Si una fórmula le ha dado resultado a Felipe Quispe es su propia narrativa del colonialismo interno. Intrépido, cargado de simbolismos radicales y guerreristas, metáforas históricas de un poder indio perdido y que tiene que reconquistarse en el presente.
Si un hecho audaz podemos señalar en la vida del “Mallku”, es su militancia político-militar dentro del EGTK, pero no fue obra de un momento de radicalismo, sino un cálculo bien meditado, pensado en la construcción de una imagen pública alternativa a los neoliberales y sus operadores políticos de turno. Una imagen además que irradie identidad indígena como contrario al criollismo de terno y corbata.
Si un pecado le podemos encontrar es su oportunismo político…
Sin duda, Quispe pasará a la historia como el sujeto que dio en las narices a Amalia Pando con su frase “no quiero que mi hija sea tu sirvienta”
A Hugo Banzer le planta y le dice al finado, que “iban a hablar de presidente a presidente”
Pero también pasará a la historia por el “duchazo” con nada menos un ministro de Banzer, Wigberto (el chaca) Rivero en un céntrico hotel, en enero del 2002.
Finalmente lo veremos cómo “compadre” de Leopoldo Fernández, “el carnicero de El Porvenir”. Es decir con uno de los personajes más connotados de la dictadura neoliberal, dueño de vidas y haciendas en Pando.
Pero esto que parece un recuento anecdótico, encierra un tema más complejo a la vez que más profundo en la historia del movimiento indio.
Desde el siglo XIX, con Belzu como referencia, es posible hallar alianzas ininteligibles a la vez que aleccionadoras en la relación entre movimiento indio y elites criollas.
De hecho es posible hallar en esas alianzas, estructuras internas del poder, que nos permiten señalar -siguiendo a Eduardo Galeano-, que no hay leyenda negra ni leyenda rosa… solo pedazos de memoria que fueron escondidos dolosamente por los dueños blancos del poder.
Pablo Zarate Willca es el caso paradigmático que nos explica un juego de amigos enemigos, poco comprendido por el criollaje…
De hecho, hay que apuntar que la ruptura de El temible Willca con los liberales, era porque Pando fue traicionando a los indios en pleno escenario de guerra, mediante cartas secretas con Severo Fernández Alonzo.
La traición hizo ver a Zarate Willca y su comando político militar la urgencia de tomar objetivos autónomos como movimiento indio. Recuperar las tierras de comunidad, gobierno indígena, autonomía indígena, en suma poder indio como camino final de la guerra civil.
Durante la primera mitad del siglo XX hubo una revolución antes de la revolución del 52, las inmensas movilizaciones indígenas dieron lugar a cruentas masacres, donde algunas fracciones de las elites políticas tenían alianzas pragmáticas con los indios.
El caso de Bautista Saavedra y su hermano Abdón Saavedra por ejemplo es un asunto que no se puede dejar de lado, para comprender el campo político previo a la revolución del 52. De hecho Abdón Saavedra, llegó incluso a presentar un “Proyecto de Ley para un Ministerio de Mejoramiento de la Raza”.
Hoy, ese dato nos pone una sonrisa en el rostro, pero para los años treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta y setenta inclusive, la búsqueda del mejoramiento de la raza era un sentido común en los indios en “proceso de refinación”.
Si la historia nos ayuda a comprender los hechos del presente, es para reconocernos en la historia, no para quedarnos congelados por los traumas vividos, sino para despojarnos de esos traumas y ver el horizonte con mayor generosidad, y es precisamente esto lo que se le escapa a Felipe Quispe. Su cándido personalismo, lo ha llevado a una alianza grosera con los herederos directos de aquellos que nos escupían antes de la Asamblea Constituyente.
El escupido y el escupidor en alianza de clases?
Nada de eso, el colonialismo es lo que es. Una inmensa maquinaria del desprecio, pero cuyas estructuras naturalizadas aparecen como invisibles en los procesos de emancipación. Y esa invisibilización hace que alguna dirigencia indígena, por suerte muy pequeña, vea en Felipe Quispe una oportunidad para “enfrentar el indio contra el indio”
Pero esto mismo, pone en evidencia a su vez, que la elite criolla, no puede, no tiene, ni tendrá, el físico para enfrentarse a Evo en una elección.
Que Wigberto Rivero, Pablo Solón o Leopoldo Fernández sean amigos de Felipe Quispe, no dice mucho. Solo pone en evidencia el oportunismo de un dirigente que no tiene un proyecto de poder separado del criollaje, sino que vive a costa de él, que se proyecta a partir de referentes que dan continuidad al colonialismo interno y que finalmente -en su errática posición teórica y política del retorno al Qullasuyo-, tiene que amarrar con el enemigo histórico de la liberación india.
Acaso los tipnistas amarrados a Doria Medina, los adpecocas amarrados a Doria Medina, y hoy los achacacheños amarrados a Doria Medina, le ofertan al país un nuevo diseño social, económico y político?
Acaso Julio Alvarado, Ivan Arias, Pablo Solón, los erbol, paginas siete, fides, le ofrecen al mundo indio, un proyecto de sociedad plurinacional?
Acaso Ruben Costas, Adrian Oliva, Leyes, Revilla o la Chapetón representan algo para el sentido común de la memoria larga indígena?
Nada absolutamente nada… Y sin embargo su oportunismo se cuelga de todo conflicto que tenga que ver con lo indígena, y les va mal…
Tipnis, tipnis, tipnis…
Se colgaron del Tipnis, y al momento los “indígenas vivientes” ponen en cuestionamiento a una dirigencia vieja, burocratizada y acostumbrada a los viajes internacionales y hoteles cinco estrellas en nombre de los indígenas, pero además una dirigencia que ya ni siquiera vive en el Tipnis.
Por ese solo hecho la dirigencia joven, representativa toma el camino correcto y hace una lectura adecuada de la realidad en el Tipnis, la dirigencia joven ganó.
Achacachi el territorio rebelde?
Achacachi no es un territorio cualquiera, representa, al menos para el mundo urbano del siglo XXI, el escenario donde los fusiles del 52, las movilizaciones del 2001 y 2003 marcan a sangre y fuego lo que luego se conocería como guerra del gas.
De Achacachi provienen muchas sangres y muchos partos, pero fundamentalmente la memoria del despreciado convertido en gigante.
Sin embargo hay que separar las aguas, una cosa es Achacachi territorio rebelde contra la explotación colonialista, y otra cosa es Achacachi territorio tomado por los colonizadores hoy disfrazados de demócratas…
Un conflicto estrictamente interno que podía haberse resuelto hace más de medio año, se activa y desata todas las fuerzas del neoliberalismo en contra de Evo Morales. Los bloqueos, arma por excelencia del movimiento campesino se dan la vuelta contra el primer presidente indígena del continente y del mundo.
La paradoja, nos pone una bofetada en la cara.
No se trata solo de Achacachi, sino de la historia misma del movimiento aymara en el altiplano de Bolivia, se trata de recuperar los símbolos históricos y programáticos del indianismo.
Con esas alianzas forzadas entre indianistas de café y colonialistas de terno y corbata, lo único que se muestra, es la debacle ideológica de lo que otrora fue un motor fundamental del debate descolonizador y su proyección como políticas de Estado.
Felipe Quispe le está haciendo un flaco favor al colonialismo interno, Felipe Quispe se olvidó de quienes nos escupían en las marchas de fines del siglo XX y principios del siglo XXI
Ya no tenemos al guerrillero, tenemos al oportunista…
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