Abril 28, 2025 -HC-

De reserva moral a reserva de la corrupción


Lunes 28 de Abril de 2025, 1:15pm






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El siglo XXI no trajo a Bolivia grandes novedades, aparte del cambio de dígito; los liderazgos políticos son los mismos, hoy, en su mayoría, por encima de los 60 años, por lo que las elecciones que se avecinan, son su última oportunidad de alcanzar el solio presidencial.

Nos viene hoy a la memoria que en los años inaugurales del presente milenio y centuria hubo una Asamblea Constituyente (2006), proceso en el cual unos actores fueron más o menos funcionales a ese cambio del Estado Democrático de Derecho por el confuso Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario —que no se ha podido definir claramente—, pero que, al final, destruyó el primero, para dar paso, supuestamente, a la reserva moral del pueblo: los sectores sociales que apoyaron militantemente, en dicha época, al gobierno de entonces; se transformaron rápidamente en la reserva de la corrupción o, inclusive, en su punta de lanza.

El gobierno de la reserva moral y anticorrupción no quiso o no tuvo la capacidad de investigar a (supuestos) corruptos gobernantes del pasado, aunque hoy salen nuevamente a flote para desprestigiar a algunos políticos, lo que abre varias incógnitas: ¿existió tal supuesta corrupción?, ¿se “arregló” con los mismos (supuestos corruptos) bajo cuerda (complicidad)? o, finalmente, ¿fue tanta la corrupción que le faltó tiempo al gobierno masista para investigar a sus propios militantes?

Llama poderosamente la atención que hasta este tiempo no se cuestione que esa nueva Constitución no fue promulgada —como corresponde en derecho— por medio de una LEY. aunque en nombre de ella se maneja el país; aquí está el principio del desgobierno e inseguridad jurídica que campea en Bolivia.  Aparentemente este aspecto fundamental es de escaso interés para los políticos, ya que ninguno se ha pronunciado sobre el particular ¿ignorancia? ¿conveniencia? ¿complicidad? Vaya uno a saber…

Durante casi tres lustros hemos tenido por gobernantes a figuras “mesiánicas”, encabezadas por el “jefazo”, quien se encargó sistemáticamente de eliminar cualquier “silueta” que pudiera hacerle algo de sombra para asegurar su permanencia indefinida en el gobierno; pero nada más.

Este tiempo fue un retorno a la década de 1950 y siguientes del siglo pasado; la solución a nuestros problemas; las nacionalizaciones (si es que fueron tales); las invasiones a las tierras productivas, el surgimiento de los sin tierra, sin lote, sin casa, ¿sin pareja?; el recorte sistemático de los cupos de exportación; la supuesta industrialización que solo ha generado empresas deficitarias e innecesarias obras faraónicas; la importación de profesionales extranjeros; el deleite por humillar a quienes se consideran mestizos o se los califica de blancos, etc.; el “gran enemigo”, el “capitalismo”, el “fascismo”. Todos estos aspectos señalados previamente, forman parte de un dramático desfase histórico.

Mientras el mundo quedaba sin ideologías, a los partidos les costaba diferenciarse, aunque para hacerlo se esforzaban en crear escenificaciones artificiales; el vencedor fue el populismo sin visión de futuro, una forma de dar rienda suelta a motines, destrucción, frustraciones y tensiones, situaciones que no dan margen al surgimiento de un estadista que gobierne el país.

El eslogan, “antiimperialismo”, espetado por quienes detentan el poder desde hace casi dos décadas, pero exclusivamente válido para el vecino del norte del continente, es contradictorio con la clara convivencia del gobierno con los imperialismos del oriente del mundo, los que no merecen —para ellos— dicho calificativo. Esto muestra que utilizan demagógicamente el vocablo sin conocer su verdadero significado, o deliberadamente lo distorsionan con fines político-ideológicos de concientización antiestadounidense.

Se volvió común calificar como “vende patrias” a quienes no comulgaban con la reserva moral del pueblo. Descalificar a los profesionales, intelectuales, etc., era una de las satisfacciones que permitía el uso del poder; la supresión de garantías constitucionales fue lo más común y cotidiano, por lo que gran parte de los políticos contrarios negociaron su cuota parte de protección contra esta avalancha, volviéndose funcionales al gobierno; otros, en cambio, fugaron; los menos, resistieron; al final, la concebida frase de que “no nos va a pasar” adormeció a la población en general y nos pasó por encima. Como resultado, el país quedó en el estado en que se encuentra.

Es, pues, en síntesis, un mea culpa que nos corresponde a todos, un momento de reflexión antes de aventurarnos en una nueva votación para elegir, ya no al “primer ciudadano” del país —como se ha calificado en los últimos años al presidente desde el partido gobernante—, sino, al “primer servidor público” de este Estado.

Santa Cruz de la Sierra, abril de 2025

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