La Paz está indignada por la falta de agua y no podía ser de otra manera, tratándose de un líquido vital para el ser humano. Los productores del agro en el Oriente también están afectados y en el Occidente del país hasta enfrentamientos se han dado a causa de la sequía que afecta su vida y diezma la producción agropecuaria.
Si lo que pasa hoy preocupa a muchos, a todos debería inquietarnos que, de no tomarse acciones inteligentes -ya no para impedir sino para mitigar los efectos del cambio climático que vino para quedarse- el 2030 nos hallará sin glaciares en el Altiplano -Chacaltaya es la prueba fehaciente de ello- y con el mítico Lago Titicaca partido en tres permanentemente a causa de la baja del nivel de agua.
Sin embargo, el tener tres mini Titicacas en el 2030 sería el mal menor para Bolivia, ya que según una voz autorizada, el cambio climático traería lluvias y vientos anormales en los llanos orientales que erosionarían el suelo y afectarían al sector agropecuario; los valles estarían condenados a desaparecer como productores de alimentos por la escasez de agua; el Chaco se convertiría en un desierto; la Amazonía se sabanizaría y los bosques perderían su riqueza vegetal y animal; las severas granizadas acabarían con los viñedos en Tarija; el Beni se inundaría de forma permanente, perdiendo su vocación ganadera, y Trinidad acabaría con “barrios flotantes” fuera del dique que se debería construir para poder pervivir.
Tal advertencia fue hecha el año 2009 por el científico alemán Joerg Seifert-Granzin, con formación en Economía y Teología (virtuosa combinación, coincidente con la mía) en su condición de Asesor de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) en Bolivia.
Basado en un modelo de cambio climático diseñado para simular escenarios sobre la base de mediciones diarias de temperatura, lluvia y velocidad del viento, advirtió el escenario apocalíptico descrito arriba, pero pocos lo escucharon y hasta se burlaron de su predicción.
Seifert-Granzin dijo también que para el año 2030 el recalentamiento global habría hecho que la Cordillera Real se quede prácticamente sin nieve, lo que provocaría una severa escasez de agua en La Paz y El Alto afectando a la población y la producción de alimentos.
Las vicisitudes que se viven ahora son la consecuencia de no haber escuchado ayer, a los expertos que advirtieron del desastre que sobrevendría.
Día que pasa la amenaza es mayor: la temperatura global aumenta inexorablemente y si esto no cambia, seguro que empeorará.
(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional
Santa Cruz, 23 de noviembre de 2016