9 de enero (Jacqueline Maydana, Revista Oxígeno).- Es 28 de julio del 2022. Hay una gran concentración de personas, en el marco de la Gran Parada Militar por el 201 aniversario de la independencia del Perú, un grupo de bailarines interpreta “la danza más importante de la fiesta de la Candelaria”, donde están osos negros y blancos, ángeles con cabellos largos, chinas, a lucifer con su tridente, entre otros personajes. “Qué hermosa es la diablada puneña”, exclama un comentarista. Sí, la danza boliviana fue interpretada en un evento oficial del estado peruano, como propia. La califican de patrimonio peruano, sin considerar que esta expresión es el resultado del contrabando de cultura boliviana.
Danzas bolivianas son representadas como peruanas, en el sur del vecino país y en todo tipo de acontecimientos. Por ejemplo, cuando se iniciaba el auge de la televisión a color, productores filmaron una película peruana donde se presenta una entrada folclórica con danzas como la morenada y el caporal. Por si fuera poco, el 2017 la agrupación peruana de caporal Pasos de Fuego, a través de sus redes, lanzó el tráiler de su película "Pasos de Fuego: La Hermandad”, una producción que muestra a la danza que fue creada en la década de los 70 en el barrio del Gran Poder, como si fuese natural del vecino país.
A principios del año pasado, con motivo de la llamada Fiesta de la Candelaria, que se celebra a principios de febrero, la municipalidad del Puno presentó un catálogo de sus expresiones folklóricas, en el que se destacan 10 danzas bolivianas, entre ellas los Caporales, la Tuntuna, la Llamerada, los Tink’us, la Morenada o la Kallawaya. Este hecho dio lugar a un reclamo, pero no hubo ningún cambio en el vecino país. Ahora nuevamente, las comparsas del Puno se preparan para una nueva versión de su principal festividad.
Los bolivianos que residen en Perú dan cuenta que la cultura boliviana es interpretada muchas veces, aunque para hacer la “diferencia”, usan trajes distintos y aplican algunos cambios en los pasos de las danzas. “Escuchan nuestra música, bailan nuestras danzas. Por ejemplo la moseñada, de la provincia Aroma, se baila y se conoce con otro nombre y su baile es diferente, es más ágil, sus trajes no son iguales que en Bolivia, incluso de las cholitas, aquí usan una talla normal, allá usan tallas grandes”, cuenta Jimena Ramos, una compatriota que vive en el vecino país hace 5 años.
La usurpación peruana
Estos hechos demuestran una clara “usurpación” de la cultura de Bolivia, aseguran los defensores del folclore. “Perú está avanzando a pasos gigantes en la promoción de la morenada y la diablada; antes solo era Puno, Juliaca, los pueblos o ciudades al borde de Bolivia, ahora ya es en Lima, Trujillo, y otras ciudades; hasta en las escuelas, en colegios y universidades les enseñan a bailar”, asevera el investigador y defensor del folclore, Napoleón Gómez.
Por su parte, el músico y defensor del folclore, Juvenal Paredes, refuta el argumento de Perú sobre que ciertas danzas como la morenada, caporal o diablada ya se bailaban desde mucho tiempo atrás en el vecino país. En su experiencia como músico, relata que por los años 70 en Perú aún no se bailaba ni morenada, diablada caporal pues no eran conocidas allá. “Yo hago música desde fines de los años 60 (…) he recorrido Perú en los años 70 con la agrupación Bolivia Andina o Tiwanaku Andino con el señor Luis Calderón, también con el grupo Los Cusis. Yo recuerdo que en esas épocas no se bailaba el caporal ni el t’inku o las danzas bolivianas, hoy dicen que pertenece a Puno y eso es lo doloroso, hemos visto mucha usurpación del folclore boliviano”.
Por ello se ha instalado un interminable e intenso debate sobre el origen la música, la danza e incluso los bordados folclóricos que se lucen en ambos países. En las redes sociales, bolivianos y peruanos defienden sus expresiones folklóricas; e incluso, el vecino país se animó a declarar a la Danza Morenada, Rey Moreno y Rey Caporal como Patrimonio Cultural de la Nación el 2021.
