El reino de Bután, una nación regida por una monarquía constitucional, y que se ubica en el sur de Asia, rodeada por China e India, cuenta con la población más pequeña del mundo: 768 mil habitantes. ¿Qué la hace diferente? En primer lugar, no miden el bienestar de sus habitantes mediante el índice del Producto Interno Bruto (PIB), sino mediante el FIB (Felicidad Interna Bruta).
En Thimpu, la capital del Reino de Bután, se tiene como filosofía única algo que es realmente disruptivo: en lugar de maximizar el desarrollo del PIB, se decidió fortalecer los indicadores de felicidad de su población. Y para ello se creó el FIB, cuyo fundamento es bastante provocador: para ellos, el incremento del PIB puede llevar a una disminución de la felicidad de sus ciudadanos. Dicha conclusión refuerza un pensamiento popular de que el dinero puede comprar calidad de vida, quizás, pero no puede comprar o garantizar la felicidad.
Con absoluta contundencia está demostrado que la calidad de vida de las familias se cimenta en los niveles de seguridad y paz en su convivencia social, donde puedan desarrollar una salud física y mental que genere esperanza de progreso. Estos indicadores tan simples pero complejos, de acuerdo a los expertos, refuerza el sentido de motivación social para seguir adelante y abre mayores opciones de movilidad social, de bienestar y, claro, mayor riqueza social, en lugar de la monetaria.
Esta Felicidad Interna Bruta cuenta con nueve pilares que en su conjunto representan la felicidad de la población de Bután: salud física, bienestar psicológico, diversidad y seguridad ecológica, condiciones de vida, educación, calidad de gobierno, uso del tiempo, diversidad cultural y vitalidad de la comunidad.
La pregunta que Usted amable lector, estoy seguro, se hace inmediatamente después de leer los nuevos fundamentos, es si en Bolivia tenemos alguno, o por lo menos uno, aunque sea, vigente en nuestra sociedad. Lamento que su respuesta sea negativa.
El último censo realizado en Bután, el 2015, se evidenció que, si se quería incrementar aún más la felicidad de sus 768 mil pobladores, debían implementar políticas más agresivas para el fortalecimiento de los servicios del gobierno, fortalecer su cultura (identidad) y tradiciones entendidas como la principal cohesionador social y de orgullo nacional.
Estos pasos, absolutamente innovadores, capturaron la atención de Tailandia y de los Emiratos Arabes, que ahora desde el 2016 se plantearon como prioridad buscar ser la nación más feliz del mundo. Incluso ya cuentan con un Ministerio de la Felicidad cuya misión es incentivar una cultura de felicidad entre el gobierno y la ciudadanía (así como lo lee. Y no es ciencia ficción, por si acaso) y no contentos con ello, cada año miden su crecimiento de felicidad en sus sociedades.
En definitiva, cuando la sociedad se organiza y coopera de manera complementaria con el gobierno, cuando los intereses de los ciudadanos son lo principal y no los intereses políticos inmediatos, se genera el mayor progreso y bienestar de una comunidad. Y, por supuesto, más feliz y comprometido con el bienestar de todos. Aunque usted, no lo crea!
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