Millones de residentes del sur de la Florida se atrincheraron desde el jueves en sus casas a la espera del más poderoso huracán de que se tenga memoria en el Atlántico, con un potencial de destrucción inaudito, según el gobernador Rick Scott.
Irma se llama el fenómeno que en la escala Saffir-Simpson (del 1 al 5, según su potencial mortífero) tiene el máximo. Hace 25 años, Andrew, un huracán categoría 4, arrasó el sur de Miami. Aunque solo murieron 36 personas, los daños materiales fueron inmensos.
Solo el recuerdo de lo que pasó entonces ha puesto a temblar a millones de personas que hasta el miércoles agotaron las existencias de agua embotellada en los supermercados y abastos y en cientos de gasolineras se ve el aviso: No hay.
En casi todos los islotes del sur de la península la evacuación es obligatoria y largas caravanas de automóviles se ven por las autopistas de familias huyendo hacia el norte. Para facilitarles el paso las autoridades eliminaron el pago en los peajes.
Hoy la ciudad está mejor preparada que para Andrew pero nunca se puede prever los imponderables. Las gasolineras y supermercados, por ley, deben tener equipos propios de suministro eléctrico. Scott dispuso la movilización de 30.000 guardias nacionales y están disponibles 4.000 vehículos de alto tonelaje y 100 helicópteros.
En Andrew, cuando la prensa divulgó el tamaño de la destrucción, recién el gobierno de George H. Bush reaccionó. ¿Cómo es que Estados Unidos manda ayuda inmediata a lejanos confines del mundo en casos de catástrofes naturales y ahora no se ve esa acción en Florida?, decía por Tv el respetado periodista Dan Rather.
En las 48 horas siguientes miles de soldados llegaron desde Texas y se hicieron cargo de la ciudad. Habían desaparecido 7.000 semáforos y miles de árboles bloqueaban calles y avenidas. La electricidad y el agua desaparecieron por 5 días. Los soldados armaron en un santiamén comedores capaces de alimentar rápidamente a 5.000 personas.
La ayuda desde otras partes llegó en tal cantidad que la gente se duchaba con botellones de agua filtrada. Hubo un momento en que la ciudad pidió al resto del país que no enviará más ropas ni alimentos enlatados. En los próximos 7 meses el sur de Miami se había recuperado de la devastación, mostrando el poder de la primera potencia mundial.
El recuerdo de aquellas horas ahora aterroriza al sur de la Florida, sobre todo después de las imágenes de lo ocurrido hace 2 semanas en Texas con el huracán Harvey. Miami no está desprevenida, pero Scott aconseja tener mucho cuidado porque “las propiedades se pueden reconstruir, la vida no”. Los surfloridanos cruzan los dedos y se encomiendan a Dios. Amanecerá y veremos.
(*) Hernán Maldonado es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.