Las cifras de los militares presos, acusados de estar conspirando contra la dictadura chavista en Venezuela, varia constantemente porque mientras salen liberados o son dados de baja, otros son los que los reemplazan en las cárceles. Actualmente sumarian unos 400.
Hugo Chávez Frías intentó derrocar 2 veces al régimen democrático de Carlos Andrés Pérez. Fracasó en febrero y noviembre de 1992, pese a contar con el apoyo pasivo del alto mando, como asegura Thays Peñalver (La conspiración de los 12 golpes).
Siete años después, el militar logró apoderarse del poder por la vía electoral para implantar una dictadura apoyada en las bayonetas y el buen billete. Consiguió lealtad perruna ascendiendo a mediocres y atiborrándoles de dinero, nombrándolos en altos cargos o embajadores.
También se hizo el sordo, mudo y ciego ante la corrupción en que incurrieron sus militares en cargos públicos y en las empresas estatales. Ignoró que muchos de sus generales conformaron el “cartel de los soles” para el tráfico de drogas.
No todos sucumbieron a la tentación y buscaron detener la destrucción de la institución armada. Inclusive algunos de sus fieles se le apartaron, como su ex ministro de la Defensa, Gral. Isaías Baduel, hasta ahora recluido en una mazmorra.
Su sucesor, Nicolás Maduro, es más despiadado con militares rebeldes. Los encarcela y somete a horribles torturas, como al Gral. Angel Vivas o como al capitán Juan Caguaripano, que con un grupo asaltó hace 2 años Fuerte Paramacay. En otros casos, la dictadura apela al asesinato puro y simple, como en el caso del policía Oscar Pérez y su grupo aniquilados todos con un disparo en la cabeza en enero pasado.
Hubo, pues, varios intentos para acabar con el horror chavista en estos 20 años. ¿Por qué no prosperaron? Hay varias razones. La principal, es que las fuerzas armadas estas infiltradas por el G2 cubano con sus eficaces servicios de inteligencia y contrainteligencia. Esto fue probado una vez más el 4 de agosto con un fallido atentado. 20 minutos después del primer estallido de un dron, ya estaban presos cinco de los que lo manipularon desde las cercanías de la Av. Bolívar.
Otro factor es la incontinencia verbal, la sed de protagonismo. Caguaripano publicaba mensajes en los redes y Pérez hablaba desde la clandestinidad. Justamente su última entrevista con CNN sirvió para que el G2 ubicara el sitio desde el que se comunicaba telefónicamente. Sin confirmar, también se sabe que más de un apresto insurreccional fue develado porque los rebeldes contactaron con políticos charlatanes que no creen en soluciones militares.
Obvio que no se pueden comparar a los militares chilenos con los venezolanos, pero valga esta anécdota que me la refirió Germán Gamonal, un exiliado chileno que llegó a Caracas tras el golpe del Gral. Augusto Pinochet en 1973, y quien mostraba aún huellas de las torturas que había sufrido en su cautiverio de tres meses.
“Estos gallos lo calcularon todo tan meticulosamente que sabían lo que tenían que hacer minuto a minuto”, me dijo. Por ejemplo, siguió: En la más grande textilera de Santiago, con más de 3.000 trabajadores, la mayoría allendistas, socialistas y miristas, tres días después del golpe todo el personal fue convocado a una reunión. La presidió un capitán del ejército vestido aún en traje de campaña.
“En las últimas horas varios compañeros de ustedes han sido detenidos para prestar declaraciones sobre sus actividades políticas vinculadas al extremismo terrorista que pretendía ensangrentar a Chile…”, dijo y les exhortó a seguir en sus labores respetando el nuevo orden institucional. Como algo sin importancia concluyó informándoles que había sido designado interventor de la fábrica por el régimen militar…
Los miles de obreros, entre cuchicheos, silbidos espaciados y algunas reprobaciones, no salían de su descomunal estupor al ver que el flamante “interventor” no era sino el barrendero que trabajó menos de un año en la empresa, pero cuya labor había sido la de identificar a los radicales que podrían haber puesto en riesgo la estabilidad del régimen que se implantaba en Chile.
(*) Hernán Maldonado es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de la ANF de Bolivia.
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