“El ambiente es demasiado deprimente, hay mal olor, basura, contaminación y cada vez tenemos que pasar los vecinos por el sector y es volver a vivir lo que pasó. Entonces estamos traumados, no vivimos tranquilos”, relató la presidenta de la junta de vecinos, Jackeline Burgos.
Ayer se cumplió un mes de la primera explosión que se registró en la calle Rajka Bacokick y avenida del Ejército, mientras se desarrollaba la entrada de peregrinación del Carnaval de Oruro. En el hecho fallecieron ocho personas entre niños y adultos. En primera instancia, los policías especularon de que la explosión se debió a al fuga de una garrafa de gas licuado.
Pasaron tres días y un nuevo atentado causaba zozobra y pánico entre los vecinos y toda la población orureña como consecuencia de una nueva detonación a solo una cuadra del primer hecho, en la esquina de la calle Rajka Bacovick y Caro, donde ocasionó la muerte de otras cuatro personas.
Burgos reportó que hay al menos entre cinco y más vecinos afectados cuyos inmuebles quedaron con daños severos en su infraestructura.
“Aún no sabemos cuántos exactamente son los afectados, se está realizando un censo, sin embargo las casas que estaban más cerca de la explosión son las más afectadas. Hay muros partidos, muchos vidrios rotos. Algunos vecinos necesitan entre siete y diez mil bolivianos solo para reponer los vidrios”, señaló la dirigente.
Una comitiva de vecinos acudió a la Alcaldía dirigida por Édgar Bazán para exigir la limpieza del lugar, colocar luminarias y solicitar atención psicológica, sin embargo las autoridades hicieron caso omiso a sus pedidos. También enviaron un memorial a la Fiscalía y al Comando Regional de la Policía para retirar los vestigios, pero las investigaciones continúan y tendrá que permanecer el lugar como está en busca de esclarecer.
Aun con temor, la mayoría de los vecinos regresó a sus casas y realizan poco a poco la limpieza y los arreglos que requieren. Otros en cambio necesitan arreglos estructurales.