Un día como hoy la ONU estableció el día Internacional de los Cuidados como un llamado a reflexionar como sociedad sobre la carga invisible que las mujeres enfrentan en los tiempos de cuidado. Este trabajo, aparentemente silencioso y subvalorado, sostiene el tejido de nuestras sociedades y, sin embargo, sigue sin recibir el respaldo de políticas públicas sólidas. No hablamos solo del cuidado a niños y niñas, sino también del tiempo invertido en atender a personas con discapacidad y a nuestros adultos mayores. Sin embargo, este esfuerzo diario recae en gran medida sobre los hombros de las mujeres, quienes ven limitadas sus oportunidades profesionales y su crecimiento económico por priorizar el bienestar de otros. Se dice que somos las grandes cuidadoras de la vida, y seguro es un título bien merecido, pero poco reconocido.
Esta situación tiene un impacto directo en la economía de las mujeres. En países como Bolivia, donde la pobreza tiene rostro de mujer, el tiempo dedicado al cuidado contribuye a perpetuar la precariedad económica femenina. A menudo, las mujeres se ven forzadas a reducir su jornada laboral o a aceptar trabajos informales para cumplir con sus responsabilidades de cuidado. Esta realidad afecta no solo sus ingresos, sino también su acceso a la seguridad social, sus derechos laborales y sus posibilidades de desarrollo profesional. En suma, las mujeres asumen un trabajo no remunerado que, de ser reconocido y valorado, representaría un porcentaje significativo del PIB de cualquier nación.
La respuesta a esta problemática debe venir desde el Estado, el sector privado y una transformación cultural profunda en cómo nos percibimos. Es necesario que estos actores impulsen políticas de corresponsabilidad que permitan a las mujeres integrarse plenamente al mercado laboral sin sacrificar su calidad de vida. Guarderías accesibles y seguras, horarios laborales flexibles, sistemas de cuidado para adultos mayores y personas con discapacidad, así como incentivos para que los hombres compartan estas responsabilidades de manera justa y con corresponsabilidad plena; son algunos de los pasos hacia una sociedad más justa. Solo de esta manera lograremos disminuir las brechas de género y reconocer el valor real de los tiempos de cuidado.
No podemos ignorar la realidad: sin políticas que garanticen la igualdad de oportunidades, las mujeres seguirán quedando rezagadas en una economía que no valora su aporte en el hogar. Reconocer los tiempos de cuidado como una responsabilidad social es un deber impostergable. De lo contrario, seguiremos viendo el rostro de la pobreza con el rostro de las mujeres, atrapadas en un ciclo de desigualdad que las limita a ellas y al desarrollo de nuestras sociedades.
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