Han pasado más de cuatro años y medio desde que se han instalado en el Prado de La Paz. Son las víctimas de las dictaduras que se mantienen firmes en su vigilia para lograr el reconocimiento del Estado. Los hombres y mujeres que sufrieron una serie de torturas y maltratos por parte de las fuerzas militares en épocas dictatoriales aseguran que su lucha es por un resarcimiento moral, más allá del económico. Y hasta ahora no son escuchados.