Los socialistas del Siglo XXI pasarán a la Historia no solo por haber encabezado gobiernos corruptos, ineficientes, asesinos, sino porque sus líderes fueron empedernidos sembradores del odio, como jamás se vio en países como Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.
Por todo esto resulta de un cinismo mayúsculo que el dictador Nicolás Maduro y sus compinches acusen a los opositores de incitar al odio en Venezuela, durante sus marchas en las que desde hace 2 meses piden la reinstauración de la democracia en el país.
La brutal represión de los “amorosos” guardias nacionales y policías causaron hasta este fin de semana 62 muertos, los heridos pasan del millar y se han detenido a 3.000 manifestantes. Los líderes opositores hacen llamados a mantener la calma, pero se hace cada vez más difícil controlar a los exaltados.
Y es que desde los blindados que arrojan ingentes cantidades de gases lacrimógenos, por los altavoces la soldadesca grita: ¡Hugo Chávez vive! También difunden arengas y cánticos que acostumbraba hacer el occiso. El hambre, otro de los motivos de las protestas, también afecta a los guardias y policías a los que se los ve rompiendo a propósito puertas de negocios para saquearlos.
En dos meses de protestas los daños materiales son incalculables. Hay momentos en que los medios difunden tal brutalidad en la represión que uno se pregunta si estos que hoy son apaleados, heridos, mutilados tendrán en un futuro próximo la capacidad de perdonar al recordar estas horas de inmenso sufrimiento.
Maduro y sus apandillados afirman noche y día que encarnan la revolución del amor y no del odio, “como nos inculcó el comandante Chávez”. El cinismo tiene el tamaño de la Cordillera de los Andes. Chávez era cruel y destilaba odio. Los que lo conocían estrechamente estimaban que era un resentido social.
Nadie se libró de su verbo criminal. Apenas instalado en el gobierno prometió que metería en un sartén de aceite hirviente las cabezas de opositores. Desde lo alto de la tribuna ante decenas de millares de seguidores (que hoy no aparecen) mandaba “al car… a los yanquis de m…da”. A sus palafreneros les ordenaba “meterles gas del bueno” a los estudiantes que marchaban en las calles.
Cuando despidió con un pito a 20.000 ingenieros y ejecutivos de la estatal petrolera, también ordenó que se les despojara de sus viviendas. No hubo piedad. Algunos cientos de familias que se negaron en los Seborucos, estado de Mérida, fueron echadas a la calle en una fría madrugada. Los militares ni se conmovieron por el llanto de mujeres, ancianos y niños.
La Iglesia Católica obviamente reaccionó a esos abusos desatando la furia verbal del militarote. El Cardenal Ignacio Velasco, sobre cuyos hombros lloró Chavez la noche del 11 de abril del 2002 cuando fue derrocado brevemente, fue blanco de su furia.
Todos “ustedes son el propio demonio, defensores de los más podridos intereses. Son unos verdaderos vagabundos, del Cardenal para abajo. Es un inmoral, es un sinvergüenza este Cardenal… es un maleante, es un pervertido este Cardenal…”, dijo de Velasco poco antes de que este muriera el 2003. Sus huestes, enardecidas por Chávez, escupieron el féretro en las exequias del prelado. “Ojalá arda en la quinta paila del infierno”, dijo.
El Cardenal Rosalio Castillo Lara, por muchos años brazo derecho del papa Juan Pablo II, fue un abierto crítico de Chávez, al que criticaba en sus sermones ante decenas de millares de fieles en las festividades de la Divina Pastora, en el estado de Lara. Murió el 2007 tras advertir que Venezuela sigue los pasos de Cuba. Chávez expresó su alegría: “Que el diablo lo reciba en su seno”, dijo.
Chávez tronaba contra el imperio yanqui, aunque jamás dejó de venderle un millón de barriles diarios de petróleo (es el único que paga al contado) y chocando vigorosamente un puño contra la palma de su mano prometía “pulverizar y convertir en polvo cósmico” a sus opositores. No pudo. Lo prueban las multitudinarias marchas de todos los días. Los venezolanos quieren acabar con esta siembra de odio que se cultiva en el país desde hace 18 años. Amanecerá y veremos.
(*) Hernán Maldonado es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.