27 de octubre (Revista Oxígeno- Urgente.bo).- El polémico caso de la supuesta relación del expresidente Evo Morales y una joven menor de 14 años abrió la caja de Pandora de lo que en el mundo penal se conoce como estupro. En el área de la amazonia y el Trópico boliviano estos casos son frecuentes y se los hace parte de los usos y costumbres de los pueblos indígenas y no tiene sanción porque son consentidos en la mayoría de los casos por los padres de las víctimas.
Javier tiene 50 años de edad, es comerciante y tiene un restaurante en el municipio de San Buenaventura, norte de La Paz. Él entregó unos gramos de oro a su suegro en agradecimiento por la entrega de su hija, una adolescente de 16 años de edad que lo ayuda en el establecimiento de comidas y es su compañera por el resto que le quede de vida.
“Le di unos cuantos gramos de oro a mis suegros. La vida es así aquí, la costumbre es así”, indica Javier que cuida ahora de Alicia D.
¿Por qué aceptó el acuerdo? Según la joven que ahora tiene 18 años de edad, su familia es numerosa, de seis integrantes y el padre siendo agricultor no tiene los recursos necesarios o suficientes para poder mantenerlos. Ella dice que lo que hizo su padre no es un delito, sino al contrario la favorece. Sus hermanas siguen los mismos pasos.
Otro de los casos que se registró fue el de una de sus primas, que fue entregada por la familia a un adulto mayor, más allá de 60 años. Con él concibió un hijo, pero el bebé nació con problemas cardiorrespiratorios.
No todas las mujeres que son entregadas por sus padres a empresarios, profesores o dueños de restaurantes, tienen una vida “de reinas”, asegura Cesar Mamani, un maestro de Rurrenabaque, que afirma que es común ver a una mujer joven con una persona mayor de edad que puede ser incluso su padre o abuelo.
Algunas son llevadas a las ciudades intermedias o las capitales del país. Tal es el caso de Noemí A., una adolescente de 15 años de edad, que se enamoró, se embarazó y después el hombre la abandonó. Para Celia Taborga, oficial a cargo del Fondo de Población de las Naciones Unidas en Bolivia, estos casos son muchos y los calificó “de un horror” que ocurre en Bolivia, porque las víctimas son niñas, no solo en nombre de usos y costumbres, sino que son parte de la cadena en la que la mujer es invisibilizada.
“La sociedad boliviana es patriarcal y muy machista y se valora de una manera diferente a los hombres y las mujeres”, lamenta.
El estupro es una práctica que es cada vez más naturalizada, no solo en Bolivia, sino en el mundo, en el que es normal ver convivir una niña con una persona mucho mayor que ella y que incluso le triplica la edad, añade Taborga. La razón a esta opinión la da incluso la misma legisladora del Movimiento Al Socialismo (MAS), Lidia Patty, que presentó un proyecto de ley en el que dice que el pederasta debe ser sancionado “siempre y cuando la víctima, al momento de la declaración siga siendo menor de edad”, caso contrario el delito quedaría impune.
El estupro un delito invisible
De acuerdo al Código Penal boliviano, el estupro ocurre cuando una persona mayor de edad “tuviera acceso carnal con persona de uno y otro sexo mayor de catorce (14) y menor de dieciocho (18) años, será sancionado con privación de libertad de tres (3) a seis (6) años”.
Según la oficial a cargo del Fondo de Población de las Naciones Unidas en Bolivia, este delito que se lo hace ver normal por la misma sociedad, ya que ni el alcalde, el concejal o el cacique lo denuncia, por lo que incluso puede haber un acto de complicidad. “En general se lo naturaliza y se ignora”, subraya.
Desde el Viceministerio de Descolonización, que está al mando de Leonardo Montaño, el estupro no puede ser castigado o sancionado por usos y costumbres, pero sí por trata y tráfico y se requiere una denuncia de la víctima. Yerko Zarate, responsable de Comunicación de la institución, explica que es necesario que la víctima realice la acusación.
“Todo parte de una denuncia, si no existe una denuncia no podemos coadyuvar y tampoco apoyar en un proceso. El tema es complejo”, indica.
En un informe que auspicia la UNFPA y se denomina “Contra mi Voluntad” dice que: el matrimonio infantil es una violación del derecho a la protección contra los estereotipos de género y la violencia y del derecho a la vida, a la seguridad, a la educación y a disfrutar de la salud.
Según la Convención sobre los Derechos del Niño, en la mayoría de los Estados que la edad mínima de consentimiento para contraer matrimonio es 18 años, aunque en algunos contextos se reduce a 16 o se eleva hasta los 21, a veces en función del sexo de la persona.
“Contraer matrimonio antes de cumplir 18 años constituye una práctica nociva y discriminatoria, lo que la convierte en una violación de los derechos humanos”, subraya el documento al que accedió la Revista OX.
Astuto y encantador
Si bien no hay perfil de la persona que comete estupro, María Leonor Oviedo, abogada del Centro Una Brisa de Esperanza (CUBE), asegura que entre las características se puede señalar que se trata de un hombre muy astuto y encantador, que tiene la habilidad de convencer y enamorar a la familia y a la niña.
En la mayoría de los casos las mujeres menores de 18 años son víctimas de la violencia sexual. El hombre que mantiene una relación con una menor de edad es calificado como un poseedor sexual, que tiene a la víctima como presa y acata todo lo que se le dice.
“Entonces, el poseedor es tan astuto y encantador que no piensan ni sospechan que su hija pudo incluso ser agredida sexualmente”, subrayó la jurista.
Un último hecho que ocurrió en Cochabamba, es el caso de Betzabé Mara, una joven de 24 años de edad que a consentimiento de la familia aceptó una relación con el teniente de la Policía, Adán Nina, mucho mayor que ella. Lamentablemente esa relación terminó en un feminicidio.
(La nota fue publicada en la edición 106 de la Revista Oxígeno de septiembre de 2020)