Un bloqueo económico es una acción colectiva llevada a cabo por grupos o sectores de la sociedad para presionar a los tomadores de decisiones, como los gobiernos u otras entidades, a través de suspensiones temporales del trabajo, con el objetivo principal de lograr condiciones demandadas. Es un evento no deseado que puede tener consecuencias irreversibles, que implica una parálisis de la actividad productiva, comercial o de servicios, deteniendo el flujo de dinero, generando consecuencias negativas inmediatas sobre diferentes sectores.
Como resultado de un bloqueo sostenido, las empresas pueden quebrar, aumentar el desempleo, disminuir la producción, generando un impacto económico y social negativo que puede tardar en su recuperación desde meses hasta años. A mayores días de bloqueo, los perjuicios económicos son aún mayores.
Para enfrentar estos eventos no deseados, se requiere generar espacios de diálogo y negociación entre las partes involucradas y buscar un acuerdo consensuado al conflicto, lo cual es un desafío complejo que requiere un esfuerzo conjunto de los actores involucrados para evitar las repercusiones negativas de un paro.
En el sector financiero los bloqueos y huelgas, al afectar los ingresos de los prestatarios, pueden perjudicar su capacidad para cumplir con las obligaciones crediticias contraídas, lo que podría llevarlos al impago y tener repercusiones negativas sobre su calificación crediticia y posteriormente verse impedidos de obtener nuevos créditos en el Sistema Financiero.
Si se trata de pérdidas económicas, por ejemplo, producto del bloqueo acaecido en Santa Cruz de la Sierra a finales de 2022, se estimaron pérdidas diarias en los sectores de la industria manufacturera, construcción, agropecuario, ventas al por mayor y menor, transporte y almacenamiento, actividades de alojamiento, artísticas, entretenimiento y servicios por aproximadamente 36 millones de dólares por día. Asimismo, bloqueos nacionales y bloqueos de países vecinos y fronterizos afectan mutuamente a ambas economías. Otro caso fue el suscitado a finales de 2022 y principios de 2023 en Perú, cuyas repercusiones negativas también recayeron sobre Chile, Bolivia y Ecuador. En el caso de nuestro país, se vio afectado por el cierre del puente Desaguadero, lugar por donde transitan productos de importación y exportación, en esa ocasión se calculó una pérdida aproximada de 6 millones de dólares por día.
En la actualidad, el sector de transportes, pese al dialogo mantenido en las mesas de negociación con el gobierno, ha confirmado movilizaciones con bloqueos de carreteras. Dirigentes del sector exigen principalmente una solución a la falta de dólares y el abastecimiento de combustible. En este escenario el gobierno continúa con los esfuerzos para el dialogo con este sector y evitar deterioros en la economía de las bolivianas y los bolivianos, buscando llegar a un consenso con el sector en torno a su pliego de peticiones y sobre todo pedir un poco de paciencia para ver los resultados de las gestiones que el gobierno viene realizando por este sector y la economía del país.
En momentos críticos, donde la incertidumbre y las dificultades económicas parecen querer avasallar la economía boliviana, es crucial que mantengamos la calma y la unidad. No debemos olvidar que los bloqueos conllevan riesgos y consecuencias que no se deben subestimar y que no son fáciles de recuperar. Es importante entender que un día no trabajado es un día perdido que no volverá.
Ximena Rodriguez
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