Abril 28, 2024 [G]:

Chile recibe gas argentino

Chile va a utilizar el gas argentino para generación eléctrica y para la industria, de metanol.


Miércoles 7 de Noviembre de 2018, 9:15am






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Sin embargo del título hay un triángulo geopolítico comercial inseparable: Argentina, Bolivia y Chile. Guste o no van a haber relaciones de dependencia comercial –concretamente de venta de electricidad y gas entre Bolivia, Argentina y Chile y Argentina con Chile.

Recientemente Argentina inició exportación de su propio gas natural –no del que compra de Bolivia- desde el principal reservorio de petróleo y gas noconvencional denominado Vaca Muerta hacia Chile en una acción que el ministro de Energía argentino Iguacel calificó que “el gas es un recurso que está disponible para los pueblos hermanos y no hay ninguna razón para que no lo disfrutemos todos". Bien. Es así la integración energética y es el comercio. El comercio, no tiene ideologías ni enemigos, excepto la izquierda que odia al comercio privado y que aún busca utilizar –malutilizar- al petróleo y gas como herramientas de presión o de acomodo de fichas.

Chile y Argentina, con presidentes liberales alejados del populismo de la izquierda estatista suscribieron en abril pasado un Protocolo de Acuerdo de exportación, importación, comercialización y transporte de energía eléctrica y gas natural, eliminando burocracias, barreras y restricciones normativas que existieron por más de una década.

Serán 1,3 millones diarios de metros cúbicos de gas argentinos rumbo a Chile (transportados a través del Gasoducto GasAndes, de 463 kilómetros de extensión), en contratos de tipo interrumplible y por temporada(octubre/abril). Así son los negocios: privados acuerdan bajo mirada –no intervención- del Estado.

Chile va a utilizar el gas argentino para generación eléctrica y para la industria, de metanol.

¿Cómo queda el tercer jugador de éste triángulo geográfico como es Bolivia? 

El exministro de Hidrocarburos boliviano, respetado amigo y maestro don Carlos Miranda le dijo a la prensa que “se avecina un panorama adverso para la comercialización del gas boliviano, toda vez que Argentina anunció bajar la demanda”. De continuar como están las cosas en Bolivia nada de error hay en esa frase: los dos únicos mercados que atiende Bolivia exportando gas son Brasil y Argentina. Brasil vence contrato en 2019 y Argentina está caminando a su “independencia” energética. Aún le falta pero va en el camino correcto, en tanto que en Bolivia persiste una dura visión populista sobre algo que tendría que ser un negocio y punto.

Bolivia vende a argentina aproximadamente 12 millones de metros cúbicos día cuando el mínimo acordado fue 17 MMmcd. A Brasil vende 30 millones de metros cúbicos día de un contrato que se vence al año.

No hay posibilidad de incrementos de envíos, ni de nuevos mercados para Bolivia porque sencillamente no hubieron inversiones privadas a escala en Bolivia que permitan, 5-10 años después del ciclo de maduración, tener gas “a la mano” para disponer y vender.

Ciertamente ni Brasil ni Argentina van a dejar de comprar gas boliviano: esa es la buena noticia. Pero lo que sí va a cambiar es la relación de precios, volúmenes y formas de negociación: pueden ser contratos perfectamente interrumpibles y negociables de tanto en tanto. 

Aún no creo la predicción del ministro argentino de Energía que indicó que con proyectos propios Argentina procura reducir importación de gas y en 2020 dejar de comprar a Bolivia.

De todas formas la creatividad y la innovación del capital privado en Argentina impulsaron a Vaca Muerta a tal punto que esa inversión está, de alguna manera, dándole cierta independencia energética del gas boliviano. 

La reflexión es sencilla: el liberalismo económico, la libertad en normas que no son populistas y una visión de mercado están conduciendo a que Argentina tenga mejores opciones de generar energía a menor coste, consiguiendo cumplir con su mercado y tener excedentes –cuando los tenga- para vender a otros mercados. Chile va a buscar energía de donde sea. Bolivia sigue atada a la visión unidimensional populista pensando que el gas es herramienta “del estado”, cuando en realidad debería ser instrumento de generación de inversión privada para modernizar al país. 

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