El "acuerdo de París" (2015) causó revuelo éstas semanas tras el anuncio del presidente de Estados Unidos de retirar su país del mismo. Un apunte: para que un tratado internacional entre en vigencia y sea acatado por tal por Estados Unidos debe ser ratificado por el Senado norteamericano,previamente.
El acuerdo de París planteó limitar el aumento de temperatura global a menos de dos grados y hacer un esfuerzo mayor por no superar los 1,5 grados. Esto implica reducir gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático y favorecen el aumento de la temperatura. Para llegar a ese esfuerzo se requiere bajar consumo de fósiles y generar energía limpia.
Repasando un tanto el "tratado" -que tiene muchos análisis de diversos especialistas- no es otra cosa que un documento que formula una tesis para que un país reduzca sus emisiones de gases de efecto invernadero. Infortunadamente el acuerdo -muy valioso desde la perspectiva de la declaración y el testimonio global a favor del medio ambiente- carece de mecanismos de fiscalización, de seguimiento y de ejecución, porque no obliga a nada concreto a las partes. Es una declaración de intenciones.
Cada país presenta sus intenciones de "combate" contra la emisión de gases de efecto invernadero pero no existen, de momento, organismos supra-nacionales que puedan hacer seguimiento y control de tales anuncios, por lo menos con la minuciosidad que es esperada.
Acuerdos de éste tipo que -reitero- son altamente importantes para el medio ambiente deben, sin embargo, considerar el alto costo de implementación.
Estados Unidos por supuesto que desea ser parte de estos esfuerzos globales por el medio ambiente pero, según se percibe, necesitan acuerdos más justos, de manera que no sea Estados Unidos el que ponga todo el esfuerzo en la reducción de gases de efecto invernadero. Copio una noticia que circula en la red y que indica que presidente Trump estimó que el acuerdo costaría a Estados Unidos aproximadamente 2,7 millones de empleos para 2025 y que para 2040 reduciría el tamaño de industrias papel (12%) cementeras (23%), metalmecánica (38%), carboneras (86%) y industrias de gas natural (31%), con un costo global de casi 3 billones (billón americano) de dólares en su PIB.
China y otros grandes consumidores de fósiles (petróleo y carbón) con igual "aporte" de gases de efecto invernadero no se comprometen a tanto como Estados Unidos.
En lo personal: creo que el acuerdo es importante, como también creo en la generación de energías "limpias" ambientalmente hablando, pero que de momento aún las industrias como la solar y la eólica generan costosas operaciones. Los costos están en pleno proceso de reducción, es verdad, pero lo que inquieta -de momento- a expertos norteamericanos es que si bien es cierto que la industria solar/eólica crearán empleos no es menos cierto que no se llegó aún al punto de equilibrio de cuántos trabajos dejarán de estar vigentes por el tratado.
Un acuerdo de tal tipo estimula a reducción de consumo de combustibles fósibles y da pié a energías nuevas, lo que lleva de la mano a políticas de eficiencia. En el tema de eficiencia energética -en lo personal- he sido y seguiré siendo muy enfático: urge implementarla en América Latina, a paso firme y muy rápido. Algunas "recetas" de implementación efectiva y real de la eficiencia energética fueron expuestas en otras columnas, recogiendo experiencias de países en sus ámbitos estaduales y municipales. Hay un dato importante: si los países de América Latina gestionaran eficientemente el uso de energía como en Europa podrían ahorrar hasta USD21.400 millones en consumo, porque con un 80% de habitantes viviendo en ciudades, América Latina se ha convertido en la región más urbanizada del mundo.
Eso significa: ciudades más grandes, más pobladas y con mayor demanda de energía (gas, electricidad, etc). Varias agencias internacionales a la par de expertos urgen en que América Latina debe implementar y mejorar sus políticas de eficiencia energética. Subrayo el siguiente criterio: “La eficiencia energética es la energía que evitamos generar. Ahorramos energía”, indicó Fernando Ferreira, secretario ejecutivo de Organización Latinoamericana de Energía (Olade).
Para terminar de machacar con el concepto: eficiencia no es otra cosa que el conjunto de acciones que permiten optimizar la relación entre la cantidad de energía consumida y los productos finales obtenidos.
Paralelo al tema del acuerdo, del retiro de Estados Unidos -que conforme a ese protocolo necesitará unos años para efectivizar su retiro- subyace el tema de América Latina: debe buscar inversiones en oil y gas pero le será algo complicado porque capitales privados de Estados Unidos volcarán toda su atención a negocios dentro de Estados Unidos.
De manera que la salida de USA del acuerdo de París afectará -al margen del tema ambiental- afectará a búsqueda de inversiones para el sector energético en América Latina.
Trump está haciendo lo que prometió: proteger su industria energética, sus inversiones y empleos y está dejando en segundo plano, y para más adelante, el tema global ambiental. América Latina debe, entonces, ser muy agresiva en eficiencia energética dado que se esperarán menos inversiones privadas en el sector.
Así está el escenario de la energía, con sus complejidades, con la variación de los precios del barril WTI, con el negocio del fracking corriendo a cien por hora en Estados Unidos, con una América Latina aún estancada en eficiencia energética pero de todas formas éstas crisis son, como dicen algunos chinos, oportunidades para la región.