“Voy a deportar a tres millones de inmigrantes”, esta es una frase de Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos. El susto que Tromp nos anuncia a días de su victoria electoral, no puede tomarse como una mala broma o un lapsus mentalis, sino todo lo contrario.
Trump representa al promedio blanco norteamericano, racista, misógino y sexista representa -como lo dice Manuel Castells- a la América que fue, contra la América que se venía y lo hizo sobre los prejuicios históricos que dieron nacimiento a los EE.UU.
Si Reagan pensaba que los EE.UU eran el pueblo elegido para gobernar al mundo, Trump piensa que él es el elegido. Este es el grado de sintonía entre su discurso antihispano y su anuncio cargado de xenofobia y racismo. Puede decirse entonces que Trump es para los latinos lo que el nazismo para los judíos, será una administración donde el racismo aflorará a niveles impresionantes, pero que serán tapados por la gran maquinaria comunicacional de naturaleza transnacional.
Dicho de otra forma, Trump necesita, junto a la gran industria de la muerte, la gran industria de la mentira: Los medios y las RRSS. Es aquí, donde los indígenas tenemos que mirarnos frente a frente, ¿vamos a soportar en silencio el racismo de Estado, que la administración Trump, nos plantea? ¿Estamos dispuestos a mirar de modo silente el machismo que Trump nos plantea?
No es acaso la III Cumbre Continental Indígena de Comunicación del Abya Yala, un espacio para hacerle conocer al gobierno de Trump, que los descendientes de los más antiguos habitantes de estas tierras, le decimos no! Rotundamente no!
Dos conceptos clave son el horizonte ético de la III Cumbre, descolonización y despatriarcalización. No son dos palabras más, son dos que tienen matriz indígena aunque su pronunciación y escritura sea en castellano. Son dos que tienen asidero constitucional el primero, y legal el segundo.
Pero son dos conceptos que aluden a las prácticas y conocimientos indígenas para construir igualdad y justicia, construir dignidad, con cabeza propia, a mano y sin permiso… Si la política comunicacional de Trump necesita un amplio margen racista, sexista, misógino, las primeras víctimas de este modelo, son los indígenas, pues nuestras elites dominantes repetirán como loros domesticados este modelo simplón y demagógico, tal como ayer nomás lo hizo una alta autoridad del gobierno de Macri en Argentina.
Ya me imagino a Leopoldo López y Henrique Capriles endureciendo su discurso usando el racismo y la xenofobia. O en el caso del Ecuador elecciones contra la población indígena y los pobres del campo en situación migratoria. O Brasil los golpistas diciendo que los lulistas son la raza inferior…
Somos un continente que tiene muchas leyes para los derechos de los pueblos indígenas, pero sus políticas gubernamentales dicen todo lo contrario.
Si una fecha hay que buscarle al nacimiento del racismo, ese día es el 12 de octubre de 1492, ¿quienes fueron las víctimas?
No fue acaso que con la palabra “indio”, los invasores blancos, unos pocos letrados y milicos probando suerte, destrozaron todo un continente, ¿acaso ese no fue el primer concepto comunicacional más exitoso en la historia universal del desprecio?
Trump representa un gran peligro no solo para los migrantes latinos, sino para todos los pueblos indígenas del mundo, para justificar su plan guerrerista y armamentista necesita un gran aparato comunicacional, necesita manejar el racismo como mensaje y los destinatarios serán directamente los indígenas de todas las tierras y solo en América Latina y el Caribe somos como 286 pueblos y naciones indígenas, y algo así como 44,6 millones de personas también indígenas.
La III Cumbre que se llevará a cabo en Tiquipaya, tiene el deber de pronunciarse sobre la política comunicacional de la administración Trump.
Lo que este demagogo nos oferta no había sucedido desde la creación de las Naciones Unidas, nos ofrece una política comunicacional donde el blanco racista, misógino y sexista es el hombre fuerte, todas las demás especies son débiles y culpables de su fracaso.