En abril de 1988, participé de un experimento académico en Tel-Aviv, la capital financiera de Israel. Me encontraba en Tierra Santa, gracias a una beca de estudios que me concedió el Centro de Estudios Cooperativos y Laborales para la América Latina y el Caribe. Era la primera vez que había salido de Bolivia, tenía en ese entonces 33 años y el Papa Juan Pablo II estaba visitando Tarija, mi ciudad natal.
El experimento consistió en una dinámica de grupos en la que el profesor de turno planteó una escena ficticia. En el planeta se había desatado la Tercera Guerra Mundial y nosotros los alumnos éramos los únicos sobrevivientes de ese holocausto nuclear. Teníamos la misión de reconstruir el planeta, ya que todo se había sido destruido, pero lo debíamos hacer tomando en cuenta las cosas positivas que el Hombre había creado y desechando las cosas negativas.
El profesor nos dividió en grupos y cada grupo debía identificar primero las instituciones y organizaciones creadas por el Hombre que habían sido positivas para la Humanidad y luego las instituciones y organizaciones creadas por el Hombre que habían sido negativas para la Humanidad. Dentro de los grupos, cada uno de los alumnos hacía conocer sus opiniones y participaba activamente. Una vez consensuadas las opiniones, las conclusiones se presentaban ante el plenario.
La familia, la democracia, la libertad, la cooperación y la educación fueron seleccionadas como las cosas más positivas. En cambio, la religión, la política, el ejército, el socialismo y el capitalismo fueron calificadas como las cosas más negativas. El debate se centró en la religión y al frente se encontraban los unos que habían identificado a la religión como la responsable principal para que se produjera la supuesta guerra del fin del mundo y los otros que consideraban que la religión no era la responsable de esa ficticia guerra mundial.
Cada grupo presentó y defendió con mucha vehemencia su postura ante el plenario y las discusiones fueron subiendo de tono hasta que el profesor tuvo que cortar el apasionado debate. Los unos defendiendo a la religión y los otros fustigándola. Lo curioso del caso fue que la mayoría de los alumnos eran de países cristianos. Al final, el profesor quedo satisfecho porque su objetivo se había cumplido. Había logrado desarrollar con éxito una dinámica de grupos bastante ágil y participativa.
A modo de reflexión el docente indicó que, si de verdad ocurriera una Tercera Guerra Mundial, los sobrevivientes, si los hubiere, reconstruirían el nuevo mundo con las mismas cosas positivas y negativas, que se habían discutido tan apasionadamente. El profesor justificó esa su sorprendente conclusión indicando que todo lo que el Hombre ha creado hasta ahora, está grabada en la memoria colectiva de los pueblos y que no podemos olvidar lo que ya sabemos.
Este experimento podría quedar como una simple anécdota; sin embargo, lo traigo a colación porque después de 36 años de aquella mi experiencia el mundo está al borde de otra guerra mundial. La proliferación de armas nucleares hoy es el mayor riesgo que enfrenta la humanidad. “No es el cambio climático, es la proliferación nuclear”, aseguró un alto ejecutivo de una firma bancaria. “Estamos muy cerca de una catástrofe global”, lo dijo Donald Trump, presidente electo de EE.UU.
El Medio Oriente ha sido una de las regiones más convulsionadas del planeta. Esa región ha estado en permanente conflicto bélico desde hace milenios. Primero fue entre el antiguo Israel y los filisteos. Luego los israelitas desalojaron a los cananeos en una guerra de exterminio. Posteriormente el antiguo pueblo judío fue casi exterminado por los Asirios y los Babilonios. Los Medo Persas los salvaron del exterminio. Los imperios de Grecia y Roma la ocuparon y la denominaron Palestina.
En el año 70 de nuestra era, después de una revuelta judía, el templo de Jerusalén fue destruido por los romanos y los judíos fueron expulsados de Palestina y vivieron vagando por el mundo por casi dos mil años. Durante ese largo período, Palestina fue colonia de Roma, luego del islam, de Bizancio, del Imperio Otomano y del Imperio Británico. Hasta que en 1948 la ONU decidió crear el moderno estado de Israel con la partición de Palestina entre un estado judío y un estado árabe.
