Si bien para muchos ciudadanos de a pie, para una gran cantidad de productores del agro, y muchísimos bolivianos que enfrentaron serias dificultades económicas en la gestión pasada, el 2016 -en una suerte de escape mental- fue un “año para el olvido”, para los administradores del Estado nunca debiera serlo, pues de ser así, se podría volver a incurrir en los mismos errores ya cometidos.
¿Cuál el balance a priori del “año para el olvido” que los funcionarios públicos siempre deberían recordar? Algunos dirán que no fue un mal año pues otra vez salimos “campeones” superando a otros países de Sudamérica (aunque tengan menos pobres que nosotros); y si bien el PIB creció, creció menos sin lograr “el numerito” del 5%, tantas veces anunciado y defendido a rajatabla.
Es cierto que la desaceleración económica tiene mucho que ver con un entorno internacional adverso, a lo que se sumaron otros dos factores negativos inesperados: el embate del clima y las plagas que diezmaron la producción de granos en invierno, en Santa Cruz, así como la sequía en La Paz y otras regiones. De esto debe haber lecciones aprendidas para no tener que lamentar mañana lo que Julio Iglesias cantaba: tropecé de nuevo y con la misma piedra...
En primer lugar, aceptar que la economía boliviana es fuertemente dependiente y vulnerable de los sectores extractivos y crece a costa de generar déficit fiscal y endeudamiento, lo que tiene un límite en el tiempo. Romper con esta vulnerabilidad solo será posible fortaleciendo el sector exportador no tradicional (agropecuario, forestal, industrial-manufacturero, artesanal, turismo).
Segundo, hay que tomar previsiones para que mañana el cambio climático no baje la producción de alimentos: ¡no tengan miedo a la biotecnología!
En tercer lugar, si el desempleo va en aumento y la economía tiende a informalizarse, flexibilizar las políticas para no matar al formal, sería deseable.
Finalmente, hacer menos “cuesta arriba” la tarea de invertir a los empresarios, sean éstos grandes, medianos o pequeños, viendo en ellos la “gallina de los huevos de oro” que genera riqueza y empleo, sería altamente deseable.
En un escenario de desaceleración económica como el que se vive desde el 2015 por la conclusión del macro ciclo de precios altos que tanto favoreció el país, evitar una recesión/crisis y lograr un suave aterrizaje económico, dependerá de las políticas que se implementen con urgencia e inteligencia, las que necesariamente deberán apuntar a hacer más competitiva a Bolivia.
(*) Gary Antonio Rodríguez Álvarez es Economista y Magíster en Comercio Internacional