24 de enero (Periodiquito de Alasita, El Compadrito).- En una pequeña región de la ciudad Ladrillos, el alcalde Chivan y el gobernador Santurrón eran muy conocidos por la población, pero no por su dedicación a la gestión. No, el también conocido como Black y el Condorito eran famosos por culto a los lagartos, en especial durante la temporada de lluvias. Adoraban poner su panza al sol. Incluso se ponían a competir para que se defina quién es el más jaira.
Mientras las nubes oscuras se acumulaban en el cielo, los vecinos se preparaban para lo peor. Tapaban sus casas con cartones, nylones y lo que encontraban, ya que sabían que no recibirían ningún apoyo por sus autoridades. “Aquí es, ¡sálvese quien pueda!”, dijo Cándido Acabado.
Sus casas se inundaban por falta de acciones preventivas por estas autoridades, quienes permanecían relajadas en verano.
Un día, los vecinos se organizaron para una reunión en la plaza central con el fin de discutir sobre la suerte de la ciudad. Las pancartas eran de reclamo: "Queremos soluciones" y "No más promesas vacías". Esperaban la llegada de las autoridades, pero Chiván y Santurrón estaban como en un concurso de quién ignora más tiempo a los afectados.
Cuando finalmente atendieron a los ciudadanos, Chiván llevaba unas gafas negras y medio raro se disculpó con una sonrisa nerviosa: "Lo siento, estaba ocupado... entregaba una ciclovía". En cambio, Santurrón intentó hacer un chiste: "¡Al menos no se inunda mi oficina!". La multitud se enfureció y por poco lo linchan.
A medida que las semanas pasaban y las lluvias continuaban, los vecinos vieron que sus líderes eran expertos en excusas. "No podemos hacer nada sin presupuesto", decía Chiván mientras limpiaba su traje de barro y ni qué decir de Santurrón quien siempre hallaba una evasiva: "Las lluvias e inundaciones son culpa del cambio climático".
En medio del caos, Chiván y Santurrón hicieron una visita a las zonas afectadas y hallaron un grupo de vecinos atrapados en una vivienda, esperando ser rescatados.
Chiván se hizo el héroe y dijo: "¡Miren! ¡Estamos aquí para ayudar!", mientras trataba de mantener su sombrero seco y Santurrón se hacía selfies: "Esto hará que parezcamos responsables”, pensó.
Ante la inacción, vino la acción por cuenta propia. Los vecinos compraron sacos de arena para improvisar muros. Otro grupo organizó el concurso "quién puede salvar más casas", donde el premio era una cena con Chiván y Santurrón. La ironía no pasó desapercibida.
Después de días de lluvias, los ciudadanos precipitaron las elecciones para elegir a los nuevos líderes. En la boleta, incluyeron una opción especial: "Cualquier persona menos Chiván y Santurrón".
La elección para nuevas autoridades fue un éxito rotundo, ya que la gente estaba cansada de estos jayras jararancus, porque Chiván solo se encargaba de entregar aceras y repintar obras de alcaldes pasados y mientras que Santurrón era peor. Cuando le reclamaban, decía: “Cuidado, te voy a bloquear”. Ambos estaban atentos a eventos folclóricos. El ocio estaba en su sangre.