Esta decisión promovida por Gran Bretaña fue una especie de compensación por el holocausto nazi que significó la muerte de millones de judíos en la II Guerra Mundial, esto provocó la formación de grupos guerrilleros palestinos y el inicio de la expropiación territorial por parte de Israel. A partir de ese año se sucedieron una serie de guerras de baja intensidad como la guerra de los seis días, la guerra de Yom Kipur, o de guerra de guerrillas llamadas “intifadas”, entre otras.
En diciembre de 1987 se produjo la primera Intifada palestina o revuelta de las piedras, que fue una serie sostenida de protestas, actos de desobediencia civil y disturbios llevados a cabo por palestinos en territorio israelí y en territorios palestinos ocupados por Israel. La revuelta fue llevada a cabo por niños y jóvenes palestinos que con piedras y otros objetos contundentes se enfrentaron a los tanques y a los soldados israelíes. La lucha continuó por más de tres décadas.
En abril de 1988 a pocos meses de esa primera intifada llegué a Israel y lo primero que me impactó fue el ataque con cuchillo de un joven palestino a una oficial del ejercito israelí, el mismo que fue abatido con disparos ante la mirada atónita de nosotros los becarios latinoamericanos. Otra escena patética fue la de unos niños de escuela que salieron de excursión y eran custodiadas por mujeres soldados ante el peligro de ataques guerrilleros del otro lado de la frontera con Siria.
Otro pasaje curioso se dio en el museo de Jerusalén, cuando un padre le mostraba a su pequeño hijo las armas que había utilizado en las diferentes guerras con los árabes y palestinos y hasta mencionó a cuantos había matado con esas armas. Finalmente, una última escena que me dejo perplejo fue cuando niños palestinos en una sesión de televisión dieron la espalda a otros niños judíos. Cuando pregunté por lo hacían, me dijeron que los palestinos jamás dan el rostro a sus verdugos.
El 7 de octubre de 2023 grupos guerrilleros de Hamas ingresaron desde la franja de Gaza y mataron a unos 1.200 civiles y se llevaron como rehenes a otras 250 personas. Inmediatamente como represalia, el ejército israelí bombardeo el territorio de los palestinos en forma violenta y brutal contra objetivos militares y en contra de civiles indefensos, entre ellos ancianos, mujeres y niños. Hasta la fecha suman más de 43.000 los muertos, entre ellos aproximadamente unos 10.600 niños.
El 8 de octubre de 2023 casi inmediatamente del ataque de Hamas, Hezbollah atacó Israel desde el Líbano. La respuesta del ejército israelí fue contundente y atroz, bombardearon ciudades y pueblos libaneses y comenzaron con una invasión por tierra en donde además de matar a los líderes árabes, murieron miles de civiles. La ONU estima que más de 3.300 personas han muerto en suelo libanés y la carnicería humana no cesa y no hay miras que las partes en disputa paren la masacre.
La República Islámica de Irán gobernada por una casta religiosa fundamentalista también se ha sumado a esta desenfrenada escalada militar y el 1 de octubre de 2024 lanzó 180 misiles sobre territorio israelí. El 25 de octubre Israel en respuesta atacó por primera vez territorio iraní. El ataque habría sido contra objetivos militares, según el ejército israelí; sin embargo, Irán ha informado que el ataque fue repelido exitosamente por su sistema de defensa anti área.
Ha pasado más de un mes desde que Israel envió más de 100 aviones y drones para atacar bases militares iraníes, y el mundo todavía está esperando ver como responderá Irán. Una guerra abierta entre Israel e Irán podría derivar en una posible guerra nuclear que no solo afectaría a esa conflictiva región del mundo, sino que el mundo entero estaría en grave peligro. A todo esto, se suma la guerra entre Rusia y Ucrania, en la que los rusos están lanzando amenazas de usar armas atómicas.
Ante este panorama sombrío surge la pregunta que casi todos nos hacemos ¿será esta vez la guerra del fin del mundo? Solo Dios lo sabe y sus representantes en la tierra lo están apresurando. Lo paradójico es que en el Medio Oriente confluyen en un mismo espacio territorial las tres grandes religiones monoteístas del mundo: la cristiandad, el judaísmo y el islam. Aparentemente religiones que promueven la paz y el amor al prójimo. ¿Se cumplirá lo vaticinado en el experimento de Tel Aviv?
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