Buenos Aires, 15 de octubre (Agencias).- Pocos crímenes en el inventario negro de la historia policial argentina han sido tan horrendos como el que acaba de suceder. El nombre de Lucía Pérez no solo será recordado en el mármol de un cementerio bonaerense. Desde hace escasos días y para siempre habitará en la memoria colectiva de los argentinos como uno de los grandes episodios sórdidos e irreparables que hoy conmueven a la sociedad de este país.
Esa adolescente, de 16 años de edad, vivía en Mar del Plata (ciudad balnearia situada en la costa atlántica de la provincia de Buenos Aires). El viernes pasado dos jóvenes se acercaron a la salida de su colegio, situado en Juan B. Justo a la altura del número 600, una de las avenidas principales de la ciudad. Uno de ellos, Matías Gabriel Farías, de 23 años, se acercó a ella. No la conocía, pero empezaron a conversar y la invitó a pasar la tarde del día siguiente en su casa.
La chica se dirigió sola al número 4825 de la calle Racedo, en un barrio alejado del centro. Al llegar a la vivienda se encontró con al menos dos personas: una era Farías y el otro se llama Juan Pablo Offidani. Su apellido es conocido en esa ciudad porque es hijo de un reconocido notario. Otro hombre, de quien por ahora no han trascendido sus datos personales, podría haber estado también allí.
Los presentes comenzaron a beber alcohol y a consumir cocaína. Lucía fue obligada a esnifar cantidades ingentes de esa droga, según consta en el expediente. Cuando sus fuerzas ya flaquearon por completo, "fue sometida a una agresión sexual inhumana", ha señalado la fiscal del caso, María Isabel Sánchez,
Uno de sus abusadores llegó incluso a introducir en la vagina de la víctima, ya seminconsciente, "un objeto romo, que podría ser un palo largo", ha revelado la funcionaria.
El empalamiento, método de tortura infernal utilizado principalmente en los siglos VI y V antes de Cristo, le produjo un síncope vasovagal. Lucía padeció un shock cardíaco derivado del terror que sufre una persona bajo tortura extrema. Cuando la muchacha cayó desplomada al suelo, las bestias que se habían turnado para violarla se dieron cuenta de que la chica había perdido los signos vitales. Ya estaba (casi) muerta. Entonces, comenzaron a limpiar su cuerpo para intentar borrar huellas y ADN, lavaron su piel y la volvieron a vestir, para no quedar incriminados en el brutal ataque. Después la cargaron a hombros y la llevaron a un centro de salud en una furgoneta Strada Adventure color azul.
Farías, uno de los violadores, se quedó fuera, a la espera de saber si los médicos conseguían reanimar a Pérez. Fue en vano. La autopsia ha revelado que la adolescente falleció a raíz del "excesivo dolor" que sufrió como resultado de la terrible agresión de empalamiento. Cuando salieron a dar la noticia, Offidani ya se había escapado.
La fiscal Sánchez no tiene dudas sobre la autoría del hecho por parte de Farías y Offadani. Una hipótesis de la investigación señala que en la escena del crimen pudo participar un tercer hombre. La calificación del caso es 'violación seguida de muerte agravada por la provisión de estupefacientes, y homicidio ‘criminis causa’”, un agravante que contempla el Código Penal cuando se comete un delito (el asesinato en este caso) para tratar de encubrir el anterior (la violación).
Destrozado, Guillermo Pérez, padre de la joven asesinada, acaba de declarar a los medios de prensa argentinos que hubo una persona que "entregó" a su hija a quienes la asesinaron. Sospecha de una de las compañeras del colegio de la adolescente, que es mayor de edad.
La Policía finalmente detuvo a Matías Farías y Juan Pablo Offidani cuando vendían drogas en la calle. Otras compañeras de la víctima que habían presenciado cuando éstos se acercaron al colegio el día anterior describieron sus rasgos físicos.
El aparente cómplice de los dos, que "habría tenido una participación clave en el lavado del cuerpo y el traslado de la chica a un centro de salud", según la fiscal, también se dedicaría al narcotráfico a pequeña escala. En la furgoneta azul donde la chica fue trasladada los agentes encontraron marihuana. En el interior de la vivienda también hallaron preservativos, cocaína y municiones, pero no armas.
La prensa argentina refleja en sus páginas la conmoción de todo un país por este salvaje feminicidio. Según el periódico Página 12, se trata de uno de los cuatro homicidios más sórdidos en la historia del país. El medio recuerda los casos de Sergio Durán, de 17 años (detenido y torturado hasta fallecer en la localidad de Morón en 1992); de Floreal Avellaneda (militante de la Federación Juvenil Comunista, secuestrado a los 15 años, durante la dictadura militar, cuyo cuerpo fue hallado en 1976 con evidentes signos de tortura eléctrica); y de María Soledad Morales (asesinada en 1990 en la ciudad de Catamarca). Su cuerpo estaba mutilado, la habían drogado y violado durante una 'fiesta' sexual a la que había sido llevada por su novio y en la que participaron familiares de los políticos más poderosos de esa provincia argentina.
"Los asesinos de Lucía Pérez hicieron todo el recorrido macabro de los otros casos, en un solo: la drogaron, la violaron, la empalaron, le produjeron el síncope vasovagal y luego lavaron su cuerpo, en un intento por borrar sus rastros y quedar impunes en uno de los crimenes más horrendos", destaca el medio.