Además, el 2014, Perú logró que la Unesco inscriba a la festividad de la Virgen de la Candelaria en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, aunque reconoció que se bailaban danzas bolivianas en dicha fiesta. En ese contexto, Gómez cita que el caporal fue creado en 1972 en La Paz, en el hogar de la familia Estrada-Pacheco, que se inspiró en la saya, un ritmo de la región paceña de los Yungas, donde hay una importante población afrodescendiente.
No solo lo dicen los bolivianos. En julio del 2016, el profesor peruano José Javier Salas, de la Asociación Cultural Brisas del Titicaca, declaró en una conferencia que “no podemos apropiarnos de algo que no es nuestro, hay mucha gente común que con mucha facilidad dice 'la actual Bolivia era Alto Perú, así que todo lo que se produce en el Alto Perú es nuestro’. Mentira señor, si el producto aquel, el producto artístico ha nacido después del 6 de agosto de 1824, es boliviano”.
“No puedes apropiarte de algo que no es tuyo (…) es un tema bonito, se deja bailar, simpático, pero no es peruano, el caporal no es peruano”, indicó en aquel entonces, pese a las críticas.
El “contrabando de la cultura”
¿Qué hacen los músicos bolivianos? Su papel es crucial para coadyuvar o, de lo contrario, evitar la “usurpación” de la cultura boliviana. Gómez y Paredes coinciden en que los intérpretes de Bolivia deben aclarar cuál es el origen de las notas que irán a tocar en Perú, pero no lo hacen y eso permite el “contrabando de la cultura”.
“Como artista, como músico y al mismo tiempo como comunicador me doy cuenta de muchos detalles, por ejemplo, en el Perú bailan la música boliviana, el caporal, la morenada u otros ritmos, pero no son con intérpretes del Perú, sino con intérpretes bolivianos, bandas bolivianas que van allá para hacer bailar a los peruanos, pero no dicen el origen”, narra.
Inclusive, Paredes menciona que se enteró que algunas agrupaciones bolivianas que viajan a Perú tienen prohibido usar la tricolor en sus vestimentas o decir que la música que tocarán es de autores de Bolivia, de lo contrario, no habrá contrato. “Los artistas salen con el fin de internacionalizarse, hacer brillar su música fuera de las fronteras y he escuchado de algunos jóvenes intérpretes que van allá, que las fraternidades les dicen 'no van a decir que esto es de Bolivia o sino no hay contrato'”, indica.
Para Gómez, el “contrabando de la música boliviana” se acrecienta más porque las danzas bolivianas se difunden como peruanas en el mundo con financiamiento del Gobierno peruano. Esta “usurpación” es denominada por Gómez como “apropiación indebida cultural” y lamenta que Perú busque “hacer creer” que la danza del caporal, la diablada y la morenada se comparten con Bolivia.
“Esta es una mentira que han creado las élites puneñas (de Puno), ellos son los culpables. Las élites puneñas que son traficantes de cultura, aquellos puneños que vienen a Oruro, a La Paz, llevan trajes, llevan bailarines, grupos de música, han visto que hay un buen negocio. Es como el contrabando que hay en el país, pero de cultura y encima le ponen marca peruana, ya es realmente delito de apropiación indebida que se da a nivel internacional”, expresa.
Añade que en Perú ya se bailan casi todas las danzas bolivianas, entre ellas la llamerada, el salay, waka waka, kullawada, pero las más exitosas son la diablada, el caporal y el t’inku.
Menciona además, que Perú no solo se apropia de las danzas, sino también de la música y el vestuario. Expone que los bordados de manos bolivianas ya están en Perú y Chile. Por su parte, Paredes recuerda que por los años 70, a Luis Calderón le ofrecieron en Puno comprar la vestimenta “que nosotros usábamos en esas épocas tanto de la diablada y la morena, querían comprar porque allá no había”.
“Los bordadores y músicos son los que no hacen respetar al país, tenemos que tomar conciencia, hay que valorar lo que tenemos”, añade Gómez.
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