30 de junio (Infobae).- El uso sistemático y generalizado de la violencia sexual contra mujeres jóvenes - así como también contra niñas, adultas e incluso hombres- , es uno los aspectos más aberrantes del ataque de Hamas el 7 de octubre en el sur de Israel. Esa mañana, 1.200 personas fueron asesinadas brutalmente -en su gran mayoría civiles -, y 254 ciudadanos israelíes y extranjeros llevados a la Franja de Gaza, como rehenes. Había hombres y mujeres de todas las edades, niños, e incluso un bebé de origen argentino, Kfir Bibas de 9 meses cuando fue secuestrado junto con su mamá Shiri, y su hermanito Ariel Bibas, de 4 años. Los tres están entre los 120 secuestrados que aún permanecen en Gaza, en manos del grupo extremista palestino Hamas.
A medida que pasaron los días, empezaron a conocerse cada vez más casos de violaciones de mujeres perpetradas por los terroristas ese 7 de octubre. Muchas de ellas fueron violentadas estando ya heridas, o fueron víctimas de lesiones adicionales durante la agresión sexual, antes de terminar asesinadas. En todos los casos, fueron elegidas como blanco por su condición de judías.
La violencia sexual usada como arma de guerra está específicamente definida como un crimen por el Estatuto de Roma firmado en 1998, que estableció la competencia de la Corte Penal Internacional para juzgar estos delitos. El 19 de junio es el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en Conflictos, instaurado por la ONU en 2015, para concientizar sobre la necesidad de eliminar esta práctica en los enfrentamientos armados. Sin embargo, pese a los numerosos testimonios y evidencia conocida a partir del 7 de octubre que daban cuenta de atrocidades contra mujeres basadas en el género, no hubo una ola de repudio generalizado por parte de organizaciones vinculadas a los derechos de la mujer.
Recién casi dos meses después del ataque, la ONU Mujeres emitió una declaración sobre la situación de Israel y Gaza en la que condenaba “inequívocamente los brutales ataques de Hamás” contra ese país el 7 de octubre, y expresaba “alarma por los numerosos relatos de atrocidades basadas en el género y violencia sexual durante esos ataques”. En el mismo texto “lamentaba profundamente que se hayan reanudado las operaciones militares en Gaza” y “reiteraba que todas las mujeres, las israelíes, las palestinas, como todas las demás, tienen derecho a una vida segura y libre de violencia”.
Numerosos testimonios de sobrevivientes de la masacre, socorristas, integrantes de los equipos de rescate y médicos permitieron establecer que hubo patrones reiterados de violencia sexual por parte de los terroristas, con un componente de sadismo y alevosía destinados a “intensificar la degradación y el terror de la agresión sexual tanto física como simbólicamente”. Así quedó plasmado en el informe “El llanto silencioso. Crímenes sexuales de guerra del 7 de octubre”, elaborado por la Asociación de Centros de Crisis por Violación en Israel (ARCCI), una organización sin fines de lucro independiente del gobierno de ese país. El trabajo recoge testimonios de difícil lectura por su crudeza y la brutalidad inhumana que reflejan.
“Silencio incomprensible”
“A siete años de que estalló el movimiento #MeToo, un cuarto de siglo después de la Guerra de Kosovo en la que el uso de la violencia sexual en la guerra entró en el discurso público, décadas de lucha feminista para romper los muros de silencio y negación que rodean la agresión sexual, y el mundo nuevamente vuelve a estar en silencio”, señaló Orit Sulitzeanu, directora ejecutiva de esta Asociación al presentar el informe.
Infobae accedió al trabajo a través de una presentación en Argentina por zoom que tuvo lugar en una convocatoria a periodistas en la residencia del embajador israelí, Eyal Sela, de la que participó la propia Sulitzeanu para explicar cómo recabaron la información y los testimonios.
“Frente a la negación que comenzó inmediatamente con la aparición de los primeros relatos, existe una aguda necesidad de explicaciones y descripciones concretas en palabras que puedan romper el vínculo del silencio y el silenciamiento. Esto es especialmente conmovedor ya que muchas de las víctimas que han sido violadas y torturadas fueron asesinadas, sin poder jamás expresar sus experiencias. Cuando la mayoría de las víctimas de agresiones sexuales son asesinadas, tenemos la obligación moral y humanitaria de amplificar su grito silencioso”, se advierte en la introducción del documento.
Los crímenes sexuales continuaron ocurriendo durante el cautiverio de los secuestrados, según distintos testimonios recabados de los rehenes liberados. En ese sentido, esta ONG advirtió que “existe una alta probabilidad” de que los 120 hombres y mujeres que aún permanecen secuestrados en Gaza en manos de Hamás, “todavía corran riesgo de sufrir abuso sexual en un momento dado”.
Los patrones de violencia sexual
El informe de ARCCI recopiló y sistematizó a lo largo de 43 páginas testimonios de múltiples violaciones de mujeres judías por parte de terroristas de Hamas el 7 de octubre. Los ataques sexuales estuvieron acompañados de una violencia brutal y múltiple, con heridas de arma blanca o disparos a corta distancia a la cabeza y los órganos sexuales. Incluyeron mutilaciones y ataques dirigidos hacia los genitales, y seguidos del asesinato de las víctimas. Incluyeron heridas y amputaciones realizados con cuchillos o machetes, disparos de armas de fuego, o la incineración directa de los cuerpos.
