Las perspectivas patriarcales y coloniales en el ámbito de la investigación, la teoría y el análisis político coyuntural, continúan en gran medida ignorando a las mujeres indígenas originarias campesinas. Aún se nos percibe como sujetos pobres u "objetos" de lástima y explotación. O, simplemente como una cuota paritaria dentro del sistema democrático. Incluso, se llega a afirmar que los avances de nuestras luchas se han reducido a leyes y números, centrándose inclusive en quienes nos han hecho quedar mal y otorgando mayor visibilidad a aquellas que se han funcionalizado y siguen sirviendo a la machocracia.
Es cierto que este es uno de los resultados. Sin embargo, hay mujeres que hemos accedido a espacios decisionales de la política, preparadas y con pensamiento propio, enfrentándonos y llegando a enfrentar conductas y acciones de segregación cuando "desobedecemos". Tan es así que nos piden "modular" la voz cuando alzamos la palabra, incluso en escenarios sin micrófonos ni parlantes.
Somos mujeres, sin "cola de paja", como se dice popularmente, a quienes etiquetan de locas, complicadas, radicales, amargadas, "a esa no", "con esa no", creídas, malas, arbitrarias, y un largo etcétera. A pesar de todo, hemos hecho lo que se debía, sin traicionar nuestras convicciones ni el mandato del pueblo al que representamos. Somos consecuentes con la lucha y los objetivos históricos que buscan construir una vida con igualdad, respeto, derechos y dignidad. Y por eso tenemos la conciencia tranquila, continuando en una lucha silenciosa.
Este Día Internacional de la Mujer Indígena conmemoramos con orgullo a esas mujeres indígenas originarias campesinas que, aunque invisibilizadas, han jugado un rol protagónico. Ellas han sido determinantes en la concientización, organización, movilización y creación de propuestas para transformar una vida de injusticia y desigualdad perpetuada por la modernidad globalizada.
Sabemos que han sufrido el dolor y sangrado a lo largo de la historia, viendo cómo arrancaban sus frutos, cortaban sus ramas y quemaban sus troncos bajo la violencia patriarcal y colonial, una violencia que persiste hasta hoy. Pero también sabemos que, con resistencia, persistencia y conciencia, son raíces que no pueden ser arrancadas.
A esas mujeres les decimos: no están solas. Su resistencia digna ha valido y sigue valiendo la pena. Siguen siendo fundamentales en los caminos que han abierto para el bien común de toda la humanidad. Y esos espacios que han conquistado, los habitan hoy quienes siguen y seguirán sus pasos, esforzándose en la dignificación en el tránsito por esta efímera vida.
Un abrazo Quichwa a todas las hermanas Indígenas Originarias Campesinas del mundo.
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