¡Estos políticos de quinta ya me tienen podrido! Lo único que saben es insultar. Prendes la tele, enciendes la radio, entras al “feis” y están allí, insultándose. No importa si son autoridades, diputadores, senadores, dirigentes, cívicos o demás variables, lo único a lo que se dedican es a denigrar al adversario, lo peor de todo, es que nos obligan a escucharlos y verlos, como si ellos fuesen los eternos participantes del gran “reality show” de la política nacional y nosotros los eternos incautos que nos tragamos su falta de altura y nivel.
Cada vez que los veo, en la tele, en un programa de debate o en un noticiero cualquiera, me pregunto qué patético pecado cometimos los bolivianos para tenerlos como nuestros representantes, qué demonios les ha sucedido para caer seducidos en la diatriba y el adjetivo. Es impresionante cómo olvidan toda formación política y hasta ideológica que recibieron en segundos, este contenido es desplazado por el más agresivo insulto con tal de humillar a su enemigo político, no argumentan, no debaten, mucho menos explican a sus seguidores su punto de vista, insultan tanto que es imposible comprender qué quieren decir y hacer.
No están solos, tienen como cómplices a los medios de comunicación (No todos), son ellos los que llevan y traen el vituperio, ni bien un político insulta a otro, corren para informarle, con tal de obtener su respuesta, que siempre es un insulto de mayor calibre, a este proceso en las redacciones le llaman periodismo declarativo. Lo que los periodistas hacen es naturalizar la violencia, no la censuran, no la omiten, la difunden y amplifican, de ese modo el racismo que tanto daño ha hecho y hace a nuestro país, campea a sus anchas y baila encima de una Ley de lucha contra el racismo y toda forma de discriminación, que nadie utiliza.
Más allá de su polarización, se va creando el centro, por ahora un tanto angosto, que irá creciendo al ser ocupado por las personas, que al igual que yo, están cansados del tan bajo nivel de nuestros representantes, sin que esto implique traicionar a nuestros principios ideológicos, dejaremos de escucharlos. En lo personal, por muy brillantes que sean, al primer insulto dejo de verlos y leerlos, mucho más si los reconocen como analistas políticos o politólogos, se supone que en sus años de formación académica les dotaron de un vocabulario nutrido y no florido.
En medio de esta violencia verbal, hay una variable que está en franca tendencia dominante, la del político violento que insulta, pero que además miente y emite rasgos de paranoia. Este particular ser no solo niega la realidad política del país, sostiene una versión que caducó el 2019, cuando a nombre de la democracia golpearon y mataron a los bolivianos, apoyaron la peor gestión presidencial posible. Está tan atrapado en el pasado, que con elecciones democráticas de por medio, siguen sosteniendo que viven una dictadura, cuando en realidad los muy demócratas impulsaron y sostuvieron la violencia, racismo y corrupción de Añez-Murillo.
Tampoco vamos a pecar de ciegos si afirmamos que este fenómeno es propio de la política nacional, al contrario, es parte de los tiempos modernos, sino violentos en los que vivimos, tendremos que convivir con la violencia en todas sus formas, sin embargo vale enseñarles a los políticos locales que el insulto no genera votos, concibe violencia; no reproduce apoyo, promueve la eliminación del otro; valida a la violencia, privilegia la muerte por encima de la vida, quizás así, podríamos tener políticos de primera.
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