Diez de la mañana, sol de invierno, una luz traslúcida talla las sombras de un camión y de los enseres de mi compadre Teo que están apilados en la calle. Está abandonando su taller en el que estuvo trabajando casi tres décadas; finalmente sus dueños de casa lo echaron porque no puede ganar para pagar el alquiler y no entienden ni perdonan el atraso. Una parte de este barrio acabará de morir con su partida. No tengo palabras para demostrarle mi cariño y solidaridad, no podemos hacer nada por él, ni por mi comadre y nuestro ahijado. Recuerdo que le presté mi columna para que le escribiera al ministro de gobierno Murillo y tuviera la ocasión para decir lo que sentía y pensaba sobre el desvarío democrático que fue el preludio de la pandemia y que ocasionó el desastre social que sufrimos. La carta que se publicó, levantó su ánimo y estaba muy orgulloso de haberlo hecho. Ahora se va y me confiesa que consiguió algo en El Alto y que estará bien porque mi comadre cocina y sabe hacer negocios y que el debate sobre las vacas comunistas quedará en suspenso hasta primavera.
Somos dos viejos camaradas y ya no tenemos miedo de nada, por eso denostamos contra los políticos corruptos y venales que se aprovechan de la generosidad de nuestro pueblo para ser elegidos y luego convertirse en nocivos. Nuestra fe en el Señor del Gran Poder y el Tata Santiago, nos permitió mantener la amistad a pesar de las diferencias que alguna vez tuvimos, sobre todo ocasionado por los sucesos políticos de octubre del año pasado. La pandemia nos ahogó, como a la mayoría, y para consolarle le cuento que mi proyecto también se vino abajo y tengo problemas. Le digo que ni él ni yo ya no podemos reinventarnos porque lo que hacemos es lo único que sabemos hacer con gusto.
A unas cuadras cerca del taller de mi compadre, está la casa de la señora María Palacios que guarda detención en el Centro de Orientación Femenina de Obrajes, hace más de medio año. La acusaron de conspiración, sedición y otros supuestos delitos. No le comprobaron nada, ni su supuesta militancia política; su “delito” fue llevar una remesa a la Argentina de los sueldos de PDVSA. Nadie se acuerda de ella y es una flagrante injusticia que se comete porque ninguna persona puede estar privada de su libertad tanto tiempo sin un juicio. Patricia Hermosa, otra señora que estaba con detención, luego de un calvario en que perdió a su bebe, finalmente fue liberada; el ex ministro Romero y el ex alcalde Cronembolt lograron detención domiciliaria. Mi compadre fue testigo cómo invadieron el domicilio de la señora Palacios, como si se tratara de una terrorista y solo encontraron el documento de una pequeña propiedad de su empleada. Su señora madre anciana languidece y solo reza, esperando justicia. La Defensora del Pueblo, señora Nadia Cruz, debe actuar, aunque la acusen- como siempre- de defender masistas.
Entre tanto, las viejas prácticas de las guerras sucias entre los políticos evidencia la fractura social integral que sufre Bolivia desde la conquista, expresados en el odio racial y el pensamiento medioeval de algunos dirigentes de Santa Cruz que no les permite saltar al siglo XXI y tener líderes de trascendencia nacional. Estos aspectos han engendrado una polarización que no tiene un mínimo de recato a la hora de intentar destruir al rival opositor, hasta el extremo de linchar mediáticamente a una joven. Llama la atención la triple moral, sobre todo de algunas periodistas mujeres que con espíritu maniqueista tratan de descalificarla y con ella al ex presidente para restarle votos a su partido político. Muchos periodistas de los medios televisivos se han convertido en promotores del regionalismo y del continuismo de la Sra. Añez y es notorio y explícito su contubernio a la hora de informar sobre el tema y regodearse morbosamente pensando en su peculio. Mientras el crimen del policía Mina, muy cercano al ministro Murillo, ha ocasionado que este instruya que los aspirantes a policías deben pasar por un examen siquiátrico. Sería prudente que él diera el ejemplo porque ya lo necesita hace rato.
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