Si como Estado y sociedad nos acercamos a eso que desde la Ciencia Política, con carácter categorial, llamamos policrisis, sabemos que se debe optar por dos posibilidades: analizamos las causas y establecemos un diagnóstico -como suele ser lo esperado- o bien, en lógica compleja y subjetiva, listamos aquellas acciones que deben ser implementadas con urgencia desde los niveles de decisión de un gobierno. Si el quietismo controla al centro decisor, los problemas estructurales y cotidianos van creciendo corpóreamente, urge reconocerlo, comprender y extraer de esa realidad cada una de las consecuencias dables y tratar de restablecer el momento. Diríamos entonces, que la urgencia de hoy está en construir algo así como un Manual para urgencias políticas ante atmósferas de crisis.
En 1947, Albert Camus escribía en la revista Combat: “Demócrata, en definitiva, es aquel que admite que el adversario puede tener razón, que le permite, por consiguiente, expresarse y acepta reflexionar sobre sus argumentos. Cuando los partidos o los hombres están demasiado persuadidos de sus razones como para cerrar la boca de sus oponentes por la violencia, entonces la democracia no existe más.” Aún tiene, quien gobierna nuestro Estado, la posibilidad de ser un ejemplo. De ser amplio y receptar lo que desde la sociedad se sugiere. Aún puede, también, reconducir el tiempo de policrisis a nueva estabilidad; renunciando, por supuesto, a las verdades únicas, a los dolores de la confrontación y al desgarramiento de la democracia.
Oír escuchando, escuchar oyendo, reflexionar y emprender la acción, entonces:
Lo primero: no se gobierna sin método para el análisis y para la toma de decisiones. En situaciones complejas y procesos sociopolíticos la necesidad de elaborar conocimiento sobre la sociedad, la política, las lógicas de movilización y el poder, citando solo algunos campos, requiere un método de comprensión que posibilite analizar y construir el mapa de hechos para conseguir una decisión perfeccionada. Se pueden adscribir a métodos diferentes, bien Max Weber, Descartes u otros, pero el proceso de análisis, comprensión y causas debe ser sistemático e integral hasta abarcar todos los bordes del fenómeno instalado en el Estado y en la sociedad.
El quietismo y la ausencia de liderazgo son las primeras muestras de un gobierno que avanza imaginariamente y que en realidad se lo percibe desnortado y alejado de las conversaciones cotidianas de la sociedad. Entonces, en la urgencia, los hombres con responsabilidades encargadas y decisiones permanentes deben observar, analizar y sintetizar. El gobierno debe examinar, ejemplificando rápidamente, que la prórroga indefinida de magistrados en el Tribunal Constitucional ha irritado al país y que esta ya se ha asociado a una cuestión por la candidatura interna del MAS. Debe analizar el conflicto en todos sus elementos, a detalle, construyendo los escenarios posibles de conflictologías y dejar el uso intensivo del método intuitivo, que suele ser la vía fácil para evitar el trabajo metódico y reflexivo.
Segundo: todos somos artífices del destino común, pero ninguno es instrumento de la ambición de nadie: Juan Domingo Perón decía que esta afirmación era la base mayor sobre la cual debía asentarse la conducta de los militantes del Partido Justicialista: “el peronismo no es de nadie en particular, porque pertenece a todos los peronistas que lo formamos y defendemos. Dentro de él tenemos las mismas obligaciones y los mismos derechos, pero nadie que no cumpla bien con las primeras, puede invocar los segundos”. La policrisis actual tiene varias raíces, algunas ya vetustas y otras recientes. Entre las nuevas están las ambiciones personales que subyugan el proceso político a un personalismo ingobernado. El gobierno debe enfocarse en el destino común y dejar la lucha interna intrascendente para la sociedad boliviana.
