Dante Salvietti llegó a La Paz en 1914 con la visión, pasión, liderazgo, paciencia y confianza en sí mismo que caracteriza a todo emprendedor. Decidió adentrarse en Los Yungas paceños en 1919, para comenzar a escribir una historia que llegaría a ser el orgullo de todo un país. El objetivo era crear una bebida con características similares a las del "Ginger Ale".
Dante se sintió atraído por la biodiversidad de la zona. Desde el fondo de los valles hasta las partes más altas de las montañas, pudo observar diferentes tipos de vegetación. Y allí comenzó un recorrido que le permitiría experimentar alegrías y frustraciones, donde no lograba encontrar una fórmula que considerara perfecta. Pero el emprendedor no se dio por vencido.
Las gaseosas tenían poco tiempo en el mercado, la producción en Bolivia había empezado en 1890. Eso significó un nuevo reto para el visionario empresario, quien decidió crear un jarabe concentrado para producir su propia bebida refrescante.
En 1920 comienza el desarrollo de este maravilloso producto. Para la elaboración de la gaseosa, la primera fábrica, que operaba cerca del Parque Riosinho, produjo su propio gas carbónico, algo desconocido para ese entonces en Bolivia. El embotellado era una obra de arte, la primera comercialización se realizó en botellas especiales, de cerrado hermético a través de una pequeña bola en el pico.
Un día de 1922, un poco desanimado, Dante se dispuso a recorrer por el “Bosquecillo de Pura Pura” al noroeste de la ciudad de La Paz. Algo pensativo se sintió atraído por sonidos y movimientos que venían de un arbusto y vio una figura… ¡se trataba de un duende!
Se sintió anonadado por algunos minutos. Luego se repuso y notó que la criatura estaba atrapada y decidió ayudarla. Sorprendido por su amabilidad, el duende quiso recompensarlo y, luego de algunos minutos conversando sobre el proyecto que Dante había ejecutado, le recomendó que probara modificando el producto, dándole el secreto que lo llevaría a la inigualable fórmula de la “Papaya Salvietti”.
Para finalizar el fantástico encuentro, el mágico ser le pidió una sola cosa a cambio, como muestra de agradecimiento, que su imagen fuese la protagonista en todas las etiquetas del producto.
Dante aceptó la petición del duende y ambos sellaron un pacto que ha perdurado por más de un siglo, en el que el personaje se convirtió en el sello de la marca y es la expresión de un sinónimo de tradición.
Una vez de regreso en Chulumani, Dante ejecutó la nueva fórmula. El producto maravilló a todos y la “Papaya Salvietti” se consolidó rápidamente en el mercado, convirtiéndose en un símbolo de identidad y cultura en la ciudad de La Paz. El mercado se expandió y el sabor comenzó a encantar también a extranjeros que visitaban el país, quedando cautivados por su aroma y la experiencia de la degustación.
En 1935 se introducen las “tapas corona” en la empresa Salvietti. Toda una innovación a nivel tecnológico e industrial. Y debido al éxito desde el lanzamiento de la bebida, Dante recordó que tenía pendiente una promesa y agradecimiento para aquel duende con el que coincidió en el Bosquecillo de Pura Pura.
Es así que en 1936, Ruggero, hermano de Dante, dibujó lo que sería el nuevo rótulo de la gaseosa. En ella destacaba la figura de un duende, ordeñando una papaya. Y se convirtió en la etiqueta más representativa de la marca, en 104 años de historia.
Y así es como toda historia que se precia de ser importante y real, merece ser contada y pasar de generación en generación. La historia de Salvietti es sinónimo de familia y tradición, que ha perdurado en los corazones de cada boliviano por más de un siglo.
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