El ají es una especie vegetal del género Capsicum que está muy vinculada con las culturas andinas debido al frío de sus territorios. Esto se debe a que comer alimentos picantes, o con mucho ají, provocan calor y eso ayuda a combatir las bajas temperaturas.
Uno de los deleites de la investigación historiográfica es que permite descubrir hechos generalmente desconocidos como, por ejemplo, la evidencia de que, pese a estar vinculado con los picantes, el ají no es originario de la región andina.
Partiendo de su género, Capsicum, hay que advertir que estas son plantas angiospermas, dicotiledóneas, de la familia de las solanáceas, nativas de las regiones tropicales y subtropicales de América. A partir de ahí, no se puede hablar de un origen andino.
Vino de algún lado pero… ¿de dónde?
La versión más repetida sobre su origen dice que fue el propio Cristóbal Colón quien se encontró con esas plantas en su primer viaje a América. Creyó que era pimienta negra, una especia de la India, y eso reforzó su creencia de que había llegado a ese país. Debido a ello, los españoles llamaron pimiento al ají.
Sin embargo, una transcripción del diario de a bordo del almirante aclara la versión. En las anotaciones correspondientes al 15 de enero de 1493 reporta la existencia de oro y cobre en la isla La Española y agrega que “también hay mucho ají, que es su pimienta, della que vale más que pimienta, y toda la gente no come sin ella, que la halla muy sana”. Si se da crédito a esa transcripción, Colón no se había confundido sino que asimiló el ají a la pimienta.
Como se sabe, el primer asentamiento español en América fue en La Española, una isla del Mar Caribe sobre la que tienen soberanía las actuales Haití y República Dominicana. La etnia que la habitaba en tiempos de Colón era la arawak y el nombre que esta le daba a la planta de la que hablamos es haxi, de donde vendría ají.
De allí, el ají fue llevado a Europa, donde ocasionó el desplome de los precios de la pimienta, y ocasionalmente era transportado tierra adentro, hacia Sudamérica, donde la nación Kallawaya le dio valor ritual y religioso.
Antes de la llegada de los españoles, cuatro objetos tenían tanto valor entre los andinos que eran empleados para el intercambio, como monedas-mercancía: el mullu o Spondylus, la chaquira, el ají y la coca.
El Spondylus es un género de moluscos bivalvos de la familia Spondyliade. Como procedían de las profundidades marinas, eran consideradas “hijas del mar”. Su concha era utilizada como objeto de intercambio. Las chaquiras eran collares pero no de cuentas sino de mullus así que eran la suma de las conchas de esos moluscos.
La coca sí es un producto andino. Pedro Cieza de León escribió que “en los Andes desde Guamanga hasta la villa de Plata se siembra esta Coca” y agregó que “algunos están en España ricos con lo que hubieron del valor de la Coca, mercándola, y tornándola a vender: y rescatándola en los tianguez o mercados de indios”.
El ají fue asimilado al mundo andino pero constituye un patrimonio americano. Ya es posible decir que le pertenece al continente entero pero no por eso se debe negar su origen.
Su origen es taíno; es decir, del pueblo amerindio del gran grupo lingüístico arawak que estaba establecido en La Española, y también en Cuba y Puerto Rico, cuando Colón llegó a América. Ahora se usa para preparar un sinnúmero de comidas, tanto de tierras altas como de tierras bajas, pero no sería ético proclamarlo como patrimonio exclusivo de un municipio.
Que la Alcaldía de La Paz lo tome en cuenta.
(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.