Diciembre 30, 2024 -H-

Discursos y discursos

Cuando hables con el corazón y sepas cómo se siente estar en cada uno de los lugares, poniéndote en los zapatos del otro, recién podrás ser capaz de dar discursos de la talla de un gigante.


Lunes 2 de Marzo de 2020, 9:15am






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Se apagan las luces, se abre el telón, se vuelven a encender las luces y en el escenario, ¡oh sorpresa! allí están los dioses que salvarán la Patria.

Bueno, no será exactamente así, pero así es como ellos creen que los miran desde la platea. La realidad es muy diferente: una atril en un auditorio o coliseo, frente a un micrófono o una cámara de televisión, las palabras de los oradores fluyen cantinflescamente y prometen lo que ni ellos mismos comprenden... saben que después de "mentir, mentir, y mentir, siempre algo queda", frase que le agradaba mucho a Goebbels.

El espectáculo continúa con mixtura en los cabellos, flores de regalo, aplausos de los seguidores que fueron acarreados en numerosas góndolas. Al igual que 50 u 80 años atrás, se regalan poleras, bolsas de azúcar, de harina, de fideos, creyendo que con eso lograrán los votos para su curul. ¡Qué pobre democracia que tenemos!

Pero no me referiré hoy los elementos de un discurso ni pretendo caer en una introducción en tipologías del mismo. No quiero caer en un "discurso del discurso". Tan solo decirles que, en una época preelectoral y con tantos desesperados discursos en el aire, con tantas ambiciones deambulando en busca de incautos votantes, y ante la falta de argumentos en los discursos, el pueblo debería ser muy cauteloso, ante ideas vacías, analizar cada gesto, cada palabra dicha (y también las omitidas), observar las miradas y hasta el modo de respirar. (El lenguaje corporal habla mucho más que el lenguaje oral, y no engaña.)

Los candidatos respiran con preocupación, con temor, con ambiciones personales y mezquindades disfrazadas. Algunos tienen asesores que les enseñan cómo modular la voz, cómo sonreír, cómo gesticular, tratando de conquistar seguidores.

Existen muchos políticos que jamás piensan en la igualdad y la justicia para los más humildes. No conocen la palabra solidaridad. Solo el engaño para alcanzar sus fines.

En un país con tantas etnias y culturas, no se puede ni se debe llevar un mismo discurso memorizado y esquematizado a los diferentes rincones de la Patria. Si no conoces tu gente, tu país, la cultura e idiosincrasia de cada región... mejor no hacer el ridículo.

El mejor discurso no es aquel que tiene solo números, estadísticas, y frases prejuiciosas de ataque al oponente. Tampoco el que está lleno de resentimientos, sesgos, palabras rimbombantes o frases jocosas. No importa tu capacidad de oratoria, un discurso vacío y carente de filosofía y humanidad no arrastra seguidores.

Salvo que seas un Hitler y tengas a la Gestapo intimidando a la gente.

Cuando hables con el corazón y sepas cómo se siente estar en cada uno de los lugares, poniéndote en los zapatos del otro, recién podrás ser capaz de dar discursos de la talla de un gigante.

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