Diciembre 23, 2024 -H-

Más amantes y presidentes

Yo no me atrevo a hacer comparaciones porque, para ello, necesitaría ilustrarme más sobre Juana Sánchez, pero es indudable que la fama que ha cobrado Gabriela Zapata la superpone, por lo menos temporalmente, a la que fue la amante del tirano del sexenio.


Jueves 16 de Junio de 2016, 10:15am






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Existe una larga lista de mujeres que jugaron papeles decisivos en la historia de Bolivia pero es menos conocida aquella en la que figuran las que influyeron en los acontecimientos de su época al convertirse en amantes de los presidentes.

Para Carlos Hugo Molina, el romance entre Manuela Sáenz y Simón Bolívar habría sido determinante en la autorización del libertador para el surgimiento de Bolivia. Un caso más fácil de probar es la relación que Antonio José de Sucre tuvo con la tarijeña Manuela Rojas pues habría sido la razón para que Casimiro Olañeta, que también pretendía a la dama, desatara una feroz campaña contra el mariscal de Ayacucho, movido por el despecho.

Otro caso digno de estudio es el de Juana Manuella Gorriti, la escritora y feminista argentina que es más conocida en nuestro país por haber sido la esposa de Manuel Isidoro Belzu.

Según Mariano Baptista Gumucio, Gorriti conoció a José Ballivián cuando éste era presidente y ya estaba rodeado por el aura gloriosa de la batalla de Ingavi. Ambos se enamoraron pese a estar ya casados, aquella con Belzu y el mariscal con Mercedes Coll. La relación que surgió entre ambos habría sido descubierta por el futuro “Tata”, quien llegó al extremo de agredir al presidente en el Palacio de Gobierno y ganarse un arresto por ello. Como consecuencia de ese triángulo amoroso, Belzu se convertiría en el más enconado enemigo de Ballivián y el país se dividiría en dos bandos que protagonizaron una guerra civil de baja intensidad.

El de Juana Manuela es un caso relevante no solo por sus efectos sino por la personalidad de aquella mujer que, más allá del adulterio, se destacó por sí misma, por su cultura, personalidad y talento, y ahora forma parte de la galería de mujeres célebres de Argentina. Es muy distinto del de otra Juana, la Sánchez Campos, que, como publiqué en febrero de este año, fue la amante que ejerció influencia notable en Mariano Melgarejo.

En el artículo de febrero, titulado “Amantes y presidentes”, describo más la conducta de Melgarejo frente a sus amantes que la de Juana, a quien el tirano llamaba “Juanacha”. En la nota recuerdo que el tirano del sexenio se creía un elegido de Dios y estaba convencido de que había llegado a la Presidencia por designio divino. Además, les hacía costosos regalos a sus amantes con dinero del erario nacional. Muchos de los que leyeron el comentario encontraron paralelos entre Melgarejo y Juana Sánchez con dos protagonistas de nuestra coyuntura.

Yo no me atrevo a hacer comparaciones porque, para ello, necesitaría ilustrarme más sobre Juana Sánchez, pero es indudable que la fama que ha cobrado Gabriela Zapata la superpone, por lo menos temporalmente, a la que fue la amante del tirano del sexenio. Un paralelo notable, por ejemplo, es que esta mujer no tenía ningún problema en pasearse desnuda por Palacio de Gobierno, aún con gente presente, y, como sabemos, la Zapata difundió fotos íntimas suyas a través de algunos medios y las redes sociales. Las fotos parecen ser la debilidad de la ex gerente de CAMC y eso la hace diferente a su predecesora ya que, en su tiempo, no existía la cámara fotográfica.

Entre febrero y junio han pasado muchas cosas, incluso diariamente, y entre las pocas que quedan claras está el hecho de que el presidente Evo Morales y Gabriela Zapata sostuvieron un romance. Ese es el vínculo entre ella y él y solo una justicia independiente podría determinar que es una de la bases para el tráfico de influencias.

Que Zapata haya tenido, además, otros amantes, es más de interés histórico que jurídico. Solo demuestra que superó, de lejos, a la “Juanacha”

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

 

 

 

  

 

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