Ya se está hablando de elecciones en Bolivia, el debilitamiento del MAS debido a su ruptura ha puesto a muchos a afilarse los bigotes para considerar candidaturas que en esta ocasión tienen más probabilidades de obtener mejores porcentajes –y quién sabe quizás hasta la victoria- en los comicios de 2025.
En los lives de TikTok que llevo a cabo con mi pareja, que es analista político, la gente siempre nos pregunta sobre las posibilidades de cada prospecto de candidato de ganar, cual si fuéramos pitonisos délficos. Nosotros, como no tenemos las habilidades de entrar en trance como en el oráculo, tratamos de analizar los pros y contras de cada personaje para dar una respuesta que a menudo no satisface a la gente pues muchos buscan un mesías que aplastará a su oposición y resolverá todos los problemas del país, incluida la polarización y así viviremos felices como vivieron los habitantes de Camelot, los ríos llevarán miel y en los árboles crecerán huevos fritos.
En medio de los devaneos de ríos de miel, me he dado cuenta de que los prospectos de candidatos tienen algo en común que me ha dejado pensando: son viejos. Mucho ojo que no busco usar el término viejo de manera peyorativa porque yo misma he pasado ya las cuatro décadas y no siento que ser viejo sea en absoluto algo inhabilitante… al menos no por las razones que se acostumbra citar.
Ahora bien, pensemos en los contrincantes que se espera participen y obtengan un porcentaje de votos respetable: Evo, Luis Arce, Carlos Mesa, Manfred Reyes Villa, Jorge Quiroga y Samuel Doria Medina. Todos ellos sobrepasan los sesenta años, voy a insistir una vez más, no voy a poner en juicios sus facultades mentales y físicas, todos parecen vivaces, son quizás más activos que muchos jóvenes de las nuevas generaciones, eso no se cuestiona.
Pero son hombres del siglo pasado, su mentalidad, sus afanes, sus circunstancias son del siglo pasado, por eso Evo sigue razonando como el sindicalista de los 90, Tuto todavía cree que sus títulos universitarios pueden impresionar, lo mismo que Mesa parece anhelar los viejos días republicanos. No está mal, yo anhelo los locos años 20 y daría todo bailar el Charleston… mi punto es que el mundo del siglo XXI es otro, y es uno muy diferente.
Samuel y Manfred lo han entendido, por eso Samuel hace TikToks y Manfred, que algún día dijo que la homosexualidad es una enfermedad, ahora no tiene problema al salir en público impersonando a Freddie Mercury, pero eso no basta. Ellos entienden que los tiempos han cambiado y pueden adaptarse pero no son los creadores, no son los artífices de los valores ni de las miradas de esta época, otros lo son y unirte a la movida no te hace ser parte de ella.
Alguien dirá que en realidad es bueno que estén por encima de los 60, porque la edad significa sabiduría. Sí, tienen razón, a los 20 no tenemos la cabeza serena que tenemos a los 40 ó 60, pero nos cuesta más resolver problemas del hoy, como por ejemplo intentar hacer un podcast, sin la ayuda de las nuevas generaciones que resuelven sus problemas de diferente modo a cómo los resolvemos nosotros.
Alguien más me dirá que para eso nuestros prospectos de presidentes pueden rodearse, y seguro se rodean (en especial Evo) de gente muy jovencita y que domina y comprende el mundo mejor que ellos y que los ayuda a conectarse. Y está bueno, me gusta esa colaboración pero entonces, ¿Por qué no simplemente ponemos a esa gente muy jovencita en el poder? Nuestros amigos mayores pueden fungir como consejeros y dar paso a las nuevas mentes para que entendiendo que este mundo es de ellos y que lo comprenden mejor, simplemente gobiernen. Tal vez ellos pueden sacarnos de nuestra eterna condición de productores de materias primas, tal vez ellos dejen atrás las narrativas caducas con las que nosotros hemos construido nuestra realidad.
De nuevo me responderán que estos jóvenes no tienen experiencia, que necesitan hacer más camino y conocer mejor nuestra realidad. Bueno, nuestros prospectos de candidatos tampoco es que hayan hecho un papel óptimo o usado su recorrido en la vida para tomar decisiones adecuadas. El último sesentón que nos ha gobernado, está escapando de la crisis a duras penas así que visto lo visto, no sé si alguien más joven podría hacerlo peor, pero pienso que lo haría diferente y lo que necesitamos ahora son respuestas diferentes.
Sin duda, alguien me acusará de querer, con esta pequeña columna incentivar a que haya presidentes más jóvenes para solazar la mirada, y aunque en efecto eso no estaría nada mal, mi verdadero objetivo es que nos preguntemos por qué los políticos han envejecido tanto y por qué no hay quién les tome el relevo, y si lo hay, por qué permanece en las sombras ¿Será que los políticos temen que los bolivianos no votemos por gente nueva y en cierta medida, desconocida? Y si es así ¿Por qué si decimos que queremos renovación, nuestros votos dicen lo contrario?
Nuestro país está compuesto mayoritariamente por jóvenes, y aunque éstos participan en el mundo de la política, empiezan desde abajo y ascender les cuesta mucho, y si llegan a tener poder, la situación se les complica y terminan siendo puestos al hielo, como pasó con Adriana Salvatierra. No lo sé es sólo que me resulta inquietante que para el bicentenario tengamos que elegir entre los mismos, es como casarte y servir un recalentado en el banquete de bodas, aunque sin duda, alguien me dirá “recalentado es más rico”. Ni modo.
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