Ha pasado un año más y -haya sido bueno o malo- lo cierto es que tenemos un año menos de vida, aunque pocos reparan en ello. De hecho, muchos no quieren ni hablar de que la vida tiene un inicio y un final, y que tarde o temprano partiremos de este mundo. Ahora...¿estamos preparados para ver partir a nuestros seres queridos, así como para partir de este mundo, en paz?
Qué distinto sería si estuviéramos plenamente conscientes de esta tríada conceptual, a todas luces inexorable: “1) Todos vamos a morir; 2) La vida es corta; 3) Un día daremos cuenta a Dios de nuestros actos” (Ap. Melitón Rosales).
Al desconocer unos tal verdad (ignorancia) o al conocerla e incumplirla otros (negligencia) la consecuencia será el vivir “a su manera”, proclives a la desobediencia que -voluntaria o no- no impedirá la nefasta consecuencia del caos y el desorden social, al vulnerarse hasta las mínimas normas básicas de la ética y moral.
¿Por qué hay cada vez más violaciones, ya no solamente de personas mayores sino también abuso sexual de jóvenes -incluso de bebés- incesto de por medio, y hasta entre personas de igual sexo? ¡Peor que en Sodoma y Gomorra!
¿Por qué el incremento de actos de corrupción, asaltos, asesinatos y suicidios? ¿Por qué la cantidad de divorcios ha subido hasta situar a Bolivia en el deshonroso sitial, de ser subcampeona mundial? ¿Por qué la inseguridad ciudadana se ha incrementado al extremo que no solo en barrios residenciales sino en la periferia los delitos cunden de noche y de día?
Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas, se han multiplicado pese a que la Palabra de Dios dice que quienes practican esto, se condenarán eternamente. Pero muchos no lo saben, no lo quieren saber o sabiéndolo, pasan por alto tal verdad. Por eso el mundo está así.
La familia, la célula básica de la sociedad, está en grave peligro y la sociedad misma está en grave riesgo de anomia. Todos quieren un cambio, pero ¿está dispuesta la gente a cambiar, empezando por las autoridades? Mientras no les afecte una desgracia no querrán, sin saber que cuando lo quieran hacer, tal vez ya sea demasiado tarde.
Para cuántos el dinero, la fama y el poder son el éxito, y están dispuestos a todo por ello cuando como simples mortales nadie tiene la vida comprada. Jesús dijo: ¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?
(*) Economista y Magíster en Comercio Internacional
Santa Cruz, 28 de diciembre de 2016