Si bien en su mayoría fueron mujeres jóvenes, hubo también niñas, mujeres adultas - e incluso hombres - que fueron víctimas de la violencia sexual cometida por Hamas como parte de su estrategia de sometimiento y humillación del “enemigo”.
Las brutales agresiones sexuales tuvieron lugar en cada una de las zonas del ataque: las casas en los kibutzim que rodean a Gaza, y las bases de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y el festival de música electrónica Nova que tuvo lugar en el desierto de Negev y contó con unos 4.400 asistentes. Por la cantidad de mujeres jóvenes que concurrió, este fue uno de los principales escenarios de las violaciones sexuales.
Un sobreviviente que deambuló por la zona después de la masacre la definió como “un apocalipsis de cuerpos, muchachas sin ropa, a algunas les faltaba la parte superior y a otras la parte inferior”, según recogió el informe de ARCCI. Esta descripción coincide con los relatos del personal que rescató los cadáveres. Muchos de ellos testificaron que los cuerpos de las jóvenes estaban parcialmente vestidas o desnudos, sangrando abundantemente en el área pélvica y con sus órganos genitales mutilados.
Sapir Cohen, una de las jóvenes que sobrevivió después de haber estado en la fiesta, le contó a la policía cómo, desde un escondite cerca de la autopista 232, “vio a un gran grupo de militantes de Hamas vestidos con uniformes, pasándose a mujeres heridas entre ellos”. En el informe se cita que describió cinco casos diferentes de violaciones de las que fue testigo. En un caso, vio a una mujer joven “con una lesión en la espalda, con los pantalones bajados hasta las rodillas, mientras era sostenida por un terrorista del cabello mientras otro terrorista la penetraba. Cada vez que la mujer se resistía, el terrorista la apuñalaba por la espalda”. En otro caso, vio “cómo mientras un terrorista violaba a una mujer, otro le hacía cortes y mutilaba su cuerpo”.
Según recoge el relevamiento de ARCCI, Sapir pudo ver que “en una especie de punto de encuentro de decenas de hombres, la mayoría vestidos con uniformes de Hamás, se pasaban armas de mano en mano, y mujeres heridas”. Esta sobreviviente relató otro caso en el que el violador “le disparó en la cabeza (a su víctima) mientras la violaba, ni siquiera se subió los pantalones”.
Raz Cohen y Shoham Gueta, también sobrevivientes de la fiesta que se escondieron en otro tramo de la autopista 232, relataron “haber visto a terroristas violar a una joven desnuda y apuñalarla repetidamente”. Según palabras de Gueta, fue “literalmente masacrada”. En otra entrevista concedida por Cohen, y citada en el informe de la ONG israelí, relató que durante otra violación de la que fue testigo, “la joven ya no se movía más, pero el terrorista continuaba violándola”.
Varios sobrevivientes de la masacre en ese festival brindaron testimonios coincidentes de violaciones en grupo, donde las mujeres fueron abusadas y manipuladas por varios terroristas que las golpearon, las hirieron y finalmente las mataron. Los relatos citados en el informe mencionan ataques sexuales por parte de varios integrantes de Hamas - hasta una decena- contra una sola víctima, “en presencia de otros testigos y de una multitud excitada”.
Yoni Saadon, sobreviviente de Nova que fue testigo de la violación de una joven, relató haber escuchado a la víctima gritar: “’¡Basta, de todos modos voy a morir por lo que estás haciendo, solo mátame!’ Cuando terminaron, ellos se reían y el último le disparó en la cabeza’'.
Otro asistente al festival afirmó ante la policía haber visto cuerpos de mujeres en el suelo que fueron brutalmente violadas. “Había chicas allí a las que simplemente se les había roto la pelvis de tanto violarlas”, relató en el testimonio citado por ARCCI.
El coronel israelí Israel Weiss, que participó de la identificación de cadáveres en la base militar Shura, confirmó que “algunos de los cuerpos habían sido torturados y violados”. Shari Mendes, voluntaria en esa misma tarea pero de cuerpos femeninos, señaló que entre las víctimas de violaciones había mujeres de todas las edades, incluidas niñas, y que “se llevaban a cabo de manera tan brutal que provocaban fracturas de sus huesos pélvicos”.
Mutilaciones genitales
En los testimonios de testigos presenciales y de las fuerzas de rescate y médicas aparece reiteradamente la mención al “daño deliberado a los órganos genitales, tanto de hombres como de mujeres”. El informe menciona “disparos directos y selectivos, mutilación de órganos y destrucción, y quema de órganos sexuales e íntimos”.
Jaim Otmazgin, comandante de las unidades especiales de ZAKA (las siglas en hebreo para Identificación de Víctimas de Desastres), uno de los servicios médicos de emergencias de Israel que actuó tras la masacre del 7 de octubre, fue uno de los que testificó que muchos de los cuerpos fueron encontrados parcialmente o totalmente desnudos, “con sangrado severo de la pelvis y destrucción de los órganos sexuales”. Describió, entre otros casos que mencionó, haber visto el cuerpo de una mujer “despojada de la ropa de la mitad superior del cuerpo, a la que le dispararon en la cabeza, y luego la masacraron. La cabeza estaba separada del cuerpo. No vinieron a matar, vinieron a mutilar”.
En una entrevista citada en el informe, este oficial de ZAKA contó que los cuerpos mutilados se encontraron en todo el área donde se llevó a cabo el festival. A uno de los participantes del festival le abrieron el pecho. “No es fácil cortar un cuerpo. Esto fue obra de alguien que lo hizo y no se detuvo. [...] Casi nadie quedó satisfecho con solo disparar”.