Los sectores de salud y educación no son los únicos que presentan problemas en Bolivia, en el primer caso por el déficit e incremento de precios en los medicamentos así como en la mala atención en los seguros estatales y en el segundo por los inadecuados planes de formación de los estudiantes especialmente en unidades educativas públicas, donde se ideologizan los programas escolares.
El ámbito deportivo también enfrenta graves dificultades que lo tienen en una crisis persistente. Algunos avances en este campo han sido mínimos y fueron alcanzados principalmente gracias al esfuerzo y sacrificio individual de ciertos deportistas, en lugar de un apoyo gubernamental adecuado y permanente.
La situación deportiva en el país desde años atrás siempre fue compleja y los constantes desafíos se dirigen a diversas disciplinas, no solo al fútbol. Si bien en el balompié los jugadores de la primera división pueden gozar de salarios relativamente altos, el desarrollo general del deporte en el país enfrenta obstáculos significativos por malas gestiones que también provienen de los dirigentes deportivos.
En general, el deporte en Bolivia carece de una estructura sólida que fomente el crecimiento de los deportistas desde las etapas iniciales. La infraestructura es limitada y poco o nada se logró con la construcción de canchitas de fútbol por varios lugares del país que sólo sirvieron para cumplir intereses particulares de un gobernante, además de elevar su propio ego.
En cuanto a la calidad del entrenamiento y la preparación de los deportistas, esta situación se ve agravada por la falta de programas de desarrollo que podrían nutrir a jóvenes talentos y permitirles competir en niveles elevados. El ejercicio y adiestramiento debe ser desde las etapas iniciales con estimulación sostenida.
Si se ve como ejemplo a la selección nacional de fútbol y su papel, hasta el momento en las eliminatorias del Mundial 2026, se advierte gran deficiencia del equipo que no se revitaliza con las categorías infantiles y juveniles. Hay ausencia de jóvenes promesa y ante cualquier derrota los discursos con disculpas se repiten.
Las pérdidas han sido humillantes, hasta en su propia cancha. El bajo rendimiento continuo y la incapacidad para competir han dejado a los aficionados desilusionados. Versados en materia futbolística así como inexpertos en ella coinciden en mencionar la gestión deficiente de la verde y plantean cambios de todo tipo.
En septiembre Bolivia recibirá a Venezuela, de gran actuación en la reciente Copa América, y cinco días después visita a Chile en Santiago en dos partidos de la eliminatoria al Mundial del 2026. En la fase premundialista, el país marcha en penúltima posición, lejos de la zona de clasificación. De los seis partidos que disputó, ganó solo uno y perdió cinco.
En cuanto a la Copa América 2024, la situación fue también calamitosa. La selección nacional ocupó el último lugar del Grupo C, sin puntos, 10 goles en contra y 1 a favor. Según el diario argentino de deportes “Olé” en su artículo “El oscuro récord que arrastra Bolivia en la Copa América” señala que su último triunfo lo consiguió en la edición de 2015 en un 3 a 2 contra Ecuador, desde ahí en más, no sólo no pudo sumar de a tres sino que arrastra varios encuentros en fila con derrotas.
Varios analistas y críticos deportivos argumentan que, dada esta realidad, Bolivia debería reconsiderar su participación en competencias internacionales de fútbol al menos hasta que se establezca una base sólida para el desarrollo de este deporte en el país. Ir a estos eventos sin la preparación adecuada no sólo puede resultar en actuaciones decepcionantes, sino que también puede desmoralizar a futbolistas y población. La percepción de que el país no está a la altura de sus competidores, es realmente frustrante.
Adicionalmente, pareciera que los dirigentes deportivos son los principales beneficiarios porque los recursos destinados al deporte muchas veces se malgastan en viajes y viáticos de los directivos, quienes disfrutan de estos beneficios sin que se vea un impacto real en el mejoramiento del fútbol.
El fútbol es el deporte más popular en Bolivia; sin embargo ha decepcionado tanto que llegó el momento de dar espacio y apoyo a otras disciplinas deportivas que no sólo tienen sus propios atractivos; sino que pusieron en alto el nombre del país por los galardones obtenidos internacionalmente.
Sólo como muestra, deportistas bolivianos dedicados a otras disciplinas han logrado éxitos notables de forma independiente. Por ejemplo, el jiujitseiro Mauricio Molina ganó el oro en el Abu Dhabi Grand Slam Prime de Jiu-Jitsu en Río de Janeiro. Bolivia casi se lleva el primer lugar en el Sudamericano de Tiro con Arco celebrado en Guayaquil, obteniendo la medalla de plata con la participación de Camila Paredes y Alexander Mendoza, capitaneados por Ariel Rodríguez.
Sin duda un atleta que también destacó fue Héctor Garibay quien ganó la Maratón de Buenos Aires en 2021; la Maratón Internacional de la Ciudad de México en agosto del 2023; obtuvo el segundo lugar en la carrera París-Versalles en septiembre del mismo año y se impuso en la Corrida de Río de Janeiro, una prueba de 21 kilómetros en mayo de 2024.
Los logros fueron plausibles; sin embargo en lugar de enfocarse en la gloria inmediata, sería más beneficioso que Bolivia invirtiera en el fortalecimiento de sus estructuras deportivas internas. Esto incluye mejorar las instalaciones, crear programas de formación y garantizar que los recursos lleguen a quienes realmente lo necesitan: los deportistas.
Ahora, revisando los resultados de las Olimpiadas 2024 realizadas en París, Francia de los cuatro deportistas bolivianos que compitieron, sólo uno –Héctor Garibay– clasificó con la marca mínima, mientras que el resto fue con tarjetas de invitación.
Según el suplemento deportivo “ED Sports” el cruceño Núñez del Prado, nadador de 19 años, no pudo clasificarse entre los 16 mejores de las series preliminares que eran cuatro; la velocista Guadalupe Tórrez, quien participó en la prueba de 100 metros planos, ocupó el segundo lugar en la fase preliminar con un tiempo de 11”60 pero luego quedó en el octavo lugar; María José Ribera saltó al agua en la prueba de 50 metros estilo libre, entre las 79 nadadoras, se ubicó en el puesto 28. A semifinales se clasificaron las 16 mejores.
El último boliviano en intervenir en los Juegos Olímpicos París 2024 fue Héctor Garibay, quien tomó parte en la maratón. El fondista orureño, de 36 años, terminó la competencia en el puesto número 60 de 80 participantes.
Todo esto y más, demuestra que no existe una cultura deportiva en el país y los esfuerzos particulares de muchos clubs deportivos se diluyen ocasionando que se ocupen los últimos lugares en muchas competencias internacionales. El apoyo del gobierno al deporte es insuficiente; las políticas públicas destinadas a promoverlo y mejorarlo son escasas.
La situación del deporte en Bolivia está en crisis y muestra un panorama desalentador. Falta apoyo gubernamental, buenas gestiones, programas de desarrollo adecuados, entidades deportivas que trabajen en conjunto y dirigencias que velen más por todas las disciplinas y atletas antes que por sus bolsillos.
Sólo cuando existan las condiciones apropiadas Bolivia podrá salir de la crisis, competir con dignidad y orgullo en el escenario global. Se necesita con urgencia una transformación radical en el deporte nacional.
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