El transporte público es un indicador básico del desarrollo y capacidad administrativa de cualquier ciudad. A medida que una urbe crece, la necesidad de asegurar el transporte de sus habitantes en su interior o con las áreas colindantes, llega a ser determinante para asegurar el buen funcionamiento social y económico de cualquier ciudad.
Los servicios de transporte público pueden ser proveídos por empresas privadas o públicas. Generalmente, el servicio de transporte masivo —buses, tranvías, trenes, etc.— es responsabilidad del Estado, del gobierno municipal o de mancomunidades locales; el transporte individualizado —taxis— es generalmente administrado por empresas privadas.
Cuando más óptima es la administración urbana, ese esquema es más evidente. Sin embargo, en la generalidad de los llamados “países subdesarrollados” el servicio de transporte urbano es caótico, la presencia del Estado o de la administración municipal insignificante y el imperio del transporte ilegal dominante.
En este aspecto, en Bolivia nos parecemos más a la triste realidad de los países subdesarrollados que a la imagen de los desarrollados, pese a que hace algunos años nuestro presidente nos prometió que en breve nos asemejaríamos a la emblemática Suiza europea.
Los taxis, trufis, colectivos y los peculiares minibuses, son la encarnación de lo deplorable en cuanto al transporte y tratamiento del pasajero. Nuestras escasas vías de comunicación urbanas, repletas de minibuses sobre todo en las llamadas “horas de punta” arriesgan colapsar el tránsito urbano. Es evidente, entonces, que surjan iniciativas para, finalmente, poner solución a este problema. Dos fueron las innovaciones que recientemente surgieron en la ciudad de La Paz: El bus PumaKatari y el servicio de Teleférico.
Con todo lo innovador y espectacular que representa el servicio de Teleférico, éste no significa una verdadera solución para el problema del transporte público en las ciudades de Bolivia. En efecto, no se trata solo de transportar más y mejor a los pasajeros, sino de encarar —para desestructurarlas— las bases materiales y societales en que se asientan el desorden vehicular y el emporio de los gremios de transporte, y ello no se lo hace deslizándose literalmente por los aires, mientras abajo continúa el caos y la barahúnda.
En este sentido el servicio de buses Puma Katari del Gobierno Municipal de La Paz es más esperanzador. Lo más llamativo del PumaKatari es la calidad material de sus vehículos, que contrastan con lo vetusto e inadecuado de los colectivos y minibuses, lo que brinda confort y respeto al usuario. De la misma manera, el trato al pasajero por parte de los funcionarios del PumaKatari, así como las modalidades de uso que se implantan (asientos reservados a adultos mayores y personas con discapacidad, cortesía de ceder asiento a quien pueda más necesitarlo, prohibición de ingerir alimentos y bebidas durante el transporte…) constituyen verdaderas innovaciones que repercuten en la autovaloración del ciudadano y en una conciencia de servicio y correspondencia para con los demás.
Sin embargo, lo anterior, con todo lo meritorio que pueda ser, no constituye en nuestra opinión el verdadero valor del PumaKatari. Para entrar en servicio tuvo que vencer la resistencia del gremio de transportistas. Su mantenimiento y necesaria irradiación hacia nuevas rutas, implica dominar paulatina pero permanentemente la oposición de ese gremio que, seguramente, se volverá a manifestar de una u otra manera.
Hasta ahora, sobre todo por el apoyo del ciudadano, el Puma Katari salió victorioso. Pero, modificar el sistema de transporte en La Paz implica desmantelar plenamente el viciado sistema de trasporte público gremializado que impera en Bolivia. Ello hace del PumaKatari un laboratorio para futuras transformaciones, desbordando el aspecto puro del transporte urbano al contemplar un enfoque descolonizador, entendido como la eliminación de las anquilosadas estructuras que se generaron en el período colonial y que hasta ahora han perjudicado la modernización de los servicios y los derechos de sus pobladores. He ahí la proyección y el desafío del PumaKatari.
* Pedro Portugal Mollinedo es director de Pukara y analista de temas indígenas en Bolivia.