Marzo 28, 2024 [G]:

Érase una vez América (II)

Las grandes civilizaciones de América fueron tan complejas como ricas, con un sistema de castas definido, una economía basada en el comercio y una justicia administrada de acuerdo a sus principios morales y religiosos.


Viernes 9 de Julio de 2021, 1:15pm






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Ahí donde la ven, joven, herida, impetuosa y rebelde, gobernada por incompetentes, ladrones y mediocres sinvergüenzas, está la madre a la que casi todos ignoramos y miramos por encima del hombro, América. Muchos de sus hijos piensan que su historia fue escrita durante la colonia, y que, por ello, es necesario negar esa historia para reivindicar la anterior; pero en ese afán de negar nuestro mestizaje hemos perdido el hilo que nos lleve de vuelta al origen, no para traerlo al presente, sino para tenerlo presente.

Como Europa, América respira desde hace miles de años, pero existe de otras maneras, aunque su nombre y parte de su historia fueron dados en lengua europea, sabe reconocerse como principio y fin en sí misma. Sus lenguas originarias son hasta hoy parte de una tradición oral, su escritura fue grabada en sus construcciones, en la cerámica y en los códices precolombinos hallados por los españoles y denominados Borbónico, Tonalamatl o Boturini, entre otros. Mal podría decir el europeo que la escritura es un privilegio de los herederos de Egipto o Mesopotamia, pues de este lado, también se escribieron la historia y las tradiciones de culturas, tan o más ricas que las que se irguieron al otro lado del mundo.

Las grandes civilizaciones de América fueron tan complejas como ricas, con un sistema de castas definido, una economía basada en el comercio y una justicia administrada de acuerdo a sus principios morales y religiosos. Hubo dos periodos de grandeza para América: el primero, cuando estaba habitada por un hombre respetuoso de la tierra, temeroso de los cielos y en armonía con los animales, un continente desconocido para el resto del mundo que ya se llamaba a sí mismo civilizado pero que se destruía constantemente; el segundo, tal vez más más significativo y por ello ruinoso, cuando esta tierra americana sostuvo con el fruto de sus entrañas todo lo que iluminó e hizo grande a Europa, su historia, su cultura, el derecho, la filosofía, las artes, la guerra y la industria.

Europa, de la que se dice que fue tan criminal e ilustre como todas las grandes civilizaciones y que por ello las superó a todas, lo cual en parte es cierto, como también es cierto que, mientras la riqueza de América servía para financiar la guerra interminable entre los reinos de Castilla, Portugal y Francia, regidos por una misma familia, un Emperador chino intercambiaba gran parte del oro americano por frutos de su tierra como la seda, el arroz, la madera o el té. Así es, de América salió el mineral que hizo grandes a Europa y a Asia, pero que poco sabemos de ello, o que poco lo recordamos.

Antes de que los dos grandes imperios americanos poblaran su territorio, cerca al lago que los españoles llamaron Chucuitu, se levantó Tiwanaku, civilización que fue hallada extinta, pero que deslumbró por lo imponente de sus construcciones, la ingeniería de sus canales y la simbología contenida en sus artefactos y monolitos. Desde entonces, la grandeza del reino perdido, de piedras enormes y bien labradas, despertó el interés de viajeros y cronistas como Bartolomé Cobo, Garcilaso de la Vega y Pedro Cieza de León entre otros, aquellas lecturas y aproximaciones del siglo XVI, despertaron en el siglo XIX el interés de naturalistas como Tadeo Haenke y Alexander Von Humboldt, quienes visitaron el lugar y abrieron el camino para la investigación, una aventura que se extendió hasta el siglo XX y que ahora ha perdido impulso, reduciendo el valor de sus ruinas a un pequeño atractivo de interés turístico.

Nadie sabe a ciencia cierta cuáles fueron los eventos que dieron fin a esta civilización, algunos historiadores lo atribuyen a una prolongada sequía, otros apuntan a un fenómeno migratorio, lo cierto es que su herencia se reflejará, años después, en la civilización Inca y, de alguna manera, esos reflejos iluminarán también la civilización Azteca.

(Continuará)

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