Tercero: hay que distinguir siempre a “los buenos” de “los demás”. Ya lo decía el Martín Fierro: “nace el hombre con la astucia que ha de servirle de guía. Sin ella sucumbiría; pero según mi experiencia, se vuelve en unos prudencia y en los otros picardía”. Los demás son la especie abundante, los que inducen al error por medio del engreimiento. Fomentan la vanidad hasta endiosar. El cultivar la vanidad y no la tolerancia sólo construye derrotas y finales entristecidos. Se está avanzando hacia un final pesaroso.
Cuarto: son tres los principios que no pueden olvidarse, pues son puntos de partida. No dejar de estar bien informado, contener y guardar el secreto del designio de nuestra voluntad, la que define hacia dónde vamos y accionar siempre toda decisión reservando el factor sorpresa. Sorpresa es un factor que evita ser predecible, que invalida el perfilamiento que hacen los adversarios sobre quien gobierna. La sorpresa/iniciativa es aquello que los rescatará del quietismo.
Quinto: la gobernabilidad es algo que se reconstruye permanentemente. Se la rehace con un trabajo incansable de persuasión. Hoy está quebrada. La Asamblea Legislativa es contraria a quien requiere de gobernabilidad, deben avanzar operando un arco extenso de acuerdos sectoriales e integrales. Compromisos que deben dejar de lado los preconceptos y abrirse en grandeza complementaria e inclusiva. La palabra crisis sobre la economía se soluciona con la palabra política. La solución es política, antes que conversar de economía.
Sexto: abandonar el reeleccionismo. Allí está instalada la pulsión política. Deben conducir todos los esfuerzos hacia la reparación política y económica de la gestión actual. Es importante conocer la naturaleza del gobierno que a uno le toca presidir. Esa naturaleza está señalada y determinada por el tiempo histórico, los contextos y los factores referentes del momento. Un gobierno que tiene la tarea de reencauzar la institucionalidad democrática, reconstruir la economía devastada y resistir el impacto de una pandemia no es un gobierno con impronta revolucionaria que pueda avanzar en la idea de reelección. Esa es una batalla de derrota previsible.
Séptimo: En política se pierde más por lo que se dice antes que por lo que se calla. El consejo es como sigue, en la vida diaria de la política se habla mucho de las cosas, poco de los demás y nada de sí mismo, pues la obsesión con el “otro” beneficia al “otro” antes que a uno mismo. La construcción de narrativas heroicas y referencias auto personales constantes son una estrategia de resultados inversos, esto es, fatiga y molestia en quien escucha a diario a ese ejército de perros guardianes que, como diría Camus, busca con su ladrido de mayor o menor rabia, tapar los ecos del descontento. Por lo tanto, menos narrativas de heroísmos perfectos y mejor información hacia la sociedad.
Octavo: trabajen un Acuerdo Nacional Participativo y de amplio alcance. Una policrisis no atendida en tiempo conveniente convertirá al gobierno en alguien con sentencia de muerte. Legitimidad perdida; Asamblea Legislativa en ingobernabilidad; Institucionalidad Judicial pulverizada; Interna por el reeleccionismo sin opción de victoria política; Apoyo social en la calle disminuido; Idea de acortamiento de mandato en distintos estamentos sociales; Instituciones decadentes y dominio territorial en impreciso. Frente a esas condiciones el camino democrático que facilite concluir el tiempo del mandato constitucional es un Acuerdo Político, un Pacto que incorpore en un nuevo rol a la Asamblea Legislativa, que sume entidades productivas, empresariales y sociales. Con ello, una búsqueda de legitimidad para seguir en posibilidad de gobernar.
La democracia está afiliada a muchas ideas imprescindibles. Una de ellas es la imposible disociación de que la democracia se construye con diálogo. No es dado imaginar una solución urgente donde un grupo de mujeres y hombres creen ser dueños de la verdad terminante. Gobiernen con diálogo y salgan del quietismo cuanto antes, porque esta es una enfermedad que paraliza.
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