Diciembre 28, 2024 -H-

La academia occidental y el indigenismo contemporáneo


Viernes 27 de Diciembre de 2024, 1:00pm






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Está en circulación un libro que empieza a cincelar en el ambiente académico, es una nueva aproximación de lo reflexivo sobre los indígenas y las ideologías que se les atribuye. Se trata del trabajo de Juanita Roca “Bolivia y la construcción del Movimiento Indígena Global: Antropología, desarrollo y transnacionalismo” (Plural, La Paz, 2024). Ese exhaustivo trabajo es traducción de la publicación en ingles de Routledge-Taylor and Francis (Londres 2024), basado en la investigación doctoral de la autora. Tuve el honor de prologar la primera edición, texto que me permito reproducir a continuación:

“Claude Lévi-Strauss escribía: “Nada se parece más al pensamiento mítico que la ideología política.” Cierto. Pero existen ideologías e “ideologías”. La política requiere de un cuerpo de ficciones que ayuden a dar cuerpo a la acción concreta. En esto se dan ciertas discordancias. Los hacedores de ideologías, los ideólogos, a veces proceden de segmentos disimiles al objeto de sus disquisiciones. Los ideólogos del marxismo fueron siempre burgueses o pequeños burgueses, por ejemplo. Sin embargo, el éxito de sus pensamientos se expresa no solo en la adopción de sus especulaciones por los otros estamentos sociales, sino en la efectividad que tuvieron en el cambio social, aspecto este que no hay que confundir con el éxito –o no– de sus programas y teorías.

En este marco, un caso especial es lo sucedido con las recientes ideas y políticas sobre lo indígena que son todavía corrientes a nivel mundial. No solo no procedieron de los pueblos concernidos, sino que se soldaron por resonantes fracasos, tanto como bandera política de los pueblos y movimientos indígenas, como de las plataformas estatales de transformación que se implantaron desde hace años por diversos gobiernos, en nuestro continente en Bolivia y Ecuador, principalmente.

Comprender este fenómeno requiere un conocimiento critico de los orígenes y desenvolvimiento del conjunto de ofuscaciones que llegó a constituir el indigenismo contemporáneo. Tarea difícil, pues desmontar su génesis implica contusionar a factores de real poder, como son la academia contemporánea, las instituciones internacionales y los Organismos no Gubernamentales.

Esta tarea de esclarecimiento no podía abocarse con éxito solo desde el campo de la reflexión política, así provenga de los pueblos y grupos políticos interesados. El yugo colonial está todavía en vigor contra esas poblaciones y organizaciones. Debía ser abordado también en el estudio académico. Dado la acuidad de este tema, esta acometida debería ser adecuada y acabada. El trabajo de Juanita Roca, que tengo el honor de prologar, cumple esta función.

Este trabajo rastrea los orígenes de los actuales paradigmas sobre lo indígena en el esfuerzo de profesionales antropólogos que, a partir de la década de 1970, emprendieron la cruzada de convertir sus especulaciones profesionales en banderas de reivindicación étnicas. Se satisfizo así la inconfesable aspiración del cientista social de conformar su propia organización social “a su imagen y semejanza”.

Este fenómeno que tuvo con el tiempo innegables repercusiones políticas, se manifestó por esas épocas en varias facetas de la identidad y cultura indígenas. En todas ellas, la disquisición académica fue presentada como originalidad indígena para poder satisfacer su anhelo de preeminencia. Lo curioso –y que merece estudios especiales al respecto– es la docilidad con la que algunos pueblos y movimientos indígenas adoptaron después esos postulados como si fuesen producto de ellos mismos.

