No podía ser de otra manera, el 2025 para el fútbol boliviano comenzó tan incierto como terminó el 2024. El nuevo año lleva apenas una semana y cuántas cosas van aconteciendo en estos días: una presidencia de The Strongest en la polémica, ¿quién debe ser el titular atigrado?; un equipo excluido oficialmente por el Tribunal de Disciplina Deportiva de la Federación Boliviana de Fútbol al abandonar el terreno de juego durante el indirecto, Oruro por primera vez contará con 2 equipos en la División Profesional; Royal Pari aún quiere dar pelea y busca ganar en la apelación, que solo puede hacerla al TAS. Así podemos ir nombrando todos los temas que generan controversia en el balompié de nuestro país, hasta malgastar esta columna de opinión con solo problemas extra deportivos.
A eso debemos sumar los puntos que quedaron pendientes por resolver y vienen siguiendo su conducto regular. Uno de ellos el de Gabriel Montaño, el jugador de Aurora que lleva en su espalda una denuncia por una supuesta suplantación de identidad que afecta directamente a su persona y a los intereses de su club. Problema jurídico que todavía mantiene en vilo a los interesados. Un tema nauseabundo, que parafraseando a Shakespeare podríamos decir que no huele bien.
Lo cierto es que cada vez estoy más convencido que el fútbol en Bolivia nos obliga a asesorarnos para cada caso, de profesionales de la abogacía que nos aclaren las diferentes problemáticas que día a día se generan en el país. Cada vez se habla más de líos jurídicos, que de temas futbolísticos.
Estamos en Bolivia y nos hemos acostumbrado a ver que aquí pasa de todo y no pasa nada, como aseguró en su momento Víctor Paz Estenssoro cuatro veces presidente de Bolivia. Esta dura y hasta recurrente frase que, al escucharla, simplemente nos motiva a esbozar una sonrisa y aceptarla con resignación, moviendo la cabeza en señal afirmativa, marca una realidad sociopolítica, económica y ahora también futbolística.
En materia deportiva muy poco se conoce de lo que irá a pasar este año y cómo definirán la modalidad del campeonato; cómo se configurará la agenda de actividades de la gestión, tomando en cuenta las obligaciones de presentación internacional de los equipos que deben participar en: Copa Libertadores, Sudamericana, cotejos de preparación del Seleccionado Nacional y los oficiales en la reanudación de las clasificatorias a la Copa del Mundo.
De momento solo escuchamos pura especulación y diferentes propuestas como que, solo deberían organizar un torneo todos contra todos; eso le daría más holgura a que la Selección Boliviana trabaje, viaje y juegue, sin afectar el desarrollo del certamen de la División Profesional. Algo que tuvo a mal traer a los equipos en la pasada gestión, ingresando irresponsablemente a un ritmo maratónico de partidos, que desgastó a jugadores, técnicos y la propia afición deportiva.
Esperemos que la dirigencia del fútbol haya aprendido de los errores y no se vuelva a tropezar con lo mismo este 2025. Ceder a los jugadores a La Verde con mucha anticipación y paralizar innecesariamente todo un campeonato profesional, con el fin de que la Selección pueda tener la prioridad requerida para conseguir buenos resultados, jugando de local, es algo que no puede repetirse.
Otros hablan de organizar dos torneos, al igual que el año pasado; esta vez primero el Campeonato Apertura, todos contra todos, con sus respectivos premios de participación internacional el 2026, más los beneficios económicos que representa aquello y un segundo certamen por grupos, Campeonato Clausura, que dure menos tiempo y que también represente beneficios para quienes logren campeonar y tengan buenas ubicaciones en la tabla. En realidad, todos estamos expectantes para ver la determinación dirigencial sobre este tema.
¿Y los fichajes?
Al mero estilo de la pregunta (permítanme el mexicanismo), incierto, pero en el buen sentido de la palabra. Mayores sorpresas no hay y ni las habrá. La dura realidad económica de los clubes, la crisis en el país y las diferentes problemáticas que genera el mundo del fútbol, las diferentes realidades entre unos y otros, nos ponen la duda de preguntarnos: ¿habrá alguna sorpresa? Y la respuesta será, no creo.
Hace muchos años, los equipos nacionales han dejado de contratar a figuras de renombre internacional, mucho más ahora que la Federación Boliviana de Fútbol ha instruido a los clubes realizar sus contratos en moneda nacional y ya no en dólares, por la falta de esta divisa en Bolivia. Los jugadores extranjeros son reticentes a definir sus vínculos contractuales con esa medida. El mercado que ya era reducido, se verá aún más mermado. Los refuerzos que lleguen serán ahora mucho más desconocidos y sin referencia alguna de poder medir su producción y rendimiento en la cancha.
La única excepción, de repente, será Bolívar por el poder económico de su presidente que querrá marcar la diferencia en el año de su centenario y su presencia internacional en la fase de grupos de Copa Libertadores. Sin embargo, hasta el momento aún no se tiene nada sobre el armado del nuevo equipo. Quiénes se quedan, quiénes se van y quiénes serán los refuerzos nacionales y extranjeros en un año tan importante como este.
Esperemos que los próximos días se vayan aclarando las diferentes situaciones que tienen tan opacado al fútbol boliviano y que alguna vez veamos una gestión programada de manera positiva desde el inicio, respetando todo el cronograma establecido hasta el final y sin complicación alguna. ¿Será posible? O yo también me dejo llevar por pensamientos trasnochados de romántico soñador, si me permiten la licencia de parafrasear a Jaime Sáenz. El que mejor describió a la noche paceña.
Feliz inicio de gestión amigo lector.