La Paz, 18 de marzo (Revista impresa Oxígeno).- "Una artista de la música que siempre buscó una exigencia en el mensaje”, así rememora Matilde sus comienzos de su vida artística en Bolivia. Nacida en Sucre, la rebeldía corría por sus venas. Por eso, se fue muy joven con el artista argentino Alexis Antíguez a recorrer el continente; ella con su guitarra y él con sus títeres. Lo suyo, al comienzo, fue el arte callejero.
La poesía es parte de su herencia familiar. Sus padres Juan Casazola y Tula Mendoza eran poetas, igual que su abuelo Jaime Mendoza, su tío abuelo Germán Mendoza y su tío Gunnar Mendoza. Matilde publicó su primer libro de poesía a los 20 años de edad, mientras estudiaba guitarra.
“En 1976, después de muchos años de ausencia di mi primer recital (en Bolivia). Estuve estudiando, trabajando la guitarra y viviendo intensamente una vida de peregrinaje junto a mi compañero. Yo volví a Bolivia y decidí mostrar esta obra que la tenía guardadísima durante años y así fue que di mi primer y mi segundo recital”, recuerda.
La década del inconformismo
Matilde cuenta que el público estaba desconcertado, porque ella interpretaba una música diferente, alejada de la fácil digestión. “Muchos de esos artistas estaban en lo mismo. Podría nombrar a Luis Rico, Pablo Muñoz, Juan Carlos Orihuela y Oscar García. A fines de los 70 surge Savia Nueva, está Julio Cesar Paredes”, recuerda.
Los años 70 era la época de los disconformes, asegura Matilde. “Todos los artistas rompían reglas. En todo el mundo hubo un movimiento de rebelión con las cosas establecidas, como de tiempo en tiempo ocurre con las sociedades, donde se necesita remover para volver a hacer. Efectivamente, yo era de las pocas mujeres que estaban trabajando en el canto poético. En muchas partes de América y el mundo existía entonces el canto social. Era todo un movimiento que se consolidó en los años 80”.
Apareció una agrupación cultural en Santa Cruz, Jenecherú, que invitó a artistas del país a reunirse en la capital oriental, donde se conocieron con Adrián Barrenechea, Jenny Cárdenas, Emma Junaro y otros jóvenes que, al igual que Matilde, compartían la exigencia en el mensaje de sus canciones.
“Yo seguí con esto y encontré en el camino mucho artistas que empezaron a interesarse en mis canciones y a cantarlas ellos y eso también ayudó a difundir mi obra”, agradece Matilde.
Entre sus canciones emblemáticas, que son parte de la tradición musical boliviana, están, por nombrar solo algunos, Desde lejos, Tanto te amé, Como un fueguito y El regreso, con ritmos de cueca, huayño, aires de bailecitos y otros del acervo boliviano. Muchas de sus canciones han sido interpretadas por artistas como Jenny Cárdenas y Emma Junaro, entre otras.
“El asunto mío es que he mostrado las composiciones poéticas, otra faz, renovar el mensaje del canto popular. En ese sentido he cambiado muchos moldes”, afirma Matilde, para quien su aporte fue trascender en la interpretación, a través de la composición con sentido.
La poesía, esa luz ideal
Mientras andaba de joven transhumante en Argentina con su compañero titiritero, en sus inicios artísticos, un día, un altercado con un policía ebrio apagó la luz de uno de sus ojos, pero no la de su alma artista. La luz es una de las constantes en su obra musical y poética, ambas íntimamente unidas.
“La luz ideal podía ser la del sol, la luz secunda el mediodía pero la luz ideal también podría ser la misteriosa de las estrellas distantes, frías en la noche y también podría ser la luz ideal el corazón de cualquier niño que está pleno de inocencia y de fantasía; y también podría ser la luz ideal la que habita en el corazón de algunos hombres y algunas mujeres a lo largo de la historia que han amado tanto a esa humanidad que hasta han ofrendado su propia vida para mejorar a la gente que después vendrá”, así se presentaba Matilde antes de empezar su participación, el 2013, en un concierto en el Centro Patiño el huayño dedicado a Marcelo Quiroga Santa Cruz.
Hoy en día, Matilde sigue escribiendo poesía. “La poesía es la luz que me ha iluminado y me sigue iluminando”, asegura.
El trabajo continúa
Actualmente Matilde vive en Sucre, la misma ciudad que la vio nacer. “Esta es una etapa distinta. Me siento más tranquila en este momento de mi vida, con este trabajo que he ofrecido con todo amor a todos los seres que aman la poesía y el canto y, especialmente, a mi país Bolivia. Aún tengo muchísima obra por entregar. Por ejemplo canciones que he escrito hace muchísimos años que nunca las he grabado, que están en mi memoria, y algunas grabadas en cinta. Estoy trabajando unos ocho temas y en cuanto ya estén seguros por lo menos los grabaré. Será muy difícil que pueda hacer recitales porque estoy con problemas en la voz, con la punta de los dedos, en fin, cosas que son importantes para un guitarrista en un recital. Pero sí grabarlas con calma y entregarlas a la gente como he hecho siempre con toda mi obra, quizás un tanto precariamente, pero en la medida de mis posibilidades”, afirma.
En cuanto a la poesía, el 2017 espera publicar una o dos obras inéditas y presentar el segundo volumen de su obra poética en las ciudades donde no pudo hacerlo antes por problemas de salud.
“Pero eso lo iré haciendo en los meses siguientes y espero también publicar estos dos libros con obra inédita que aún no han visto la luz. Entonces tengo mucha obra que aún voy trabajando permanentemente cada día, tanto la parte poética como la musical”.