Por ejemplo, en Bolivia y algunos otros países del continente es norma oficial escribir las lenguas nativas aymara y quechua en el llamado alfabeto fonético, entre cuyas particularidades comporta utilizar solamente tres vocales, y no las cinco o más que comportan el idioma hablado en esas lenguas. Esa particularidad obliga, por ejemplo, que se deba escribir qhulu (cosa dura), qulu, (cosa redonda), en lugar de qholo y qolo. Indudablemente, quien aprende el idioma aymara demostrará ofuscación las primeras veces que intenta leer en ese idioma, provocando a veces un no discreto retozo sonrisas del profesor aymara hablante. Y es que los traumas coloniales hacen que la autoestímame étnica se expresa frecuentemente aprovechando aspectos banales y poco descollantes. “Que complicado, especial y diferente es mi idioma, tanto que al q’ara le es dificultoso aprenderla y asimilarla”, parecería ser la reflexión de algunos. Un artilugio lingüístico sirve de refugio a la todavía endeble autoestima, desviando el objetivo que, de más en más personas aprendan, utilicen y valoren los idiomas nativos al convertir exigencias ortográficas en un real escollo para su difusión y aprendizaje.

Lo truculento del caso es que quien así reacciona es el aymara que pasa por la academia universitaria y no el aymara cotidiano, pues éste habla y escribe de acuerdo a los sonidos que escucha y no según los “fonemas” de la intrincada jerga academicista. Y es que todos los idiomas con escritura se han estructura a partir de criterios fonéticos, pues es el criterio de historicidad, es decir de legitimidad de su uso escrito y hablado: Solo los idiomas de laboratorio tienen escritura fonémica.

Esto último es muy importante. El aymara “formado” en los centros de estudio cree que es un alfabeto surgido de su cultura, investigado y difundido por los aymaras letrados. En realidad, es una “aporte” de la academia occidental, un producto de la Universidad de Florida en los Estados Unidos.

Desde 1958 la antropóloga Martha James Hardman investigó sobre las lenguas nativas andinas. Después de su doctorado en 1962, en la Universidad de Stanford, California, empezó a estudiar la gramática quechua, trabajo en el que se dan los primeros atisbos del llamado alfabeto fonémico. Interesada en profundizar el aymara viaja a Bolivia, donde estuvo años antes, introduciendo el estudio de la lingüística, fundando el Instituto Nacional de Estudios Lingüísticos, INEL. Aquí conoce a estudiantes e informantes de la lengua aymara. Regresando a los Estados Unidos trabaja en la Universidad de Florida, donde funda el Proyecto Aymara que dura 21 años y en el que elabora una gramática de ese idioma, utilizando el alfabeto fonémico. Todo hubiese quedado en aporte académico, si Hardman no hubiese tenido la brillante idea de invitar a esa universidad a aymaras que conoció en el INEL, especialmente a Juan de Dios Yapita y Juana Vásquez. Ellos no solo serán aportes de información, sino real contribución para la elaboración de sus tesis académicas. Pero, sobre todo, serán correas de transmisión de tesis académicas que se convertirán en políticas lingüísticas estatales en Bolivia.

Juan de Dios Yapita regresa a Bolivia y en 1972 funda el Instituto de Lengua y Cutura Aymara, ILCA. Entonces había una valorización de lo indio en el país, en gran parte debido al activismo político innovador de las tendencias kataristas e indianistas. Elevación política implica reivindicación cultural, en especial de la lengua. Sin embargo, entonces era un maremágnum de alfabetos en que se escribía ese idioma. El ILCA defiende el alfabeto fonético, que acaba por imponerse y ser oficial.

No sostenemos que la doctora Hardman haya conscientemente manipulado condiciones humanas y sociales de allende para imponer sus tesis académicas. Ni que Juan de Dios Yapita y otros hubiesen actuado servilmente para encubrir propuestas ajenas como productos endógenos. Sostenemos que los condicionamientos sociales e históricos en Bolivia conducen ineluctablemente a esta situación.

De esa manera, lo que podrían ser aportes se convierten en grilletes. Y el caso del indigenismo culturalista que analiza Juanita Roca en este libro, y de sus operadores institucionales nacionales y extranjeros, es revelador. Por ello es importante que el desenmascaramiento no corresponda solo al mundo político y activista, sino que provenga también de un trabajo académico, notable y valorado, pues le valió el doctorado a Juanita Roca. El resto del trabajo nos corresponde a todos, en especial a los directamente concernidos e interesados.”

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