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Cambios en los contenidos educativos: oportunidad y amenaza


Miércoles 15 de Febrero de 2023, 12:00pm






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En las últimas semanas se ha generado en el país un amplio debate sobre el nuevo currículo educativo, que ya produjo tensiones y conflictos con los profesores y los padres de familia.  La decisión gubernamental de cambiar los contenidos se toma sin haber evaluado el resultado del anterior índice, aplicado desde la Ley Avelino Siñani Elizardo Pérez, en 2013, pero ante todo muestra de nuevo el fracaso de un modelo de formación que arrastra los mismos problemas desde hace más de 70 años.

Aunque es evidente que la solución de fondo a los grandes problemas como el atraso, la desigualdad, la corrupción y la falta de justicia, pasan necesariamente por el sistema educativo, un asunto tan importante para la formación de nuestros hijos como la malla curricular, no genera una preocupación mayor y se encarga a grupos reducidos que concentran la controversia en la interpretación sobre la historia reciente que, como ocurre siempre, es usada para fortalecer visiones políticas parcializadas.

Es innegable que el mayor problema en la formación escolar en Bolivia es la enorme brecha entre el conocimiento que se imparte, los valores que se sostiene y la realidad que viven los educandos.  Esta disonancia ha producido hasta ahora ciudadanos desprovistos de herramientas mínimas para enfrentar y transformar el destino de una sociedad cambiante y compleja.

Un claro ejemplo lo encontramos en la contradicción entre el enfoque del sistema educativo y el carácter emprendedor de los bolivianos. La visión ortodoxa, que continúa en la nueva malla curricular, insiste en la idea de formar sujetos dependientes antes que ciudadanos emprendedores. Es decir que, a diferencia de los países desarrollados, Bolivia no prepara a los estudiantes para emprender sino para desplegar el esfuerzo laboral por cuenta ajena y desarrollar las ideas de otros, cercenando valores como la decisión creadora, la competitividad, el liderazgo, la creatividad y el ahorro.

Esta orientación educativa choca frontalmente con la evidencia de que nuestra economía se mueve gracias a los emprendimientos privados. En 2019, el Viceministerio de la Micro y Pequeña Empresa revelaba que en nuestro país existen 648.600 unidades productivas, 94% eran micro y pequeñas empresas que generan el 80% del empleo; frente a esto, tan solo el 14% del empleo es formal y protegido. Otros estudios señalan que más del 50% de los nuevos emprendimientos los realizan personas entre 16 y 40 años; siendo este segmento el que lamentablemente más fracasa.  Hasta 2021, según FUNDEMPRESA, el 88% de cierre de empresas correspondían a la categoría de unipersonales (en general Mypes), frente a solo el 14% de las SRL.

La falta de educación empresarial hace que la gran mayoría de los emprendimientos no sobrevivan más de tres años, debido a que normalmente son muy pequeños, poco innovadores, centrados en el comercio y con poca generación de valor agregado. La situación es peor aún cuando se inician por necesidad y falta de empleo, ya que la poca capacidad de resiliencia y el desconocimiento de técnicas, estrategias y normas, conducirán a sus promotores al fracaso y la frustración constante.

Un gran problema adicional es que la educación fomenta indirectamente el crecimiento de la informalidad, debido a que la ausencia de formación emprendedora, la relativización de la ética y la honradez, el fatalismo y el maniqueísmo como discurso histórico, y la tendencia a demonizar a las empresas privadas formales (especialmente las transnacionales), construyen en los estudiantes la idea que la riqueza es moralmente cuestionable, que el emprendimiento se relaciona necesariamente con la informalidad y que es posible obtener grandes ganancias sin mayor esfuerzo.

No obstante, la obsesión por satanizar la iniciativa privada en Bolivia no se circunscribe al ámbito educativo.  La Ley de la Juventud, promulgada en 2013, menciona entre sus valores al “anticapitalismo”, al que define como la “Construcción del Estado Social Plurinacional Comunitario sin explotadores ni explotados, en oposición a la forma del Estado neoliberal, como régimen económico individualista”.  Huelgan los comentarios.

Lo que no acaban de comprender los creadores de las reformas y las políticas públicas es que la educación no es un fin en si mismo, sino un medio para alcanzar la plenitud individual y el bienestar social, y que mantener a los estudiantes en las formas tradicionales, ideologizadas, anacrónicas y negacionistas de su capacidad para el emprendimiento individual, no solo es nocivo para ellos sino altamente riesgoso para la sociedad.  Pero la sociedad tampoco está entendiendo que los contenidos educativos son un tema de primera relevancia que merece un análisis y un debate más profundo, del que participen todos los sectores.

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