“Siempre he sentido que alguien me impedía, que me decían que tenía que dedicarme a la moda, a la cocina. Incluso, alguien que por mi forma de vestir o maquillarse no tengo relación con la informática. Me topé con mentes muy pequeñas, pero eso no me detuvo, al contrario”, dice Emilia, una de las 30 mujeres que participó en un encuentro sobre la capacidad de las mujeres en el mundo de la ciencia y tecnología.
Emilia cree que la discriminación a las niñas en áreas de estudio técnicas comienza con los juegos en el hogar, asignando sólo el rol de cuidadoras, cuando ellas también necesitan jugar con legos, juegos mecánicos y de capacidad mental básica que también les enseñan a razonar de forma distinta y a construir
Treinta mujeres, muchas de ellas de corta edad o adolescentes, o jóvenes de 18 años para adelante, que estudian o ya son profesionales en carreras relacionadas a Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM), son un ejemplo no sólo de superación, sino de temple personal para vencer la discriminación masculina que existe en esa área de estudio y laboral.
Muchas de ellas ya tienen proyectos en tecnología que motivan a otras mujeres y niñas a educarse en las STEM, otras participaron en diferentes eventos internacionales donde sus talentos son reconocidos, otras más ya se desempeñan profesionalmente en el ámbito laboral.
Sus perfiles destacan sus logros y promueven que Bolivia tenga más mujeres y niñas que se eduquen, participen y tengan éxito en las nuevas tecnologías.
Cada último jueves de abril se celebra el Día Internacional de las Niñas en las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) que es un esfuerzo global para empoderar y alentar a las niñas y adolescentes a que estudien carreras en el ámbito de las TIC y así desarrollen su pleno potencial.
Las tratan de “ratas” a “marimachos”
“Las niñas y las mujeres son la población con mayor talento desaprovechado para convertirse en la nueva generación de profesionales en áreas de ciencias y tecnologías, por lo que debemos invertir para sacar a la luz esas capacidades. Esto es primordial para los derechos humanos, la inclusión y el desarrollo sostenible”, explicó Katarina Johansson, Representante Adjunta de UNICEF.
Ariana Cuéllar, de 12 años, se interesó en la informática a sus diez a través de cursos de Technovation, hoy está motivada para estudiar ingeniería de sistemas.
“Era bonito porque el curso era solo para niñas y gané un concurso a nivel nacional eso me motivó más a estudiar ingeniería de sistemas, la tecnología es algo maravilloso; es la ciencia del futuro, invito a que más niñas practiquen”, señala.
Sin embargo, Ariana revela que algunas niñas sufren de bullying por estudiar informática, “tienen miedo de las burlas, de lo que les dicen”, cuenta al lamentar que por eso muchas se desaniman, pese a que fueron mujeres quienes inventaron el Wi Fi y los libros electrónicos.
El ámbito de estudio mismo se torna hostil ya que una niña se siente intimidada al encontrarse sola en medio de muchos varones, incluso llegan a apuntarles qué hacen donde todos son “machos” o les tratan de “ratas” (término para identificar a quienes juegan mucho videojuegos).
La joven María Emilia Aguilar cuenta que se involucró en las TIC a través de videojuegos, creando sus propias historias y personajes, luego aprendió a programar y descubrió que “tenía el control en todo lo que quería hacer”.
“Si bien hay preeminencia masculina hay mujeres que están haciendo grandes cosas por muchos motivos. Nada nos puede detener en este momento, ni nosotros podemos impedirnos (de estudiar)”, señala.
Emilia, al igual que Ariana, sostiene desde muy niña encontró que los hombres no ven a las mujeres capaces en informática, “si quieres adentrarte te dicen que eres marimacho o medio rara porque a una mujer no deberían gustarle estas cosas”, recuerda.
En la universidad, esa mala actitud se reiteró: “en la misma carrera te sugestionan que no eres suficientemente buena para estudiar”. Ya en la vida laboral, el pasado continúa repitiéndose ya que los jefes las ven incapaces, “te voy a dar algo fácil” les indican o les dan labores que no están vinculadas a lo que estudiaron, indica Emilia.
La niña Ariana concluye: “somos parte de la historia, podemos marcarla
y sentirnos orgullosas de ser mujeres”.
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