Noviembre 20, 2024 -H-

La hija del Presidente


Miércoles 20 de Noviembre de 2024, 10:45am






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Cuando Evaliz vio un día su nariz, pensó que la había heredado de su madre. A los 7 años la contemplaba como algo poco agradable, con esa ligera curva protuberante que guardaba cierto rasgo indígena. Las mejillas ascendían hasta terminar en unos pómulos prominentes que ella sabía le pertenecían a un padre que apenas conocía, de quien no merecía ni el apellido, pues él se lo había negado. Mientras tanto, sus seguidores coreaban su nombre, uno que se parecía al suyo: EVO, como un eco que resonaba en las calles de Cochabamba, en las marchas cocaleras, en los noticieros que ella miraba desde la casa de su abuela, intentando encontrar en esa imagen televisada los rasgos que compartía con aquel hombre que se estaba convirtiendo en “el líder de los humildes”.

Por eso, un día cuando su mamá Francisca le dijo que su padre al fin le daría su apellido de forma obligatoriamente voluntaria, ella pensó que él la quería un poco, no mucho, ya que los rumores en Cochabamba susurraban que Evo repartía sus "Morales" con cuidado entre sus hijos, como quien administra un bien escaso. No podía dar demasiado apellido a cada uno, decían las malas lenguas, porque si repartía todos sus "Morales", se quedaría sin "Moral" y sin moral, no se puede gobernar. Y así, Evaliz recibió su porción.

Francisca también le dijo que su padre era una especie de nieto de Túpac Katari, porque en un futuro se multiplicaría en millones y millones y millones de billetes, como decía la profecía o eso es lo que había escuchado por ahí. Y acertó, la madre pronto se convirtió en funcionaria pública cuando Evo Morales llegó a la Presidencia. Evaliz quedó sorprendida, porque las profecías de su madre se cumplieron después: ella gozaría de universidades privadas mientras otros debían conformarse con la educación pública, ella gozaría de asilos en el exterior mientras otros eran perseguidos, y ella gozaría de vacunas anticovid antes que los médicos que morían en primera línea. Era la magia del padre, la magia del apellido, la magia de la nariz, entonces le gustó ser indígena.

Fue la predilecta entre los otros “Morales”, la elegida entre los fragmentos de apellido. Pero ya no era Evaliz solamente: era “la hija del presidente”, era la hija de alguien más importante que ella misma. Era la que cargaba un peso, la que se cubría de una sombra, y ella convertida en un rostro que se parecía cada vez más al padre. Y entonces empezó a hablar como él: “ama llulla, ama sua, ama qhilla”, “la revolución es de los pueblos indígenas”, “500 años de opresión y dominación”, “están descuartizando el movimiento indígena”... Las palabras le salían como un eco aprendido, como si su apellido hubiera venido con un manual de frases incluido, pero con un defecto, tenía deficiencias en las fechas históricas y así fue que dijo recientemente que Túpac Katari había sido descuartizado en 1978, cuando en realidad fue en 1781.

O será que Evaliz se creyó tanto lo que su madre Francisca le había dicho sobre su supuesto abuelo, que su cerebro reformuló el año de la muerte de Katari, porque sino, no coincidía con el nacimiento de su padre. Lo que haya sido, significó en Evaliz una gran indiferencia. Ella sabía que en verdad nunca entendió la historia que recitaba con tanta energía, solo aprendió a actuar el papel de la indígena revolucionaria que tantos privilegios le había dado, como quien se pone un poncho o una pollera para la foto plurinacional y lo guarda después en el armario junto con las consignas prestadas, robadas o descuartizadas como Túpac Katari.

Pero eso la entristece un poco, Evaliz siente que ya no es ella, es solo lo que la sostiene: el apellido heredado a fuerza, la nariz cada vez más parecida a la de su padre, los párpados más caídos, el cabello más oscuro, la voz que poco a poco suena a la de él. Le dicen que se parecen tanto el uno al otro, pero ya no solamente el rostro. Quizá en su niñez no imaginó que un apellido la iba a borrar así, la iba a difuminar hasta reducirla en “la hija del presidente”. Pero ahora solo siente que es “la hija de Evo Morales”, un apellido que se desmorona mientras ella se aferra a él con desesperación, porque sabe que es lo único que logró conseguir, lo único que le queda... junto con su nariz.

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