Diciembre 02, 2024 -H-

Cornelio Yapura (QEPD)

El mérito de Yapura, pues, fue hacer que cobrara vigor el boxeo en Bolivia, como se vio con el equipo que participó en los VII Juegos Panamericanos de México en 1975, de la mano de ese infatigable propulsor, el profesor Carlos Manzaneda.


Martes 20 de Junio de 2017, 12:15pm






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Hace rato que, por razones de tiempo, ya no leo las secciones deportivas de los diarios bolivianos, a no ser por algún titular que me llame poderosamente la atención. Aún así, tampoco alcanzo a devorarme (como lo hacía hasta hace un par de años) todos los diarios. Ahora mi selección no llega a la media docena y tras las primeras páginas, solo me interesan algunas columnas de opinión. Si hubiera mantenido mi costumbre, me hubiera enterado que el 25 de mayo pasado murió Cornelio “Jimmy” Yapura, el hombre al que Bolivia le debe la popularización del boxeo. Lo supe en una reciente misiva de mi viejo colega y entrañable amigo Enrique Martínez Pereira (reacio al Internet y que se vale aún del servicio postal).

El bueno de Enrique quizás pensó (y acertó) que podía interesarme la triste noticia, porque Yapura fue uno de mis primeros entrevistados cuando me iniciaba en el “hermoso oficio”, como lo llamó el hombre de Aracataca.

En las postrimerías de los años 50, el boxeo tenía muy poca afición y menos cultores. La lucha libre era la que se adueñó del “ring” de la Plaza Pérez Velasco (creo que hasta hace unos años funcionaba allí una estación de bomberos). El Coliseo de la calle México estaba en construcción con la promesa de albergar espectáculos bajo techo, y don Julio Borelli, su insigne constructor, tenía en mente justamente la promoción del boxeo.

Fue entonces que se presentó, patrocinado por un humilde empresario apellidado Vega, el entrenador argentino Juan Aldrovandi, quien tenía por pupilo al joven boxeador del peso pluma que prácticamente había crecido y hecho su carrera en Argentina. De la noche a la mañana aparecía un prospecto capaz de entusiasmar a los amantes del “arte de la defensa propia” (todavía no me preguntaba si podía llamarse deporte a una actividad en la que la victoria consiste en causar el mayor daño físico al rival). Aldrovandi inclusive había traído al rival con el que se enfrentaría Yapura en su debut en La Paz.

El trío se alojaba en el Hotel Torino, a media cuadra de la Plaza Murillo, y allí es donde le hice la entrevista a Yapura (hasta hoy me pregunto por qué no le averigüé su apodo de “Jimmy” en medio de su nombre y apellidos tan vernáculos). Al margen de lo que me dijo o lo que escribí, lo cierto es que Yapura se convirtió inmediatamente en una gran atracción popular y algunos entusiastas hasta lo creían en la antesala de un título mundial. Fueron legendarias las peleas que tuvo, principalmente con el peruano Próspero Odar y el chileno Hermenegildo Aguirre en los primeros años de los 60. Muchos años después, en una entrevista en TV con Marcela Rengel, Yapura (siempre un hombre sencillo) admitió que no estuvo entre los grandes en el Luna Park de Buenos Aires, pero que si, siempre, peleó como un grande.

El mérito de Yapura, pues, fue hacer que cobrara vigor el boxeo en Bolivia, como se vio con el equipo que participó en los VII Juegos Panamericanos de México en 1975, de la mano de ese infatigable propulsor, el profesor Carlos Manzaneda.

En esos Juegos, recuerdo la pelea de un boliviano (se me escapa el nombre) contra el cubano Rolando Garbey (doble medallista olímpico y campeón mundial). El boliviano, con menos capacidad técnica que su adversario, recibía golpes de todas las marcas, pero moviendo los brazos como aspas, lograba tocar de cuando en cuando al antillano. El público que colmaba la Arena México estaba del lado del boliviano y rugía cada vez que algún manotazo daba en el rostro de Garbey. El cubano castigaba implacablemente a su rival que se resistía a besar la lona. En algún momento del tercer asalto (la pelea obviamente la tenía ganada Garbey) el púgil boliviano parecía que sería noqueado y un silencio conmovedor cubrió las graderías. Como periodista de UPI estaba sentado en la primera fila de la tribuna de prensa, junto con el colega de AP, Luis R. Varela. Mucho más atrás estaba el colega de AFP, el uruguayo Jorge Martínez, quien en ese segundo silencioso que parecía eternidad, gritó a todo pulmón: ¡Maldonado! Y con este tipo de bolivianos, ¿todavía no han recuperado el mar? El aplauso fue estruendoso, pero no para la ocurrencia de Martínez, sino para el púgil que de pie acababa la pelea. Así nomás fue. Amigo Yapura, descansa en paz y ojalá el buen Jesús te haga ver la luz de su rostro. Amén. Junio 2017.

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El mítico boxeador boliviano Cornelio Yapura
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